Epílogo

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—¡Venga chicas! —Animo a las chicas que me sigan en la clase de ballet.

Eso hacen. Pego un salto para hacer una pirueta en el aire y poder enlazarlo con otro paso más movido y acabar con media pierna en aire.

Al acabar la clase aplaudimos.

—Felicidades chicas. Estoy muy feliz de poder ver como progresáis cada día. Llegaréis muy lejos.

Salimos del estudio y voy directa al parking a recoger mi coche para ir a casa.

Nuestra casa.

Me hace gracia pensar que han pasado quince años después de todo.

Mi vida fue un caos pero pude salir adelante con mucho esfuerzo, nunca tiré la toalla y menos mal. Acabé el conservatorio con mucha dedicación y al finalizar pude formar parte del profesorado de este. Me hizo mucha ilusión cuando me lo propusieron y me encanta enseñar a mis preciosas alumnas, ahora mayores de edad, a seguir formándose. Mientras lo compagino con algunas actuaciones que me surgen en diferentes países de Europa, no me puedo quejar.

Pero eso sí, con la ayuda de mi marido Abel. Quién lo iba a decir, Abel y yo casados después de todo, pero la vida es así. Al final vendimos su casa, ya que era muy grande para los cuatro y buscamos otra de más pequeña, aunque con un buen jardín para que los niños pudieran estar. Aunque ahora Daniel, el hermano de Abel, ya no vive con nosotros. Actualmente tiene veintitrés años y está estudiando en Madrid. De vez en cuando nos viene a visitar pero ya no es como antes.

Y ahora estamos los cuatro solos de nuevo, sí los cuatro. Tuvimos una niña hace cinco años, se llama Adriana y es preciosa. Y en cuanto Alec, algún día lo mataré. Ha salido igual que a su verdadero padre. Ya no físicamente que también, sino su personalidad y eso me mata porque Abel y yo le intentamos criar distinto para que no siguiera su camino pero ni con esas.

Aparco el coche en el garaje y entro en casa.

—¡Alec! —Grito sin obtener respuesta. Estará en el piso de arriba con Adriana. De eso no me puedo quejar, es muy buen hermano y muy protector con ella. Cuando Abel y yo trabajamos y él no se encuentra en el colegio no duda en quedarse con ella para no tener que llamar a la canguro.

Y Lore. Lore se mudó con su novio Mario a Italia, ya que él es de allí, hace unos seis años por lo que perdimos el contacto. No del todo, ya que de vez en cuando, pero muy de vez en cuando nos mandamos fotos de los niños y poco más. Es una pena, la echo de menos.

—¡Alec baja a la cocina! —Vuelvo a gritar. Se escuchan sus pasos apresurados bajando la escalera. —¿Se puede saber dónde vas? —Se sienta en el taburete de la cocina para atarse las bambas.

—He quedado mamá. —Me acerco a él y le doy un tierno beso en la mejilla. —Mamá. —Susurra pasándose la mano por la cara. Cómo ha crecido. A veces echo de menos cuando era igual que Adriana.

—Está bien, pero no llegues tarde a la cena. —Asiente con la cabeza y desaparece de mi vista. Minutos después aparece de nuevo en la cocina. —¿No te habías ido? —Me mira preocupado.

—Hay un hombre en la puerta que pregunta por ti. —Salimos juntos de la cocina para ir a la puerta principal. Abro la boca al verle después de tanto tiempo.

—Deni. —Susurra con media sonrisa en la cara. No sé como actuar después de quince putos años.

—Iván. —Digo sorprendida. —¿Qué haces aquí? —A todo esto Alec está a mi lado sin comprender.

—Mamá, ¿quién es?

—Un viejo amigo cariño. —Le miro. —¿No habías quedado? —Asiente con la cabeza y pasa por el lado de Iván mirándonos extrañados.

—Que se me olvidaba. —Me mira sonriente. —He dejado a Adriana en la bañera. —Se va corriendo.

Lo mato. Pensaba que estaba durmiendo.

Subo corriendo las escaleras dejando plantado a Iván. Entro al baño y la veo dentro con poca agua jugando con sus juguetes. Me acerco a ella y la beso en la cabeza.

—Cariño algún día mataré a tu hermano. Qué susto me ha dado. —Beso su frente y paso una toalla por su cuerpo para sacarla y así secarla. Veo que señala detrás mío.

—¿Quién es? —Miro detrás de mi y está Iván mirando la escena.

—¿Por qué has entrado en mi casa? —Cojo a Adriana en brazos. —No te he dado permiso a entrar.

—Necesito hablar contigo. —Paso por su lado y dejo en su habitación a Adriana.

—Cariño vístete y no salgas de la habitación hasta que mami venga a buscarte. —Asiente con la cabeza y cierro su puerta.

Bajamos las escaleras y le indico que se siente en el sofá. Yo me siento en el sillón que se encuentra diagonal al sofá.

—¿Cómo me has encontrado?

—Mis primos me dijeron que te mudaste aquí. —Asiento con la cabeza.

—¿Y a qué has venido? —Se frota las manos nervioso. La verdad es que está igual que la última vez que lo vi.

—Quiero recuperar el tiempo perdido con mi hijo. —Me río sin gracia.

—¿Y qué te hace pensar que yo quiero que estés con él? —Hago una pausa corta. —Llegas quince años tarde Iván, él ya tiene un padre.

—¡Lo siento! Fui un gilipollas que te abandonó, lo sé. —Se levanta de lo nervioso que está. —Pero me asusté. Vi a Abel y a ti que erais tan felices juntos que no pude soportarlo Deni, y luego al ver a Alec encima tuyo el día del parto me partió el corazón. ¡¿Cómo íbamos a formar una familia los cuatro?! Sobraba uno y ese era yo. —Las lágrimas no dudan en salir, tanto de mis ojos como de los suyos.

—¿Y por qué nunca me lo dijiste? Tuviste tiempo antes de que naciera. —Susurro.

—No sabía cómo. —Hace una pausa. —Pero ahora ya estoy aquí. No he podido olvidaros, ni a ti ni a Alec. —Veo como saca de su cuello el colgante que le regalé juntamente con el anillo de compromiso. No puedo evitar en mirar mi mano y ver el que me regaló Abel hace ya unos años.

Todo habría sido tan distinto.

—¿Sabe que soy su padre? —Niego con la cabeza.

—Cree que Abel es su verdadero padre. —Noto como le cambia la cara al escuchar el nombre de Abel.

—Sigues con él. —Afirma más que pregunta.

—Estamos casados y bueno, tuvimos a Adriana hace cinco años. —Asiente con dolor en la cara. —Tuve que rehacer mi vida Iván, no me quedó otra, tú te fuiste.

—Pero no tardaste mucho Deni en estar de novia con Abel. Me fui por tres meses y cuando volví ya estabas con él. —Se vuelve a sentar.

—No estaba saliendo con él cuando volviste. Pero ya era tarde Iván para que tú y yo volviéramos a ser los de antes.

—Te amé todos los días, incluso ahora. No he podido olvidarte. —Trago saliva. No me esperaba esto.

—Iván. —Susurro. —No puedes venir aquí después de tantos años y decirme todo esto porque yo ya no te amo. Te aprecio como el padre de nuestro hijo pero nada más.

—Tienes que decirle a Alec que yo soy su padre.

—No. No pienso hacer eso, es muy tarde.

—Vive engañado Denise. —Nos levantamos, estamos a punto de saltar uno encima del otro.

—¡Cómo no engañarlo si te fuiste! —Escucho como la puerta principal se abre.

—¡Mamá! —Grita Alec antes de entrar en el salón y vernos a Iván y a mi con tan mal aspecto. —Me he olvidado el móvil. —Iván se acerca a él lentamente.

—No Iván.

—¿Qué pasa mamá? —Dice Alec nervioso. Respiro hondo.

—Alec siéntate un momento, tengo que contarte una cosa. —Eso hacemos. Alec y yo ahora estamos sentados en el sofá e Iván se ha sentado en el sillón. Le toco la rodilla suavemente. —Él es tu padre. —Alec nos mira sin saber qué decir, sin querer creérselo. Abre la boca pero a continuación la cierra rápidamente. Se levanta del sofá y me mira dolido.

—Pero que dices mamá, si mi padre es Abel. —Paso una mano por mi cara. Nunca pensé que llegaría este día.

—No cariño, él es el padre de Adriana. —Susurro con lágrimas en los ojos.

—¡¿Y cuándo pensabais contármelo mamá?! —Grita alterado. Ojalá estuviera Abel ahora mismo aquí. Sabría como controlarlo.

—No chilles a tu madre Alec. —Dice Iván.

—No te entrometas Iván. —Le espeto.

—Alec siéntate por favor. Deja que te lo cuente todo y así podrás entenderme. —Por una vez en su vida me hace caso y se sienta de nuevo pero en el otro sillón vacío.

—Empieza.

—Iván fue mi novio hace muchos años. —Trago saliva al recordarnos juntos como pareja. —Fuimos muy felices el poco tiempo que estuvimos juntos pero entre tanta felicidad había muchas peleas y todas por lo mismo, por las mentiras. —Hago una pausa mirando ahora a Iván. —Me engañó y me falló tantas veces no pude aguantarlo más y le dejé sabiendo que tú ya estabas dentro de mi. —Paso a mirar otra vez a Alec. —Cuando se enteró de que estaba embarazada nos dejó tirados Alec, se fue sin avisarme aunque a los meses volvió con la condición de que se haría cargo de ti, que se arrepentía de habernos dejado. Pero en ese momento yo ya estaba empezando, no una relación como tal pero algo con tu padre, con Abel.

—¿Y qué pasó? —Añade Alec sin dejar de prestar atención.

—Todo iba muy bien hasta que naciste cariño. Iván nos volvió a dejar y yo ya no quise saber nada más de él. Todo lo hice por ti. No he querido nunca que supieras que tu verdadero padre era un cretino que nos abandonó, que no te quería en absoluto porque sino eso no lo hubiera hecho. —Las lágrimas sales disparadas de mis ojos. Revivirlo todo duele demasiado. —Estaba saliendo con Abel y lo mejor que pudimos decidir es que creyeras que él era tu verdadero padre. Nunca pensé que Iván se presentaría aquí después de tantos años.

Alec se encuentra anonadado, sin saber qué decir o hacer. Se pasa repetidamente la mano por la cabeza dejando escapar el aire por su boca. Se acerca lentamente a mi y me abraza fuerte al verme llorar.

—No estoy enfadado contigo mamá. —Hace una pausa. —Entiendo por qué lo hiciste. —Mira fijamente a Iván que también se encuentra con lágrimas en los ojos. —No tienes derecho después de todo lo que le hiciste venir aquí a buscarme.

—Solo quiero conocerte y que me conozcas como soy realmente. Quiero recuperar el tiempo contigo Alec. —Me mira fijamente. —Nunca he dejado de amar a tu madre y me arrepiento cada día de lo que pasó. —Iván y yo sabemos a lo que se refiere. A la violación. Si eso no hubiera sucedido tal vez Iván y yo seguiríamos juntos.

—Pero yo no quiero conocerte Iván. —Alec dice fríamente. —Aunque tengamos los mismos genes, tú nunca has sido mi padre. El que me crio, el que me alimentó, el que me cambió los pañales, el que me ayudó a montar en bici y a nadar fue Abel, no tú.

Como puedo me limpio las lágrimas y me levanto del sofá para ponerme junto a Alec que está de pie junto a la puerta del salón.

—Ahora tengo una familia de verdad Iván, donde tú ya no formas parte. —Hago una pausa. —Le hemos contado la verdad y Alec ha decido que no quiere formar parte de tu vida. Ahora te pido por favor que te marches y no vuelvas nunca más por aquí. —Le acompañamos a la puerta principal.

—Lo siento por todo Deni, de veras. —Sus palabras son sinceras. —Quiero que tengas esto Alec. —Se quita el colgante del cuello y saca el anillo que me regaló para luego volvérselo a poner. Alec le tiende la mano e Iván le entrega el anillo. —Una vez fue de tu madre y aunque hayas decidido que no quieres que forme parte de tu vida, yo quiero que tengas esto. Por favor.

Miro detenidamente el anillo en la mano de Alec. Cierro los ojos y recuerdo el momento.

>Flashback<

—Cierra los ojos. —Eso hago. —A la de tres abre los ojos. Uno. —Pausa. Dos. —Pausa. —¡Y tres!

—Denise Bennet, ya sé que estos últimos meses no han sido los mejores de nuestra vida, no creo que podamos olvidar todo lo que ha pasado en este tiempo pero sé que podemos superarlo juntos. Por eso te pido que volvamos a ser los que éramos, ¿aceptas? —Sonrío como una tonta mientras asiento con la cabeza.

—¿Y el anillo? —Me hago la tonta. Se pone de pie para quedar cara a cara mientras sonríe pícaro.

—¿Quieres casarte conmigo? —Mi boca en estos momentos llega hasta el suelo. Pensé que me diría de salir de nuevo como novios, ¡no esto! —No digo que nos casemos ahora, pero en unos años podríamos si tú quieres claro.

—Claro que quiero Iván. Te amo.

—Te amo Deni.

>Fin del flashback<

Salgo del trance y veo que Iván me mira sin saber que más decir. Seco la lágrima que se desliza por mi mejilla.

—Es hora de que te vayas Iván. —Asiente con la cabeza sin dejar de mirarnos. Cierro la puerta después de ver como se aleja de nosotros.

Alec al verme destrozada me abraza fuerte.

—¿Qué quieres que haga con el anillo mamá? —Dice sin saber qué hacer con él.

—Quiero que lo guardes muy bien, es el único recuerdo que tendrás de él y de mi estando juntos.

Se escucha en el piso de arriba una puerta y al momento Adriana baja con cuidado las escaleras. Al vernos con mala cara nos abraza.

—Mami te quiero mucho, no quiero verte llorar. —La cojo y me seca con sus pequeños dedos las pocas lágrimas que quedan. Con la mano libre empujo a Alec contra mi para fundirnos los tres en un precioso abrazo.

—Os amo mucho hijos míos. —Beso sus cabezas. —No os cambiaría por nada en esta vida.


Editado el 08/08/2021

Yo ballet y tú hip hopDonde viven las historias. Descúbrelo ahora