Capítulo 29

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Al salir por la puerta del salón me doy cuenta de que todos los que antes estaban en recepción quejándose, ahora me están mirando. Corro al baño y me encierro con pestillo en un cubículo. Me pongo de rodillas y vomito. Me encuentro realmente mal. Tiro de la cadena y me siento en la tapa del váter. Las lágrimas empiezan a caer.

Verlo ahí de nuevo y mirarlo ha creado un extraño vacío como el del principio. Llevamos un mes sin estar juntos y está siendo un verdadero infierno. Quiero olvidarme de él pero me está siendo muy difícil y más que lo va a ser si sigue apareciendo por aquí.

Pican en la puerta.

—Deni, ábreme. —Quito el pestillo sin levantarme y la dejo entrar. Se acerca rápidamente a mi para abrazarme. —Vámonos a casa. Prácticamente se han ido todos ya. —La miro a los ojos.

—¿Él también?

—Creo que sí. —Asiento con la cabeza. —Abel nos está esperando fuera.

Me acerco al lavabo para mojar mi cara. Estoy horrible como siempre. Procedo a lavarme la boca, el vómito es asqueroso y no deja muy buen sabor. Cuando acabo. Lore coge mi mano para salir del vestuario. Pasamos por la poca gente que queda, la cual me miran todos o al menos eso siento. Bajo la mirada, no quiero darles el gusto de que me vean así de vulnerable. Poco a poco, mi piel se empieza a erizar por el roce de una mano con la mía. Levanto poco a poco la mirada hacia el susodicho. Se me corta la respiración al verlo mirándome "triste" o eso parece. Desvío rápidamente la mirada para continuar nuestro camino hacia la puerta.

...

Ha pasado una semana desde el encontronazo en el salón de ballet. Estoy hecha un lío. Finalmente, hablé con mi profesora para dar clases a niñas más pequeñas y empiezo hoy, mi primer día haciendo algo que realmente me gusta. La clase empieza a las 15:00 h, aún me queda una hora para acabar de preparar la nueva coreografía que he montado en estos días. Al empezar un nuevo año de ballet, mi profesora me ha dado vía libre para montar la clase. Los ejercicios de calentamiento, las coreografías... Es todo un sueño.

Mientras perfecciono un paso de baile, escucho que me llega un mensaje al móvil.

Joe

Hola Deni, ¿puedo ir a tu casa? Necesitamos hablar de un asunto.

Si te das prisa sí. En media hora tengo que irme.

En cinco minutos estoy allí.

Rápidamente me cambio de ropa y hago la bolsa con mi vestuario. Si no, luego no me dará tiempo. A los dos minutos de acabar, suena el timbre. Abro y veo a los tres hermanos parados en mi porche. ¿Qué hacen los tres aquí? No puedo negar que los echaba de menos.

—¡Chicos! —Me abalanzo hacia Cloe para darle un fuerte abrazo y otro a Zoe. Después le doy otro a Joe por supuesto. El otro día me alegré mucho de verlo pero fue toda una sorpresa. Les indico que pasen al salón mientras cierro la puerta. —Bueno, ¿qué pasa? —Se miran entre ellos sin saber como empezar.

—Lo primero de todo, no te puedes enfadar. —Dice Cloe. Empezamos bien. —Promételo.

—No puedo prometértelo Cloe, no sé que me vais a decir. —Asiente con la cabeza. Me estoy poniendo demasiado nerviosa.

—¿Le ha pasado algo a Iván? —Niega con la cabeza. —¿Entonces? ¿Qué está pasando?

—Nos matará si te lo contamos, pero es muy importante. —Dice Zoe.

—Se va a estudiar a Estados Unidos. —¡¿Qué?! Abro la boca sin saber que decir. Estoy confusa, eso creo. Los tres me miran esperando que hable pero la verdad es que no sé que decir.

—Deni di algo. —Insiste Joe. Paso una mano por mi cara.

—Pues me alegro por él. —Cambian sus caras a una de más confusa. —Será bueno para él. Y para mi. —Susurro lo último.

—Escúchame. —Joe se posiciona delante mío. Sabe que es el único que me puede convencer de cualquier cosa. —Sabemos que no estáis juntos, pero si se va no va a volver nunca. —Esa última palabra retumba en mi cabeza. Nunca. Cierro los ojos. Sé que intenta pero no puedo.

—Por favor. No me lo hagáis más difícil. Él y yo ya no estamos juntos y me alegro por Iván que quiera irse a estudiar fuera. Le irá más que bien.

—Le sigues amando. —Interviene Cloe.

—Claro que le sigo queriendo, pero eso no significa que tenga que ir detrás de él.

—Deni piénsatelo. —Hace una pausa. —Solo queremos que le intentes convencer. A ti será a la única persona que escuche. —Me levanto enfadada.

—¡¿Pero os estáis escuchando?! ¡No quiero convencerle de nada! Me hizo mucho daño y prefiero que se vaya. —Los tres se levantan del sofá para quedar a mi altura.

—No seas egoísta Deni y piénsatelo. Por nosotros y por su familia. —Ahora habla Zoe. ¿Egoísta yo? Venga ya. —Se va por ti, para olvidarte y dejarse ser feliz, pero no sabe que está haciendo más daño a su familia al irse.

Dicho eso, me dan un abrazo y se van como si no ha pasado nada. Miro la hora. ¡Las 14:50 h! Llego tarde mi primer día. Corriendo subo a mi habitación a por la bolsa y bajo pitando a coger un bus.

Al llegar al estudio voy directa al vestuario de profesores para cambiarme de ropa. Sí, me siento sofisticada al poder entrar en este vestuario. Cuando acabo, guardo toda la ropa en la taquilla y me dirijo al salón 2. Las niñas de entre seis y ocho años me están esperando sentadas enfrente del espejo. Que bonitas son.

—Hola preciosas. —Me pongo delante de ellas y hago que se pongan de pie. —Soy vuestra nueva profesora Denise Bennet, pero podéis llamarme Deni. —Sonríen. —¿Queréis que primero nos presentemos? —Asienten.

—Sabemos quien eres. Eres increíble y de mayor quiero ser como tú. —Dice una de ellas. Sonrío, es todo un halago que siendo tan pequeñas sepan de mi recorrido.

—¿Cómo te llamas?

—Sara.

—Perfecto Sara. ¿Quieres ayudarme a conocer a las demás? —Asiente con la cabeza para luego darme la mano e indicarme como se llaman las demás y que han aprendido hasta ahora.

Después de media hora hablando con ellas, calentamos un poco y les enseño una coreografía que hice hace tres años pero adaptada para ellas. Están muy felices de que yo les enseñe y yo estoy feliz de que me adoren.

...

Al acabar la clase, voy al vestuario a ducharme y a cambiarme de ropa. Me pongo un pantalón corto negro y una camisa blanca a conjunto con mis mocasines negros. Recojo la bolsa del suelo y camino lentamente hacia casa.

Sigo pensando en lo que me dijeron los primos de Iván. ¿Qué quieren que haga? ¿Qué se lo impida? La verdad es que al saber la noticia me he puesto muy triste, lo ha sido todo para mi después de todo. Llego a casa hecha un mar de dudas. Subo a mi habitación y me tiro encima de la cama.

¿Qué hago?

Me tiro toda la tarde y toda la noche pensado en que hacer. Ni he cenado por culpa de él. Bueno, de mi por pensar en él. Estúpida. Pero la dichosa pregunta me retumba en mi cabeza a todas horas. ¿Quiero que se vaya después de todo? La respuesta es no.

Cojo las llaves y bajo sin hacer mucho ruido. Es la una de la madrugada y estarán todos durmiendo a excepción de mi obviamente. Salgo por la puerta y empiezo a correr hacia su casa. ¿Y ahora qué? Estará durmiendo y su familia también. Ni pensar se me da bien. Doy unas cuantas vueltas en su porche y me decido por picar. A los dos minutos Iván abre la puerta con cara de dormido pero al verme se sorprende. Nos miramos durante unos segundos que parecen infinitos pero no puedo evitarlo y me lanzo encima de él. Le coge por sorpresa sin embargo no duda en abrazarme. Esconde su cara en mi cuello y empieza a llorar. Mis lágrimas no tardan en caer.

Mi corazón va a mil por hora. Me separo un poco de él y estampa su frente junto a la mía. Cierro los ojos al notar su respiración tan cerca de mi. Esto no puede pasar, no debo dejarle. Me separo del todo dejando una buena separación entre los dos. Me mira de arriba abajo pensativo.

—Vas en pijama. —Miro hacia abajo y es cierto. Llevo los shorts del pijama puestos, pero me da exactamente igual.

—Eres un imbécil. —No dejo de mirarle a los ojos fijamente.

—Lo sé. —Las lágrimas siguen cayendo, tanto de mis ojos como de los suyos.

—¿Por qué te vas? —Cierra los ojos y maldice a sus primos en un susurro.

—Entra y te lo cuento. —Niego con la cabeza. —Estás helada Deni, por favor.

—No pienso entrar. Solo quiero que me lo digas.

—Por nosotros. Me voy para olvidarte y para que puedas ser feliz de una puta vez. —Asiento lentamente con la cabeza sin romper nuestra mirada.

—Eres un completo imbécil. ¿Crees que yéndote te podría olvidar? —Mi pregunta le pilla por sorpresa. —Me has hecho mucho daño pero no puedes irte así sin más. —Intenta cogerme la mano pero la rechazo.

—Nunca quise hacerte daño Deni. Te quiero muchísimo. —Sus palabras penetran en mi corazón haciendo que duela cada vez más.

—Pero lo hiciste. Y duele mucho. —Quiere abrazarme pero no le dejo. —No te pienso perdonar nunca, pero no puedes irte.

—¡Si no puedes perdonarme lo mejor será es que me vaya! —Grita confuso por mis palabras. A él también parece dolerle toda esta situación.

—¡No puedes irte Iván! —Me coge las manos con fuerza. Las lágrimas no paran de caer por mis mejillas.

—¡Dime por qué! ¡¿Por qué no puedo irme?!

Yo ballet y tú hip hopDonde viven las historias. Descúbrelo ahora