Capítulo 39

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Capítulo 39

 

Miré la puerta gris y cerré los ojos. Al abrirlos, giré la cabeza y me encontré con el rostro de Bran tras un árbol, asintiendo con la cabeza y tratado de darme seguridad. Estaban escondidos esperando la señal, mientras que yo estaba frente a la puerta y Finn tensándose detrás de mí.

— ¿Te puedes calmar? —susurré sin mirarlo.

—Cambié de opinión, este tipo no es seguro.

—Sólo quería protegerme—no tendría que decir eso.

— ¿Protegerte? ¿Con un cuchillo en la garganta? —se burló—. Entiendo, yo era el malo allí.

Suspiré y lo miré a los ojos.

—No quise decir eso—dije—. Ahora, Finn, compórtate por el amor de Dios, lo necesitamos.

Nos quedamos mirándonos, ambos serios y con el entrecejo fruncido. Desde que recordó que Hamilton me amenazó con un cuchillo ebrio, se comporta como un niño que no quiere ir al doctor. Y obviamente yo estoy enojada de su comportamiento. No es que estoy súper enojada, no, sólo le ruego mentalmente de que actúe normal.

— ¡Toquen la puerta de una vez! —gritó Jack.

Miré un último segundo a Finn y toqué el timbre. Se escucharon unos pasos y ruidos, y mi corazón comenzó a acelerarse.

— ¿Quién es? —se escuchó la voz de Hamilton.

Miré de soslayo a Finn, flaqueando las piernas.

—Magali Dudley—conseguí decir.

Silencio.                                            

— ¿Qué haces aquí?

—Vine…vine a hacer una especie de trueque.

— ¿Cómo conseguiste mi dirección? —preguntó.

— ¿Internet?

— ¿Qué? —parecía confundido—. Magali, vete.

Se escucharon pasos y me apegué a la puerta.

—No, Hamilton, espera, escúchame—rogué.

Finnegan gimió, frustrado.

— ¿Qué? —preguntó sin ganas.

—Te necesito—musité. Sé que Finnegan me estaba mirando hecho una furia, diciéndole a un hombre que me espió todo el tiempo.

Pero esto lo tenía que hacer, todos lo necesitábamos.

—Por favor, Hamilton, sólo… sólo déjame pasar y escucha mi propuesta.

Se formó un silencio que sólo llenaba mis latidos en el pecho, estaba súper nerviosa. Entonces, la puesta se abrió de golpe, crucé los dedos detrás de mi espalda y todos salieron desde sus escondites. La cara de Hamilton pasó de triste a asustada, notando una leve barba bajo su mandíbula. Intentó cerrar la puerta pero Finnegan ya la estaba sosteniendo, entré.

—Nos volvemos a ver—le sonrió, mientras Hamilton empalidecía—. Levanta ambas manos y no hables.

Hamilton no dijo nada pero se mantuvo contra la pared, nervioso, haciendo lo que le exigían. Todos entraron en el enorme pasillo y cerraron la puerta. Intercambié una mirada con él.

—Me mentiste—dijo amargado, dolido.

Negué con la cabeza.

—Yo nunca te dije que estaba sola.

Black and WhiteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora