Capítulo 21

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¡Hola mundo!

¿Como están? Oh, Dios. Martes y de maratón. Wooooo. 

Ojalá les guste, disculpen si los últimos dos capítulos son cortos, pero son interesante. 

Besos, 

Camila C.

Capítulo 21

—Eres linda—dije—. No, eres hermosa.

Negué.

Llegué a mi casa y no sabía que hacer o como actuar. Finnegan, un lobo negro. Él me gustaba.

No, yo lo tenía que odiar.

¿Verdad?

¿Podía odiarlo siquiera?

No, él me encantaba. Pero, me había mentido, herido y me había enamorado de una persona que no existe. Porque, estaba seguro que había finido ser otro y lo único que le importaba era que yo era su presa. Los besos, palabras y miradas, todo, era mentira.

Entonces, me encontraba frente un espejo. Mi reflejo se veía mal. Ojeras, sudor y cansancio. Trataba de subirme el autoestima, tal vez funcionaría. Pero no es por Finnegan, es por mí. Porque ya no me conocía. ´Porque necesitaba una nueva etapa y necesitaba a alguien.

A mí.

Me necesitaba, yo era lo único que me salvaría.

Para ser feliz no se necesita a algo o alguien, solo mí. Nadie necesita a un hombre para ser feliz, es innecesario. Esas estupideces no van conmigo, y ni siquiera existen. Necesitaba subirme el autoestima solo porque creía que era mejor.

—Recuerda este día como uno de los mejores—me dije—. No dejes que un estúpido te lo arruine. Tú eres hermosa, diviértete.

Negué y entrecerré los ojos.

— ¿Por dentro? ¿Eres hermosa por dentro? —pregunté.

Cerré los ojos con fuerza, negando.

—Eres un desastre por dentro—susurré.

Necesitaba a Bella, a Jack, a mis padres. Sin mentiras, ni cuidados. Necesitaba a esas cuatro personas. Esas personas que siempre estuvieron ahí y nunca se fueron, eran las únicas que me comprenderían.

Ni siquiera tú te comprendes.

—Basta—apreté los ojos.

Eres un fiasco.

—Mentira.

No eres inteligente. Ni siquiera bonita. No tienes fuerza, ni sabiduría, ni talento.

—No—murmuré, apretando mis puños con fuerza.

Nunca hiciste algo en tu vida. No salvaste a nadie, no ayudaste a nadie, no hiciste nada importante. Acéptalo.

—Basta, Magui, basta—dije.

No eres especial.

Me dirigí a la cama y apreté los labios, mirando la pared fijamente. Yo misma me destruía lentamente.

Dos horas más tarde me encontraba en mi cama, riendo. Estaba mirando una comedia, y la risa de mi parte era inevitable. Mis padres estaban abajo, merendando. No tenía ganas de comer, me dolía el estómago de tanto reírme.

Black and WhiteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora