Capítulo 28

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Capítulo 28

Sentí el impulso de tronarme cada hueso que hay en mi cuerpo.

Y los de Finn también.

Cada parte de mi cuerpo temblaba pidiendo a gritos la calma. Pero no podía. Otto nos miraba, más a él que a mí, y, de repente, nos sonrió.

—Disculpen, chicos, mi chaqueta.

Sacó su chaqueta y se dirigió abajo, aún pensativo. Sí, se había dado cuenta. Finn y yo nos quedamos tensos y dejamos de respirar hasta que él pisó el tercer escalón.

—Ahora.

Finnegan me tomó de la mano haciendo que me retorciera como un perro. Se dirigió al baño de mujeres, al último baño, y nos encerramos dentro.

Mi respiración empezó a fallar por el simple hecho de que afuera había un mafioso y un psicópata buscándonos, y por Finnegan, a unos treinta centímetros de mí. ¿Cómo sería posible controlar eso?

Se escucharon unos pasos, estaban en el baño de hombres.

— ¿Dónde están?

—Yo sé que lo vi, estoy seguro.

— ¿Qué hacemos? —le susurré a Finn. Él negó, nadie tenía una idea.

Entonces, una ráfaga de viento me recorrió la espalda lateral. Ambos miramos hacia arriba. Había una pequeña ventana que daba al exterior. El cuerpo nuestro entraba perfectamente. Él se subió arriba del inodoro y vio a través de la ventana, fijándose si podríamos salir de allí.

—Hay un pequeño entrepiso de dos metros, tenemos que tener cuidado.

Saltó del inodoro y me miró a los ojos, haciendo que sea lo único importante ahora.

—Ve tú primero, sácate la camisa trasparente…

Se detuvo al ver mi mirada aterrada.

—Tranquila, tienes la otra bajo—sonrió—. Muerde la camisa transparente, conviértete y salta. Ponte detrás del auto y, por el amor de Dios, que nadie te vea, Magui.

—No podemos entrar como lobos al auto, hay que desconvertirse—lo miré, frunciendo el ceño—. Estaremos desnudos en medio de la calle.

Él se encogió de hombros.

—Tranquila, confía en mí, podemos arreglar algo, solo sígueme.

Asentí. Me saqué la camisa y me quedé con la otra puesta. Me subí arriba del inodoro y Finn me tomó de los tobillos, haciendo impulso para salir completamente de la ventana. Salté y me paré pegada a la pared, mirando hacia abajo.

—Oh por Dios, ¿cómo rayos es posible estar tan alto?

La camisa de Finnegan y sus tejanos se lanzaron, los tomé antes de que caigan y su cabeza apareció por la ventana, lo miré, confundida.

— ¡¿Te denudaste?! —grité en un susurro.

¿Se desnudó? ¡¿Frente a mí?!

Él sonrió de lado.

—Ya entraron—dijo con sorna—, y sí, me quedé en ropa interior.

Lo miré. ¿Estaba en ropa interior? ¿Iba a ver a Finnegan McQueen en ropa interior? Y yo, que seguía asombrada porque, de pronto, tiene 19 años.

Se impulsó y se colocó frente a mí. Y sí, solo tenía puesta la ropa interior. Me quedé mirando el árbol frente a mí, porque, definitivamente, no le iba a dar la satisfacción de verlo. Aunque, me gustaría darle una segunda ojeada a sus brazos…

Black and WhiteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora