Ha pasado un mes desde entonces. Estoy mucho mejor psicológicamente, ya no lloro a todas horas y no pienso en él a cada minuto.
Lore y Abel me han ayudado mucho y las clases con las niñas están siendo un punto muy bueno en mi vida. No sé que es de Iván, sé que no se ha ido a Estados Unidos pero no sé más allá de eso. Tampoco quiero.
Todas las tardes estoy ocupada dando clases y luego voy directa a casa de Abel. Sí, ya me he mudado con él. Lo necesitaba. No podía pasar ni un segundo más en casa de mis tíos después de todo. Sigo hablando con ellos sin embargo ya no es lo de antes. Por las mañanas me quedo con Dani, el hermano de Abel, ya que él trabaja y a veces, viene Lore a hacerme compañía. Aunque ahora ella ha empezado a trabajar en una tienda de ropa y estará más ocupada. Al fin y al cabo estamos en julio, ella necesitará dinero para sus estudios. Yo en cambio, no sé que va a ser de mi. De momento estoy dando clases, pero más allá no puedo pensar. Ahora sé mejor lo que quiero, y creo que me apuntaré a una escuela oficial de danza para poder ejercer de profesora en más ámbitos y a chicas más grandes.
Os estaréis preguntando acerca de Iván. Sobre que es lo he decidido pero no lo sé. De momento quiero que sigamos nuestros caminos separados y si algún día nos volvemos a ver, espero poder hablar con él y decidir algo si él aún sigue esperándome. Estoy bien ahora aunque le echo de menos.
Lore ha venido a casa de Abel. Me tiene una sorpresa.
—Siéntate en el sofá. —Eso hago.
—¿Quieres decirme que está pasando? ¿Qué es tan misterioso que no puedes decírmelo ya? —Rueda los ojos.
—Atenta. —Abre la puerta y aparece Ian. ¡No me lo puedo creer! Está aquí.
—¡Ian! —De un salto me levanto del sofá y corro hacia él. Me encanta tenerle aquí y más ahora. Nos abrazamos durante un rato. Al final nos soltamos y nos sentamos en el sofá.
—Bueno chicos, tendréis muchas cosas que contaros. Voy arriba con Dani y así os dejo solos. —Asentimos los dos con la cabeza.
—¿Qué haces aquí? Que sorpresa. —Le toco cojo la cara con las dos manos para apretarla.
—Espero que sea una sorpresa buena. —Nos reímos. —He pensado en pasar una temporada aquí, en Barcelona. Unos meses hasta que se acabe verano.
—Que alegría de verdad. ¿Y dónde te quedarás?
—He alquilado un apartamento hasta principios de septiembre. —Nos cogemos las manos. Estoy tan contenta de tenerlo aquí. Al fin y al cabo, en tan poco tiempo conectamos muchísimo y sé que puede llegar a ser un gran amigo más que un follamigo.
Nos ponemos durante toda la mañana al día y decidimos quedar después de mi clase con las niñas para tomar algo y así él puede descansar de su largo viaje. A Abel no le hará mucha gracia que haya venido, pero solo espero que se conozcan y puedan llegar algún día a llevarse bien.
Después de mi clase con las niñas, voy directa al vestuario a ducharme y a cambiarme de ropa. Quiero darle buena impresión. Salgo del estudio y lo veo en la acera de enfrente esperándome. Le doy un beso en la mejilla y comenzamos a caminar. Vamos a ir a un bar que me gusta mucho y las tapas están buenísimas.
—¿Algún día me enseñarás de lo que eres capaz? —Vaya manera de hablar del ballet.
—Por supuesto. Cuando tú quieras. —Levanta una ceja. —¿Qué?
—Ya que mañana no tienes clases, podríamos ir a la playa. Hace mucho tiempo que no voy a ninguna. —Asiento con la cabeza.
—Estaré encantada de ser tu acompañante.
Llegamos al bar y pido dos cervezas. Nos sentamos uno enfrente del otro. ¿Por qué no deja de mirarme así? Me estoy poniendo muy nerviosa.
—Deja de mirarme así. —Aparto con la mano su cara.
—¿Cómo? —Sonríe pícaro. Le señalo.
—Así. Mírate, me estás provocando. —Nos reímos.
—Bueno, cambiando de tema. ¿He hecho bien en venir? —Asiento con la cabeza. Al segundo nos traen las cervezas y pego un sorbo a la mía.
—Has hecho bien. La verdad es que no te esperaba para nada. No entrabas en mis planes. —Sonríe satisfecho de mi respuesta.
—¿Y qué planes son esos? Muy importantes no deben ser si no estoy en ellos. —Nos reímos de nuevo.
—Deja de ser tan engreído. Tenía planes aburridos y llenos de comeduras de cabeza. —Hago una pequeña pausa. —Pero ahora que estás aquí, pienso pasármelo muy bien. —Le guiño el ojo.
No quiero ir más allá de una bonita amistad. No quiero que pase lo de Londres, solo quiero pasármelo bien con su presencia el tiempo que esté aquí.
—¿Vendrá Lore? —Le doy un sorbo a mi cerveza.
—Sí, y nuestro amigo Abel también. Necesito que lo conozcas. —Enarca una ceja.
—¿Amigo?
—Sí, él es solo mi amigo. —Asiente con la cabeza.
—¿Puedo preguntarte una cosa?
—Adelante. —Sonrío.
—¿Le sigues queriendo? —No sé a donde mirar. No me esperaba para nada esa pregunta. —Lo siento por incomodarte pero necesito saberlo. Necesito saber si puedo intentarlo contigo.
—Le quiero y la verdad es que no quiero que intentes nada porque acabaremos mal. Solo quiero que seamos amigos, nada más. —Agacha la cabeza un poco triste pero se recompone rápidamente.
—Me lo imaginaba no te voy a mentir. Vine con una idea pero no pasa nada. No estoy enamorado de ti ni mucho menos pero me gustas mucho.
Esto está siendo muy embarazoso. Pasamos hablando un rato más cuando aparecen por fin mis amigos. Nos levantamos a saludarlos y Abel corriendo se sienta a mi lado. No parece muy contento.
Hablamos durante horas. Al final Abel admitió que no le agradaba la idea de que estuviera Ian aquí pero lo ha acabado aceptando bien. Se harán amigos y todo. A las 20:00 h volvemos cada uno a su casa. Necesito descansar para mañana. Hemos quedado a las diez y necesito ensayar un poco antes de hacerle una demostración de lo que sé hacer. Soy demasiado competitiva y no puedo dejar que nadie me vea fracasar.
...
Llegamos a la playa después de estar buscando aparcamiento durante horas. A estas horas es horrible aparcar en esta zona. Dejamos las toallas en el suelo y vamos al agua directamente. Jugamos durante un rato a salpicarnos y ahogarnos, es divertido. Cansados, salimos del agua y nos tumbamos en las toallas. Estoy reventada. Ian gira la cara y me mira divertido.
—¿Qué? —Se ríe mostrando esa sonrisa tan perfecta.
—¿Vas a bailarme? —Hago un puchero.
—¿Ahora? —Se sienta y me anima a ponerme de pie. —Está bien. —Susurro sin ganas.
Caliento un poco y allá voy. Decido volverle a hacer la coreografía de las batallas. Es la más innovadora que he hecho hasta ahora. En la arena es un poco más difícil de bailar pero está siendo increíble. Me siento libre.
Al acabar aplaude y me atrae consigo haciendo que caiga encima suyo. Su cara queda a centímetros de la mía. No podemos dejar de mirarnos a los ojos hasta que junta sus labios con los míos. Le sigo el beso durante unos segundos pero no puedo hacerlo. Me separo de él y me siento a su lado.
—Lo siento Ian. No puedo hacerlo. —Asiente con la cabeza. —Ya no soy la que fui a Londres. Esa era una versión de mi que duró eso, el tiempo que estuve allí contigo.
—Lo siento yo. Ya me dijiste ayer que sigues enamorada del otro y yo sigo intentándolo como un imbécil. —Le abrazo.
—Venga. Cero dramas. Estamos juntos de nuevo y no vamos a estropearlo por un beso. —Nos reímos. Me encanta estar así con él. Seremos muy buenos amigos.
Corriendo, nos dirigimos de nuevo al agua. Ian se está divirtiendo como un niño pequeño. Los dos lo estamos haciendo. Esto es lo que necesitaba, aire nuevo.
...
Ha pasado otro mes. Estamos a mediados de agosto e Ian pronto se irá de nuevo a Londres.
Me lo he pasado tan bien estas semanas con él. Le he enseñado todo de Barcelona, incluso los rincones ocultos tan bonitos de esta ciudad. Al final ha congeniado genial con Abel y eso me alegra muchísimo.
Al final he sabido de Iván. Estaba en el pueblo de su familia con sus primos y ahora ha vuelto. Llegó ayer y me alegra muchísimo saber de él. Joe y yo hablamos casi cada día para cotillear y hablar acerca de Iván. Me escucha y eso me gusta mucho de él. Iván no sabe nada de que Ian está aquí y mejor, porque como se entere es capaz de matarlo. No le gustó la idea de que follara con él y como se entere de que está aquí, pensará cosas que no son ciertas. Aún sigo sin saber que hacer. Estoy en un momento de mi vida que no sé exactamente que es lo que quiero aunque me gustaría intentarlo. Volver a estar juntos no me parece tan mala idea después de todo.
Abel entra en mi habitación y se tumba a mi lado.
—He pensado que podríamos dar una fiesta aquí en casa. Invitar a algunos excompañeros del instituto y a algunos amigos. —Me froto los ojos.
—Eso sería genial. Necesito un poco de alcohol ahora mismo.
—¡Genial! Me ayudarás con los preparativos. Lore vendrá en unas horas.
—¿Y Dani?
—Se quedará con la vecina. Le he prometido que no haremos mucho ruido. —Nos reímos.
—Somos unos irresponsables y lo sabes. —Se encoge de hombros.
—Somos jóvenes, qué quieres. —Volvemos a reírnos.
Desayunamos los tres juntos y mientras Dani ve una película, Abel y yo recogemos las cosas de valor del medio para guardarlas en una habitación que cerraremos con llave. Limpiamos un poco por encima y empezamos a colocar platos y vasos de plástico. A la hora Lore llega para ayudarnos.
Comemos los cuatro juntos viendo una película apta para niños. Es lo que tiene tener un niño pequeño revoloteando por la casa. Aunque me da vida. Es como mi hermano pequeño y lo quiero como tal. A las ocho de la tarde-noche lo dejamos en casa de la vecina y nosotros vamos directos a la ducha y a cambiarnos.
Decido ponerme un vestido negro de tirantes y corto de seda junto con mis tacones negros de aguja. Hacía tiempo que no me arreglaba tanto y lo deseaba. Mi cabello lo recojo en un moño imperfecto pero increíble. Potencio mis labios con un rojo intenso y bajo abajo junto con Lore y Abel. Están guapísimos. Lore va con una falda de cuero roja y una blusa blanca de encaje y Abel, madre mía Abel. Se ha puesto la camisa que más me gusta de rayas blanca y rosa y un tejano negro.
—Madre mía, estamos que nos salimos. —Dice Lore a lo que nos reímos.
Al momento empieza a entrar la gente. Hemos puesto comida por si la gente quiere picar algo antes de beber o bebiendo mismo. A la media hora, la casa está a petar de gente, como de costumbre en las fiestas, no conocemos ni a la mitad. La música rebota en mis oídos y decidimos salir al jardín los tres.
—¡Dios mío! ¡Vaya fiestón! —Digo. Bebo de un trago mi cubata. Necesito evadir mi mente durante unas horas. Al rato llega Ian y se incorpora con nosotros. Se acerca a mi oído.
—Vaya fiesta habéis montado.
—¡Lo necesitaba! —Me río. Ya voy un poco contenta y solo son las doce de la noche. Aún queda mucha noche por delante. Esta fiesta me está haciendo revivir cosas de la primera fiesta que hice en casa de mis tíos.
Bailamos todos durante un buen rato y cuando nos cansamos nos sentamos en unas sillas de plástico en el jardín. Abel no para de reírse. Va más borracho que yo. Lore y Tomás no paran de besarse, me dan ganas hasta de vomitar. A lo lejos veo a Iván. ¿Qué hace aquí? Me levanto de un salto y voy hacia donde está. Se sorprende mucho de verme tan directamente pero no duda en sonreírme y depositar un beso en mi mejilla.
—¿Cómo estás? —Consigo decirle. No me salen las palabras después de todo.
—Muy bien ahora que te veo. —Sin quererlo me sonrojo. Parezco estúpida.
—¿Has venido con tus amigos? —Asiente.
—Con los de hip hop. A los otros hace mucho tiempo que no hablo. Ya sabes, malas influencias. —Asiento con la cabeza. —¿Has pensado algo?
—No. —Susurro.
—Está bien. No quiero agobiarte y menos en tu fiesta. —Me da un beso en la mejilla y roza nuestros labios. ¡Quiere matarme! Cierro los ojos ante el tacto y vuelvo a abrirlos a los segundos.
—Ya nos veremos. —Consigo decir.
—En tu cumpleaños. Estaré allí. —Dice antes de que aparezca Lore con cara de mala hostia. No le hace gracia que siga detrás de él. Iván desaparece de nuestra vista.
—¿Estás loca? Deja de amargarte por él y menos hoy.
—Tú sí que estás loca. —Nos reímos. Estamos borrachas al fin y al cabo.
Volvemos con los demás y bailamos sin parar. Ya llevo tres cubatas y dos cervezas. Os juro que me hago un último cubata si no acabaré potando como siempre. Ian hace rato que se ha ido, no se encontraba bien.
Bailo pegada a Abel al compás de la música, luego hago lo mismo con Lore. Me encanta estar aquí y así con mis mejores amigos. A Iván, no le he vuelto a ver en toda la noche. Ni a él ni a sus amigos. Lo más seguro es que se hayan ido. Son las tres de la mañana y la gente aún sigue dándolo todo. Me siento en una silla pero al segundo tengo a Abel encima.
—Va, vamos a bailar. —Insiste de nuevo.
—Abel, si no he parado de bailar en toda la noche. —Se ríe.
—Ni yo. —No reímos de lo borrachos que vamos. Nos juntamos de nuevo y bailamos sin parar durante un buen rato. Pone sus manos en mis caderas y nos movemos al ritmo de la música. Estamos a centímetros. Puedo notar su respiración tan cerca que me entran escalofríos. Se acerca un poco más y pega sus labios a los míos. Le sigo el beso pero le detengo.
—Abel, esto no está bien tú lo sabes. —Asiente lentamente sin separar nuestras frentes. Me roba otro beso. La verdad es que lo ha intentado muchas veces pero ahora, supongo que es por el alcohol, lo veo con otros ojos y no puedo parar de desearlo. ¿Qué me pasa? Parezco una zorra. Intento separarme de él pero no me deja. Tampoco quiero. Le cojo de la mano y lo llevo a un lugar de la casa más íntimo sin tanta gente.
Estampo mis labios encima de los suyos. Abel obviamente me sigue el beso. Poco a poco la situación se está volviendo más caliente. Decidimos subir a mi habitación. Cierro con pestillo detrás de nosotros y vuelvo a besarle. Me coge por el culo subiéndome encima suyo a lo que yo envuelvo mis piernas en su cintura. Dios, hacía tanto tiempo que no me sentía así. Sé que mañana me arrepentiré de esto, pero ahora voy muy borracha para detenerlo. El beso pasa a ser desesperado, como si lleváramos tiempo deseándolo. Me deja en el suelo y desabrocho su camisa. Abel con cuidado tira mi vestido al suelo dejándome únicamente en tanga y tacones. Me mira de arriba abajo y se muerde el labio. Baja sus pantalones y sus calzoncillos dejando a su miembro libre. Ahora la que se muerde el labio soy yo. Nos tumbamos en la cama y baja mi tanga de un tirón. No dejamos de besarnos en ningún momento. Estiro mi brazo y cojo de mi mesita un condón. Se lo pongo con cuidado y él procede a meterla en mi interior.
Dios mío. No puedo parar de gemir. Cada vez, aumenta más su velocidad haciéndome llegar al cielo. A los segundos se escuchan unos golpes en la puerta.
—¡Deni! —Mierda es Iván. —¡Abre la puerta! —Sabía que me arrepentiría tarde o temprano. Abel corriendo se quita el condón y se empieza a vestir. Esto ha sido un completo error. —¡Denise! —Los golpes cada vez son más fuertes. ¿Pero cómo se ha enterado?
Editado el 12/10/2020
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Yo ballet y tú hip hop
Genç KurguElla una profesional del ballet. Él un aficionado al hip hop. Ballet y hip hop, dos tipos de bailes muy diferentes pero a la vez muy iguales. ¿Qué pasaría si su prima estuviera metida en el asunto? ¿Qué pasaría si su ex volviese con ganas de acabar...