11: La Jaula de Daniel (3ra Parte)

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— Me sorprende un poco que quieras conocer de noche el parque que te mencioné. ¿Por qué? — Pregunté curioso, la sonrisa de Daniel no se borraba de su rostro mientras seguíamos caminando.

— La verdad, es que quiero buscar un lugar especial. Un lugar donde pueda ir sin ayuda de nadie, y donde sé que nadie me molestará, ya que algunas veces necesito un momento a solas. — Respondió sereno mientras continuábamos caminando, yo estaba debajo de la banqueta mientras Daniel se encontraba caminando con su bastón sobre la acera, memorizando el camino.

— En la siguiente esquina giraras a tu derecha y cruzaras la calle. Es una calle pequeña, pero aun así ten cuidado al cruzar, si puedes pedir ayuda, mejor. — Comenté.

— Entendido capitán. — Reía mientras bajaba de banqueta y caminaba por la calle a la otra banqueta. — ¿Por dónde debo de continuar? —

— Derecho, das unos 5 o 6 pasos y a tu mano derecha sentirás un gran árbol. — Daniel siguió mis indicaciones, su mano derecha sintió lo rugoso se la corteza del árbol. Con su bastón continuó caminando de frente y fue entonces que pudo reconocer bancas que había, con voz baja continuó caminando y a la vez contando las bancas que iba pasando.

— Cinco. Aquí sentémonos, Dante. — Comentó con una sonrisa.

— ¿Aquí? — El chico tomó asiento y yo lo hice a su lado, era un parque pequeño, pero que contaba con árboles grandes que cubrían parte de todo el terreno.

— ¿Podrías describirme el lugar por favor? — Volteé extrañado de la petición de Daniel, pero no lo cuestioné. — Todo lo que veas, a tu izquierda, a la derecha, atrás, delante y arriba... Dame detalles para poder imaginarme mi lugar especial. — Comencé a observar detenidamente todo el lugar.

— Delante de nosotros hay otra banca, con una jardinera detrás de esta donde se ven algunas flores y hay un enorme árbol. Detrás de nosotros hay otra jardinera y otro gran árbol. —

— Si, puedo escuchar como el viento mueve las ramas de los árboles y el sonido de hojas caer. Puedo sentir que es un lugar tranquilo. —

— Seguiré diciéndote que hay alrededor. A la izquierda de la banca hay un pequeño poste de luz y la derecha hay lo que parece ser una fuente para aves. — Nos quedamos en silencio.

— De seguro está seco. — Comentó.

— Así es. — Ambos comenzamos a reír divertidos de la situación.

— ¿Y arriba? ¿Qué hay arriba de nosotros Dante? — Volvió a preguntar con curiosidad.

— Bueno, es el cielo. Hay un espacio entre las copas de los árboles que hay aquí, se pueden ver las estrellas, las ramas hacen un marco que te deja ver las estrellas. — Me quedé viendo como aquel paisaje estaba encima de nosotros, era como hipnótico ver lo brillante de las estrellas. Era la primera vez que me dejaba tan cautivado ver el cielo nocturno.

— Se escucha demasiado bello. — Volví en sí viendo como la cabeza los ojos de Daniel apuntaban hacia el cielo. — Sabes, cuando era niño me gustaban muchos las estrellas, siempre me subía a la azotea de mi casa a la mitad de la noche para poder verlas, me fascinaba hacerlo y sentirme un superhéroe con el poder de las estrellas infinitas. Mis padres me compraron un telescopio sencillo para que yo pudiera estar verlas. Fue entonces que un día salimos de viaje y me subí a un avión. Estaba anonadado de poder estar en el cielo, un poco más cerca de las estrellas a las que tanto veía y tambien me fascinó ver el mundo desde lo alto, como éramos tan pequeños en comparación a todo lo demás, la figuras y las luces de las ciudades. Fue entonces que a medida que iba creciendo, lo tenía claro, quería volar en los aviones porque estaría un poco más cerca de las estrellas y al mismo tiempo sería testigo de la inmensidad del mundo y conocer todo de este. — Lentamente la mirada del chico bajó y miré sus lágrimas caer por sus mejillas.

La luz de mis ojos (Historia LGBT) (~2Temp ~)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora