Capítulo 27

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¡Maratón sorpresa!

Los quiero,

Camila C. 

Capítulo 27

 

Luego de discutir con Finn frente al guardia, él pagó mi entrada. Me dije mentalmente que tendría que darle algo, sabía que no era algo a lo que él le ponía importancia, pero, me gustan los detalles. Preocuparse por alguien a veces, puede llegar a ser muy reconfortante.

Bajamos las escaleras y la oscuridad se ponía tensa. Se podía ver al final unas luces violetas y azules que, comenzaban a iluminar, también, la música era evidente. Cuando al fin toqué el piso resbaladizo y Finnegan luego de mí, mis ojos se abrieron.

Todo es oscuridad, luz y música. Parecía que la luz de bar frente a mí era la única blanca y la de arriba amarilla. Todo era violeta y azul. La música y el habla de la gente invadían mis oídos a medida de que tratara encontrar palabras comunes. La gente iba y venía, y, a pesar del letrero en la entrada, ocho de cada diez personas fumaba ahí dentro. Mi nariz se arrugó al inhalar humo y ver pasar una mujer vestida como si hiciese cuarenta grados. Me posé frente a Finn.

— ¿Qué es esto? —grité, entre la música—. ¡Apuesto a que todo aquí es ilegal! ¡Ni siquiera nos pidieron documentación!

Él sonrió, cogiéndome de la mano. Mi cuerpo se tensó por completo, haciendo que el corazón me bombardee con fuerza. Se sacó el capuchón y miró alrededor, sus ojos se fijaron en mí. Y su mano siguió así, sin entrelazar los dedos o quitarse, ahí.

— ¡Quédate cerca y has lo que diga! —gritó.

Asentí, y nos dirigimos hacia una esquina. Me soltó de la mano, haciendo que una oleada de frío y tristeza me recorriera. Pero, pronto puso sus labios cerca de mi oído, produciendo una descarga eléctrica se introdujera en mi interior.

—En la parte de ahí—señaló un lugar donde solo había mesas y gente conversando—, no es lo que crees. Ahí se sientan los ricachos que conocieron a chicas aquí.

Me entremecí al escuchar eso. ¿Finnegan venía aquí? ¿Y cómo lo sabía? ¿En qué clase de lugar estaba yo? Me daba asco de solo pensar cuales eran las intenciones de esos ricachones.

—Allí—dijo, señalando la pista de bailes donde mujeres bailaban en un caño, y otras personas disfrutaban moviendo su cuerpo al son de la música—, es donde las conocen.

Finn me lo explicaba de la manera en como un padre se comentaría a su hijo de catorce años inocente. Y ahora entiendo porque no quería que venga.

—En la barra es donde personas van diciendo que su vida es miserable, y por último—su dedo se dirigió hacia arriba. Había otro piso, donde se podían ver mesas y gente hablando tranquilamente—. Son personas que quieren hablar tranquilamente.

Se posó delante de mí, alejando su cuerpo por completo, y sintiéndome vacía.

—Vine una vez con Stwart, me dijo que era el lugar en donde menos había de los nuestros—suspiró—. Por eso no te quise traer, este lugar se divide en  sectores que definitivamente no son los mejores, pero, prométeme que no volverás a aquí. No me perdonaré nunca ya haberte traído.

— ¿Por qué? No es que quiera ver como chicas semidesnudas bailan en palos de metal.

—Porque sí, Magui, no es tu…—se quedó pensando—…tu estilo.

Alcé ambas cejas.

—Como sea, te prometo que no volveré.

—Genial—sonrió—. Ven.

Me cogió la mano nuevamente, invadiéndome.

Ambos nos dirigimos a las escaleras, y las luces cambiaron drásticamente.

— ¡Démosle un ambiente más discreto a nuestro lugar favorito! —gritó el DJ.

Entonces, las luces violetas y azules cambiaron por blancas y empezaron a iluminar como si fuesen flashes. Se prendían y apagaban, viendo la cara de las personas entre cortadas.

Luego de subir todas las escaleras, la música ya no se escuchaba tanto, tal vez los vidrios ayudaban. Giramos a la derecha y nos sentamos en unas mesas de a dos. Nos entregaron una carta y ambos pedimos un jugo de manzana, sin embargo, pedimos quedarnos con el menú.

—Stwart estará aquí, con un hombre asiático un poco más bajo que yo—explicó Finn—. Si se sientan delante de mí o tuyo, uno de los dos se tendrá que tapar la cara y, por nuestra suerte, solo hay dos mesas disponibles. El tipo es un mafioso de los negros, Otto Higa. Se empezó a juntar mucho con él luego de lo sucedido con mis padres.

Al cabo de unos cinco minutos, Stwart y un hombre cuarentón asiático se sentó, enfrentándome. Tenía la mirada graciosa, pero con cierta ansiedad en ella.

—Ya llegaron—susurré—. Se sentaron adelante nuestro.

Finn se iba a dar la vuelta pero le pegué con el menú y se me volví a esconder.

—Lo siento—murmuró.

Al cabo de unos segundos, posicioné mi celular y Finn una cámara arriba de la mesa, tratando de que parezca lo más disimulado posible. No podíamos escuchar nada de lo que decían, por eso Finn tomó su teléfono y  lo tiró estiró lo más posible hacia atrás, tratando de grabar sus voces lo más posible.

Era obvio que Stwart daría una mala impresión hablando con Otto Higa, uno de los lobos negros más mafiosos que puede ver. Y la gente lo sabe. Y los negros lo odian.

—Iré al baño y vendré—dije.

— ¿Qué? ¡No!

—Se le tiene que ver la cara a Stwart, no te preocupes.

Y sin decir más, me levante con el teléfono medio escondido, al igual que mi cara, y me dirigí al baño. Ninguno de los dos me vio, y pude grabar las sonrisas de Stwart en video.

Salí y me volví a sentar. Pero entonces, Otto me vio, y se me paró el corazón. Se quedó unos dos segundos en silencio ero luego miró a Stwart, y siguió con su charla. Suspiré, aliviada.

Luego de una hora, ambos se levantaron y se dirigieron hacia abajo. Finnegan hizo un mal movimiento y se le calló el celular de la mesa. Ya habíamos pagado y ellos habían bajado, ya no habría de que preocuparse, entonces me paré  y Finn se agachó a recoger el teléfono. Pero sin darnos cuenta, la voz estaba tan cercana como su cuerpo.

—Lo siento, señorita, he olvidado mi chaqueta.

Nos petrificamos.

—Paséis tranquilo, señor.

Finnegan se levantó y quedó a mi lado, con Otto frente nuestro, mirándonos.

Black and WhiteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora