43: La melodía del amor verdadero

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Darío Rivero se había ofrecido para ayudarme a acercarme a Dante, pensé que iba a hablar con él o a hacer alguna actividad, algo serio que nos pusiera a mí y a Dante frente a frente y por fin poder hablar acerca de nuestra relación, que equivocado estaba.

— ¡El que no tomé es puto! ¡El que no tome es puto! — Lo que habían hecho el dueño y sus amistades es juntarnos a todos y bebernos botellas de mezcal. Todos parecían beber más que por diversión o gusto parecían estar en una competencia.

— Todos ellos han bebido conmigo, pero ninguno a podido ganarme siempre soy el último de pie cuando ellos caen derrotados por el alcohol. Venga... — Dijo Darío moviendo sus manos en señal de reto. — Venga, ya estoy viejo, tengo un corazón operado, pero aun así resisto el alcohol mejor que ustedes. — En ese momento los ojos del dueño de Luna Café se concentraron en Dante. — Ja, al parecer esos músculos son solo de adorno. —

— ¡¿Qué dijiste?! — Gruñó enojado el hombre tomando todo el mezcal de su pequeño vaso.

— Je, eres un perro que gruñe, pero ni siquiera meas las llantas. Te recuerdo que he sido el único que te he dejado noqueado y puedo volver a hacerlo. Ahora es mi turno de regresarte todo lo que me dijiste en el panteón, hombre de pocos pantalones que no piensa en lo que verdaderamente importa. — Parpadeé un par de veces al mirar el rostro de Dante ponerse rojo del coraje. — Aww, se enojó el niño malo. — Comentó en tono de burla. — Eres un zángano. ¿Crees que no sé lo que pasó hace 8 años? Lo que ocurrió hace semanas en la plaza comercial y lo Tuxtla. — Todos abrimos los ojos petrificados de lo que estaba comentando a Darío. — Debería darte una golpiza por poner en peligro a Leo, a Daniel y por tener al filo a mi hijo y a mis empleados, pero sabes ¿Por qué no dije nada? —

— Papá, tu... — Damián intentó intervenir, pero la mano de su padre lo detuvo con una expresión de enojo.

— Dijiste que yo era el peor ejemplo de persona para todos y no lo niego, tienes razón. Sin embargo, tu eres peor, de familia de narcos, con antecedentes mentales, sin salida de negocio... La gente te aprecia y te quiere, tú les correspondes, pero simplemente los usas para calmar tu soledad, tus miedos, tus mentiras... Lo puedo ver en tus ojos, tienes esa sed de sangre, de matar, pero aun así te quedas a lado de los que amas para llenar ese hueco de afectividad que necesitas como si fueras un niño pequeño... Daniel no debería de estar luchando por ti, lo mejor para él es abandonarte y seguir con su vida. — En ese momento Darío se levantó y acercó su rostro al de Dante encarándolo con una sonrisa malvada. — El único destino de Daniel a tu lado son 3 metros de tierra sobre su tumba, porque en cualquier momento por tu culpa acabará muerto. —

Dante no lo soportó, se levantó soltando un puñetazo a la cara del dueño quien cayó al suelo fuertemente debido al impacto del golpe. — ¡DANTE! — Todos nos levantamos, yo comencé a abrazar su cuerpo con fuerza, sintiendo como quería ir a seguir golpeando. — ¡Basta Dante! — Levanté mi vista y miré aquellos ojos, eran los mismos que vi en el rostro de Anastasia, de todas aquellas personas en medio del tiroteo, comencé a sentirme triste. — No, Dante... — Tomé su rostro e hice que me mirada. — No te vuelvas como ellos, Dante. — Mis lagrimas comenzaron a caer y fue entonces que aquella expresión de enojo y furia cambió mostrándome a un hombre asustado y preocupado, sujetando mi rostro mientras limpiaba mi llanto.

— No llores Daniel. Te he herido de nuevo... — Comentó y yo respondí negando con mi cabeza.

— No lo hiciste. — Bajé mis manos, para sujetar las suyas y comenzar a caminar fuera de la cafetería, ni siquiera vi el estado de Darío, ni la reacción de los demás. Cerré mis ojos y comencé a caminar con Dante de mi mano.

La luz de mis ojos (Historia LGBT) (~2Temp ~)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora