Capítulo 20

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¡Hola mundo!

Hago esta nota porque el capítulo es corto y quiero pedir disculpas, pero me parecía que no se podía alargar más. Sería muy pesado y ridículo. 

Y segundo, lestraigo una recomendación. 

Nunca lo hago, y tengo la certeza de que no a todos les gusta leer con música, ya que se pueden desconcentrar. 

Pero, me inspiré el capítulo escuchando My Inmortal-Evanescence.

Me gustaría que la escuchen mientras leen, sería genial. 

Nos leemos luego, 

Camila C.

Capítulo 20

 

Mi corazón latía más de lo normal. Tenía ganas de llorar, pero, hace mucho no lo hacía. No quería y no lo haría. Porque, me dije que era fuerte y que él no se merecía ver mi llanto. Se merecía una patada en el trasero que lo envíe a Júpiter.

O al sol.

Sally y Jack se quedaron alejados, pero manteniendo atención a nuestros cuerpos separados por unos dos metros. Rápidamente me acerqué a él y lo empujé.

—Te—lo empujé devuelta—odio—otra vez—, maldito bastardo.

Mi mano se dirigió a su mejilla. La cara de Finn se dio vuelta hacia la izquierda. Se quedó ahí un segundo, se relamió los labios y luego miró al suelo.

—Mírame, Finnegan—pedí—. Claro, si es que te llamas así, embustero.

Él no lo hizo. Rápidamente me frustré.

—Oh, entiendo—sonreí, una milésima de segundo—. Además de idiota no tienes el valor de mirar a los ojos a una persona que engañaste todo el tiempo. Se hombre una vez en tu vida.

Jack rio un segundo.

Sabía que eso le enfurecía, a todos los hombres, de hecho.

—Poco hombre—susurré, provocándolo.

Era mi momento, el mío. Solo mío. Era el momento de que yo diga lo que tenía que decir, él ya tuvo suficiente tiempo y demasiado protagonismo.

Me miró. Pero, eso me entristeció, de algún modo. Él no se mostraba enojado, ni resentido y mucho menos molesto. Se mostraba triste, no se enojó conmigo, y eso me preocupaba.

—Todo este tiempo me trataste de inútil, me mentiste y me ocultaste todo—murmuré, aguantando la mirada a lo máximo.

—Magui…

—No—interrumpí—. No digas mi nombre, ni siquiera me toques, me vuelvas a hablar o vivir cerca de mí.

En otro momento, me hubiese sentido mal por decir eso, porque no me gustaba verlo sufrir. Pero no, ahora tenía todo el derecho de decirlo y hacer más.

Su mirada se bajó más aún, depresión, eso era lo que se veía. Se veía, en esos ojos que tanto me atrapaban, preocupación.

—Me miraste a los ojos y dijiste que no conocías a Hamilton, ni a los criminales y que todo—remarqué la palabra—era una total coincidencia.

Troné un solo dedo de mi mano.

—Todo el tiempo que estabas conmigo era una farsa—susurré—, hasta tú. Tú eres una farsa, un mentiroso.

Miré al suelo, sintiéndome una estúpida. Todo estaba mal en mi mente.

Finnegan McQueen es un lobo negro, lo contrario a ti. El enemigo de tu raza.

Pero, me asusté. Porque, eso no me enfadaba. No me enojaba que el fuera uno de los negros, me enojaba el hecho de que me mintió en la cara y todo lo que dijo no era verdad. Él no era su verdadero yo frente a mí, me trató de idiota.

Y es por eso que me dolía la cabeza, como todo el mundo caía en la cuenta. No se podía confiar en nadie ni en nada.

¿Dónde está el amor en el mundo? ¿Los valores? ¿La amistad? ¿Las personas en cuales se podían confiar? ¿Dónde rayos estaban?

—Confié en ti y me defraudaste—murmuré. Lo vi a los ojos.

Me miraba, dolido. Me perdía en esos ojos marrones, haciéndose infinitos. Eran un túnel donde podía perderme y sentirme acogida rápidamente. Su mirada expresaba esperanza, tal vez tristeza.

—Puedo explicarte, Magui, solo déjame hacerlo—murmuró con voz ronca.

Negué, sonriendo.

—No—dije—. ¿Explicaciones? ¿Para que me mientas de nuevo? No tengo ganas de  hacer el ridículo nuevamente. No quiero explicaciones, ni cuentos y ni siquiera un perdón.

Me concentré en su nariz, pensando. Todo daba vueltas, y él parecía obedecer. Tenía la sensación de que él diga algo, una simple cosa, pero no. Se quedó mirándome, y eso dolía, más que cualquier cosa.

—Quiero que te alejes, Finnegan—susurré, sin dejas de mirar, por alguna razón, su nariz.

—Si es que te llamas así—completé—. Quiero que te alejes, por favor, vete de mi vida. No quiero verte.

Sonreí, y lo miré. Aguanté la mirada unos segundos. En otros momentos, tal vez la correría o me sonrojaría.

—Ni siquiera sé porque te digo esto, no te interesa.

No te intereso.

Nunca sería parte de su juego nuevamente.

—Magali, escúchame.

Negué.

—Si me interesas.

Negué.

—Deja de mentir.

—No miento.

Me di media vuelta.

—Te quiero—dio un paso hacia delante.

Lo miré.

— ¿Qué? —fruncí el ceño—. Si quieres a una persona no le mientes, no le ocultas. No la haces sufrir. ¿Siquiera conoces el significado de la palabra?

—Desde que te vi—comenzó Finnegan—, me volví loco, más de lo normal. Y eso me asustaba. Pero ahora, tengo miedo de perder esa locura, y la persona que la creó.

—Eres la persona más caradura que he conocido.

Y, en ese preciso momento, sentí como los ángeles y demonios se intercambiaban en un suspiro. 

Black and WhiteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora