Capítulo 40

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Han pasado dos semanas desde que llegó de nuevo Iván y aún no he podido decidir nada. Abel al principio se enfadó un poco conmigo pero al final entendió en que situación me encuentro con Iván. No se separa ni un segundo de mi lado por si me pasa algo y claro, después del viaje a la nieve nuestra relación de amistad ha cambiado, a mejor creo yo. Espero no equivocarme con él, pero me siento viva cada vez que hacemos el amor o cuando simplemente nos sentamos en el sofá a ver una película.

Hoy tengo otra ecografía y le he dicho a Iván que me acompañe. Ya estoy de cinco meses y medio y tal vez cuando le vea en la pantalla pueda ver su reacción más sincera acerca de nuestro hijo. Creo que sí quiero que se haga cargo del bebé, por qué es su hijo al fin y al cabo pero lo que tengo claro es que yo no quiero formar parte de su vida nunca más.

El trayecto hacia el hospital ha sido muy silencioso, hasta incómodo se podría decir. Nunca pensé que podría sentir este odio hacia el hombre que más he querido en esta vida. Es una sensación tan extraña volver a estar con él pero como al principio, como cuando nos conocimos.

Entramos en la sala que me indica la doctora y me tumbo en la camilla. Como siempre, añade el gel y pasa el aparato por mi vientre. Nos indica que miremos a la pantalla y lo primero que hago es mirarle a él. Sonríe al verle y eso me hace cambiar de parecer. Toca la pantalla para señalar donde está su cabecita, su cuerpo, sus manos y sus pequeños pies. Su felicidad no cabe en su cara pero me da miedo pensar que pueda cambiar.

Salimos del hospital y nos dirigimos de nuevo a su coche para volver a casa.

—Es increíble lo grande que es. Se parece a ti. —Dice sin dejar de sonreír. —¿Has pensado como le quieres llamar?

—Byron, Alec o Aaron.

—¿Y Liam? —Añade buscando su coche entre todos lo que hay aparcados.

—Iván. —Susurro. —No has estado en todo este tiempo y ahora quieres decidir el nombre de mi hijo.

—Nuestro. —Dice rápidamente abriendo el coche con el mando.

—De momento es mío hasta que no vea por mis ojos que realmente mereces el título de padre.

—Cómo tú digas Denise. —Menudo capullo. Entramos al coche y pone rumbo a casa de Abel. —Te sigo queriendo Deni. —Dice en el incómodo silencio. —Ahora que he vuelto podríamos intentarlo de nuevo, por nuestro hijo.

—No voy a volver a estar con una persona que me ha engañado y fallado tantas veces tú. No puedo volver contigo por mucho que en el fondo siga sintiendo algo por ti. —Hago una pausa. —Pero ahora todo ha cambiado y ya no soy aquella inocente Deni. Ahora estoy rehaciendo mi vida y me va genial sin ti.

—¿Estás enamorada de él? —Le miro fijamente.

—Eso ahora no importa Iván. La cosa es que yo te puedo perdonar por todo lo que me has hecho, sin embargo nunca podré olvidarlo.

Cada palabra que le digo es una daga hacia mi corazón. Me duele tanto esta situación pero creo que estoy en lo cierto y que por una vez en mi vida uso la cabeza y no el corazón para decidir qué hacer.

...

Marzo.

La primavera ya está a la vuelta de la esquina y eso me hace muchísima ilusión. Sin embargo, todo ha cambiado y estoy feliz, muy feliz de poder compartir mi vida con Abel, con Daniel y con Lore. Ellos son mi familia ahora y bueno, mi hijo está tan grande, ya que parece que explotaré algún día de estos. Seis meses y medio ya, es increíble lo rápido que pasa el tiempo.

Desde que hice los cinco meses que en el conservatorio ya no me dejan asistir a las clases más exigentes. Lo entiendo, pero las echo de menos. Estas asignaturas de este semestre me quedarán para el año que viene. En fin, quien sabe qué me deparará el año siguiente.

Y por fin he cogido la baja por maternidad en el trabajo, no podía más. Aunque sean niñas pequeñas me exijo y las exijo bastante para que algún día puedan llegar a mi nivel.

En cuanto a Iván, la situación sigue igual de incómoda entre los dos y más ahora que está Abel en mi vida y puedo notar como a Iván no le hace ninguna gracia que estemos juntos. Aunque de momento estamos viendo a ver que pasa, dejando fluir las cosas entre los dos. Pero lo que más me ha sorprendido de Iván es que no se ha vuelto a ir y eso me alegra en el fondo, por nuestro hijo. Está super comprometido, me llama casi cada día para saber si estamos bien y me duele pensar como podríamos haber estado si no hubiera pasado aquello.

Todo ha cambiado tanto.

Abel y yo ya hemos montado la habitación del bebé en su casa. Es tan bonita. Blanca con detalles de color tierra para hacerla más cálida y peluches por todos los lados. Le encantará.

Y Lore, hace una semana que lo dejó con Tomás y está destrozada. De vez en cuando la tenemos en casa y no nos molesta en absoluto al contrario, estoy tan feliz de pasar tiempo con ella. Hacía mucho tiempo que no estábamos juntas tanto tiempo y que no dedicábamos tiempo en nosotras.

...

Abril.

Hace un tiempo horrible en Barcelona. Unos días hace un calor abrasador y otros días llueve durante todo el día.

Entre Lore y Abel me han preparado una sorpresa pero no me quieren decir aun que es. Odio las sorpresas.

—Decidme ya que es. —Salimos del coche de Abel y seguimos un camino de piedra que conduce dentro de un edificio enorme.

—Espera pesada. —Dice Abel entrelazando nuestras manos. Entramos al interior del edificio que se trata de un hotel bastante lujoso. Me conducen al jardín donde se encuentra bastante gente conocida.

—¡Sorpresa! —Gritan todos al unísono. Al final de ellos puedo leer en una pancarta "Baby shower"

Están mis amigos del conservatorio, mi profesora de ballet, mis amigos de la infancia, mis primos lejanos, los primos de Iván y él. ¿Qué hace él aquí?

Estoy tan alucinada y feliz por esto. Me acerco a cada uno para darle un abrazo y un beso por poder estar conmigo en este punto de mi vida.

Hay una mesa enorme con una tarta en el medio y diferentes tapas de comida para picar, además de gominolas en forma de chupete y biberones, y muchos globos alrededor nuestro decorando el precioso jardín del hotel.

—¿Qué te parece? —Me dice Abel mirándome directamente a los ojos.

—Esto es precioso. Muchas gracias enserio. —Acerco nuestros labios para fundirnos en un precioso beso.

—¡Pareja venid a ver esto! —Grita Lore entusiasmada. Lore tiene en sus manos un body blanco con pequeñas jirafas repartidas por todo el espacio y en el medio la palabra small.

—Es precioso. —Digo cogiéndolo. —¿De quién es? —Miro a cada uno hasta que Iván decide hablar.

—Mío. —Sale de entre la multitud para venir hacia mi. Se rasca la cabeza sin dejar de mirarme. —Me alegro de que te guste Deni. —No dudo en abrazarle, ha sido un gesto precioso. Noto todas las miradas en nosotros y me incomoda bastante. —¿Podemos hablar? —Me susurra al oído. Asiento con la cabeza y nos alejamos de todos ellos.

—¿Pasa algo? —Digo nerviosa.

—No, todo está bien. —Se despeina un poco para después continuar hablando. —Me alegro mucho de verte feliz Deni. Enserio, pensé que no podría olvidarte, olvidar nuestra historia pero todo avanza a mejor desde que no estamos juntos. —El pecho se me contrae. ¿A qué viene todo esto ahora?

—Iván. —Susurro pero no me deja continuar.

—Deni estoy feliz de que tengamos un hijo juntos. Me hubiera gustado más que estuviéramos en otra situación. —Nos señala. —Pero soy feliz de verte feliz. —Se me cae una lágrima. Me alegra tanto de que al fin podamos hablar así, como hacíamos antes. Seca con cuidado la lágrima y aprovecha para acariciarme la mejilla. —Abel es un buen chico, siempre lo he pensado aunque nunca quise admitirlo.

—Gracias por todo Iván. —Le abrazo fuerte apoyando mi cabeza en su pecho. Noto algo metálico en mi cara y me alejo un poco de él sin llegar a separarnos para fijarme mejor. Aún lleva puesto el colgante que le regalé en su cumpleaños y además el anillo que me regaló de compromiso lo ha enganchado en el mismo collar.

Creo que me desmayaré al final. ¿Por qué hace esto? ¿Me sigue amando? La verdad es que yo le sigo queriendo aunque ya no como antes. Es imposible amarle como lo hacía pero le guardo un cierto cariño por todos los buenos momentos y por nuestro hijo.

Al darse cuenta de lo que estoy viendo se separa del todo de mi y se tapa el collar con su camisa sin dejar de mirarme a los ojos. Son tan profundos sus ojos que puedo ver lo que piensa con solo mirarle. Está arrepentido por todo lo que nos ha pasado y le entiendo, porque en el fondo me hubiera gustado estar con él toda mi vida pasase lo que pasase. Solo él y yo.

...

Mayo.

Estamos a finales de mayo y ya estoy de ocho meses y medio. Estoy deseando que este niño salga ya de mi, no puedo hacer nada con esta enorme barriga y cada vez estoy más cansada.

En dos semanas acabo el conservatorio y no sé como voy a aprobarlo todo con lo que estoy pasando. Lore me está ayudando con todo lo que puede sin embargo, ella también está con sus exámenes finales y no da abasto.

Cojo el bus como cada mañana desde hace meses para llegar a primera hora. Historia de la danza clásica. Parece una asignatura pesada pero realmente es increíble. En medio examen noto como la barriga empieza a contraerse y un líquido empieza a chorrear por mis piernas.

¡Dios mío, he roto aguas! Empiezo a inspirar y a expirar con bastante dificultad debido a mis nervios. Mi amiga del conservatorio, Luna, se da cuenta de que me pasa algo y no duda en venir a mi lado.

—¿Qué está pasando ahí atrás? —Dice el profesor poniéndose de pie. Luna me ayuda a ponerme de pie y recoge todas mis cosas.

—Profesor, he roto aguas. —Digo mirando al suelo. Todos los del aula empiezan a murmurar entre ellos sin hacer nada. Luna al darse cuenta de lo imbéciles que son todos pide al profesor que por favor llame a una ambulancia si no quiere que me ponga de parto aquí mismo.

Eso hace.

Salimos del aula y llamo a Abel.

—Deni qué pasa.

—He roto aguas Abel. —Digo pesadamente. Contracción. Grito del dolor. —¡Abel! —Grito de nuevo. —Nos vemos en el hospital.

Cuelgo sin obtener respuesta. A los diez minutos, la ambulancia se para enfrente del conservatorio y me ayuda a meterme dentro.

Al llegar al hospital me sientan en una silla de ruedas para llevarme a mi habitación. Hasta que no esté lo bastante dilatada no puedo parir a mi hijo. Pero las contracciones cada vez son más intensas y más horribles de soportar por lo que pido la epidural.

Abel está de pie a mi lado y Lore sentada sin dejar de mirarme. Me apoyo en la barra metálica de la cama para arquear mi espalda para así gritar de nuevo de dolor.

—¡Joder! —Grito. —No puedo más, necesito parir ya.

Las enfermeras me han comunicado que el pequeño se ha adelantado un par de semanas, es habitual me han dicho.

Al instante Iván aparece por la puerta más nervioso que yo. Se acerca a mi y me da la mano con suavidad y con la otra me aparta el pelo de la cara.

—Deni, ¿cómo va todo? —Le fulmino con la mirada.

—Todo en su punto. —Dice Lore antes de dejar que le insultara.

—Iván. —Susurro. —¡¿Cómo coño te has atrevido en hacerme un bebé?! ¡¿Tú sabes lo que duele?! —Grito de nuevo apretando su mano con muchísima fuerza. Es como si el bebé quisiera salir ahora que está su padre aquí.

—¡Llamad a la doctora! —Grita Abel poniéndose a mi lado. —Cariño ya viene. —Besa mi frente.

Iván triste se separa un poco de mi dejando que Abel me coja la mano. Quiero que lo viva conmigo. Es nuestro al fin y al cabo, nuestro pequeño.

La ginecóloga viene corriendo hacia mi y me dice que es la hora. La obstetra, una doctora especializada en partos me ayuda a tumbarme en la camilla y les pide a Lore y a Abel que salgan de la habitación para dejar únicamente al padre conmigo. Iván sin saber que hacer se coloca a mi lado y me da la mano. Mientras yo apoyo las piernas en unas superficies metálicas que me hacen abrirlas.

—¡Empuja Denise! —Grita la doctora.

—¡Empuja cariño! —Dice Iván mirándome fijamente.

Grito con todas mis fuerzas empujando a nuestro hijo.

—Un poco más Denise. —Dice de nuevo la doctora.

Y al fin, se empiezan a escuchar llantos. Apoyo la cabeza en la almohada dejando salir las lágrimas de alivio y de alegría. Me ayudan a quitar las piernas de las superficies y al momento, después de limpiarlo un poco, me dan a mi hijo. Le apoyo la cabeza en mi pecho y sus llantos cesan.

—Es precioso. —Digo entre lágrimas. Miro a Iván y está igual que yo. Le toca la cabecita y suspira.

—Qué pequeño es. —Sonríe de oreja a oreja.

Noto que me empiezo a marear por lo que deciden quitarme al bebé de encima. Iván se acerca a mi para decirme algo.

—Te quiero Deni, no lo olvides nunca pase lo que pase. Os quiero a los dos.

Y me desmayo.


Editado el 06/08/2021

Yo ballet y tú hip hopDonde viven las historias. Descúbrelo ahora