Capítulo 5

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Capítulo 5

Mis pies se empezaron a mover rápidamente hasta llegar al último pasillo, corriendo. Unas manos fuertes me tomaron por los hombros haciendo levantar mi vista. Al mirar esos maravillosos ojos color marrón detecté quién me sostenía.

—Suéltame, Finnegan—dije, a lo que él no dudó y me soltó.

No respondí. Estaba transpirando frío. Ya me habían dicho “aléjate” dos veces, y todavía no descifré a que se refiere. ¿A qué me tengo que alejar? ¿Por qué rayos me persiguen?

Siento que todo el tiempo me miran, me vigilan. Nunca antes lo había sentido.

Dios, Magui, no te hagas la cabeza.

Decidí no contarle nada a nadie sobre esto, creerían que estoy loca. Y lo único que me falta es eso.

— ¿Vamos a la biblioteca? —preguntó Finn, llamando mi atención. Toqué mi frente y el sudor era evidente.

— ¡No! —grité.

Él me frunció el ceño y miró detrás de mí. Dirigió nuevamente su mirada a mis ojos, haciendo que me quede paralizada viendo los suyos. Y sí que eran hermosos. Frunció sus cejas nuevamente y miró mi frente.

— ¿Por qué sudas como un cerdo? —y ahí recordé que era Finnegan.

— ¿Por qué se dice que tienes feas cejas por el pasillo? —negué, mirándolo—. Son preguntas sin respuestas.

Él tocó sus cejas y las frunció aún más. Comencé a reír al ver su reacción.

— ¿Se nota mucho?

—Sí.

—Mientes.

—“Mientes” —imité su tono preocupado.

Él negó enojado, todavía tocando sus  cejas.

—Espera—dejó de tocárselas y me señaló con un dedo, sonriendo y abriendo su boca. Miré su dedo con el ceño fruncido y luego a él, encogiéndome de hombros—. ¡Dijiste que mis cejas son lindas! —retomó, quise hablar, pero me paró—. Dijiste; Son preguntas sin respuestas. Eso quiere decir que no lo puedes responder por que son extremadamente hermosas—se cruzó de brazos, con cara de triunfador.

Me quedé boquiabierta y retomé:

— ¡Yo no quise decir eso!

—Pero lo dijiste.

— ¿Qué? ¡Claro que no!

—Te encanto, admítelo—me guiñó un ojo, levanté ambas cejas—. Ahora, ¿vamos a la biblioteca?

— ¡No! —grité.

No quería volver ahí, ¿ok? Me siento nerviosa y temerosa. Dios, me siento terrible. Tengo miedo y no se lo iba a decir a él. Va a creer que soy una especie de niña-cursi-miedosa. Y no lo soy, pero ¡Vamos! Esto no me pasa todos los días.

— ¿Por qué? —entrecerró esos ojos oscuros en mí.

—Porque no tengo ganas—mentí—, ¿conoces otro lugar?

—Sí, ¿The Smurfs? —preguntó.

¡Oh por Dios! ¡La torta!

— ¡Sí! —exclamé—, vamos.

El camino no fue nada aburrido. Sí, raro. Hablamos de la cafetería. Y Dios, que cafetería.  Resulta que él iba muy seguido allí. Le encantaba. Era su cafetería favorita e iba siempre allí. Me resultaba un poco extraño, sin embargo seguí hablando in detener la fabulosa descripción de mi torta.

Black and WhiteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora