Capítulo 25

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¡Buenos días a todos!

 Siento mucho no haber subido. 

¡Capítulo largo!

Gracias por todo, los quiero, 

Camila C. 

Capítulo 25

 

El viento soplaba, haciendo que mi cabello se esparciera por toda mi cara. Me amarré el cabello en una coleta, mientras Finn iba a mi lado con las manos en los bolsillos. Caminamos por la acera hasta llegar a la entrada del cementerio. Ambos nos paramos juntos, mirando hacia dentro, sólo nos separaban unas simples rejas.

— ¿En serio quieres hacerlo? —pregunté, sin mirarlo. Y él tampoco lo hizo.

—Sí, vamos—suspiró.

Entramos y mis zapatillas se embarraban a cada paso que daban. Caminamos un minuto, yo delante de él. Nadie decía nada, y eso me parecía lo mejor. No había nada que decir ni que remarcar, solo  esto.

No sentí los pasos de Finn un momento, me diré y lo vi parado a un metro de dos lápidas a una muy poca distancia. Mi estado de ánimo calló en un segundo al ver su perfil. Sí, estaba devastado. ¿Me tendría que acercar? ¿No sería quitarle su espacio y silencio? No quería ser entrometida, pretendiendo saber cómo se sentía sin siquiera tener idea.

Luego de un minuto de debatirme seguidas veces, me acerqué a su lado, sin decir nada, solo observar. No me atrevía a mirarlo, o siquiera preguntar algo. Solo observar. Y todo iba bien.

—Nunca los vine a visitar.

Su voz ronca invadió el soplido del viento  el movimiento de las copas de los árboles. Era triste, él estaba triste.

—Debo ser el peor hijo del mundo.

Lo miré, y vi sus ojos algo caídos.

—No, claro que no—murmuré.

Él no dijo nada más, así que hice una de mis tantas preguntas.

— ¿Por qué…?—me trabé un segundo, sin saber si la pregunta estaba bien—.  ¿Por qué están aquí, en esta ciudad, si murieron en otra?

Él negó al instante.

—Vinimos por trabajo de mi padre, reuniones y eso—dijo él—. Y murieron…Luego, decidí irme con Stwart a mi otra ciudad, pero quería que ellos estén en donde sucedió. Y, después de completar el plan, la manada decidió vivir aquí.

Asentí.

El silencio inundaba, yo seguía ahí, viendo los nombres en las piedras.

Patrick y Susan McQueen.

—Sin que te des cuenta—comenzó Finn—. He sacado una flor que me llamó la atención.

Sacó una flor roja de su chaqueta, y ambos la miramos.

—Ni siquiera me tomé la molestia de comprar, lo traje de la calle para las personas que me dieron la vida.

—No, vale más que esas flores que se usan solo para comercio—murmuré, aun viendo la linda flor.

Él se agachó y colocó la flor entre medio de las dos lápidas.

Me sentí mal, yo tampoco había traído nada. Entonces, recordé mi bolso. Lo abrí mientras Finnegan se paraba. Saqué un pequeño cubito transparente, de vidrio, Dentro había un pequeño lobo mestizo en una superficie verde. Lo había encontrado hace un año bajo la cama de mis padres. Mi mamá dijo que se lo dé a alguien, simplemente, cada vez que piense en ella y me salga el recuerdo del cubito, se lo dé y ya. Sin explicar ni entender. Y ahora yo pensaba en el cubito.

Black and WhiteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora