37: La microSD, ciudad en caos.

56 10 18
                                    



Estábamos en Oaxaca, habíamos pasado días buscando alguna señal de Dante, pero parecía que no había rastro de él, Anastasia no había dicho que se habían movido hacia Tuxtla Gutiérrez donde parecían estar parados en una zona céntrica.

— Estamos en Santo Domingo ingenio, a Tuxtla son más o menos tres horas y pico. — Comentó Asael rápidamente mientras revisaba su celular.

— Podemos alcanzarlos. — Habían pasado 6 días desde que salimos en búsqueda de Dante, estaba cansado, pero no importaba con tal de encontrar a Dante y ayudarle, él no debía cargar con todo el peso él solo. Además, también sabía que yo tenía parte de la culpa ya que Mateo me la había confirmado Dante sabía que yo podía y estaba dolido por eso. Bernardo se puso en marcha mientras yo me ponía unos lentes de sol.

— ¿De nuevo te vas a hacer el ciego? Llevas todos los días poniéndote esas gafas de sol. — Preguntó.

— No, pero para que te lo sepas, a pesar de que puedo ver, mi visión es muy delicada. Tengo que ponerme los lentes porque simplemente no puedo soportar el reflejo del sol, hay una alta posibilidad vuelva a quedarme ciego, pero aún así tomé el riesgo. — Comenté enojado y mirando hacia el frente.

— Debieron haberte dicho eso antes de la operación, entonces ¿Por qué lo hiciste si sabes que vas a volver a quedarte ciego? — Volvió a preguntar Bernardo.

— Te vuelves muy preguntón cuando agarras confianza. — Fue lo único que dije estirando mi mano para encender la radio del auto, sonando una canción ranchera.

"No puedo creer, que cuando se ama, la confianza se llegue a perder.
Y tú no haces nada, por quedarte a defender... Y yo quiero saberlo de una vez.
Defiéndete..."

— Reynaldo Gasca, no sé qué le habrá pasado... Pero tiene la boca llena de razón en su canción. — Bernardo dijo y yo solo me quedé viendo el camino pasar sin responder nada. Dejando que la canción continuará. Mientras avanzaba el tiempo me estaba aburriendo más, ya que no había paradas en el camino y tampoco no quería hablar con el conductor por lo que saqué la caja donde estaba el arma del abuelo de Dante. — Ese no es un juguete. —

— Lo sé, solo que nunca he tenido un arma en mis manos. — Respondí.

— Y por eso mismo es mejor que no la agarres Daniel, no vaya a ser que la dispares por error. — Bernardo parecía mi papá prohibiéndome hacer algo, me traía recuerdos algo malos de aquel tiempo.

— No acercaré mis manos al gatillo. — Dije y fue que saqué el arma, pero al momento de alzarla un poco brusco noté que la tela donde recostaba la pistola se había rasgado un poco. — Mierda. — Dije mirando detenidamente la tela y en ese momento fue que descubrí algo, y eso era que aquella tela rasgada era un fondo falso minuciosamente escondiendo algo detrás, un pequeño cuadro. — Bernardo, una micro SD estaba oculta en la caja de la pistola — Dije mostrando entre mis dedos la pequeña memoria.

— ¿Qué? ¿Una memoria? No sabía de eso. — Comentó extrañado sin dejar de mirar el camino.

— Checaré que es lo que tiene. — Comenté sacando mi celular y utilizando un pequeño alambre que tenía en mi cartera saqué mi chip y mi memoria externa, intercambiando esta última con la memoria que me había encontrado. — Bien, al parecer no hay nada en esta memoria, ni fotos, ni videos, ni audios. —

— ¿No hay nada? Entonces ¿Por qué don Bernardo ocultaría esa memoria tan bien? —

— Oh espera, hay un archivo de Word. Al parecer es mucho porque mi celular está tardando. — Fue casi un minuto, pero por fin abrió dicho documento dejándome petrificado lo que estaba escrito en la primera hoja.

La luz de mis ojos (Historia LGBT) (~2Temp ~)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora