10: La jaula de Daniel (2da Parte)

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Los días sin Dante fueron difíciles, más pude sobrevivir y avanzar un poco más en mi camino. María José y Gabriel eran dos ciegos al igual que yo que trabajaban en el centro de atención múltiple, ellos comenzaron a hablar conmigo y logré comprender un poco más rápido el Braille. Cada uno me dio su confianza, entendía lo que sentía, continué hablando con ellos por horas diciéndoles mis sueños, mis miedos y lo que era estar rodeado de oscuridad para mí.

— A veces siento una pesadez en mi cuerpo, no sé cómo explicarlo, es como si... —

— Nada de lo que estás viviendo es real, como si se tratará de un sueño interminable. — Escuché la voz de la chica y solo asentí.

— Así es, puedo sentir y escuchar, pero sin poder ver lo que está a mi alrededor es como si cada día hubiera un límite como una jaula. Siento miedo que un día pueda ocurrirme algo por el simple hecho de no ver. —

— Es entendible Daniel. — Gabriel comenzó a hablar. — Nosotros pasamos también por cosas parecidas, es una carga pesada porque a pesar de que tratamos de salir adelante, siempre estamos conscientes de todo lo que nos perdemos por el hecho de que no podemos ver. Yo ni siquiera sé cómo luce mi hija, sé que es una pequeña personita de cabello de lacio y bastante alegre. Pero a pesar de imaginarme un rostro sonriente, estoy consciente que ese tal vez no es el rostro de mi hija y es duro, pero por ella misma tengo que luchar y salir adelante. Mi hija, mi esposa, mi madre... Todos ellos son la luz que hace un poco más clara la oscuridad. —

— Yo estaba estudiando fotografía cuando de repente mi vista se fue yendo poco a poco, me encantaba fotografiar a las personas, el atardecer desde mi casa, a mi mamá. Este mundo de oscuridad en el que vivimos los tres es demasiado, pero por eso mismo nosotros no hemos vuelto fuertes. Yo ya no puedo fotografiar, pero puedo ayudar a los demás a encontrar el camino que yo pude crear con esa es la luz que ilumina nuestro mundo un poco. Daniel, lo que necesitas encontrar es esa razón para poder avanzar y soñar nuevamente. — Me quedé pensativo de sus anécdotas y la forma en la que hablaban tan centrados, su voz me hacía imaginarme a dos personas fuertes que siguieron caminando a pesar de nuestro estado, ellos habían encontrado eso que decían con tanta esperanza en las palabras.

— Una luz... Que iluminé mis ojos. — Susurré y un nombre se me venía a la mente. — Dante. —

*

— Dante es la persona que te gusta ¿No es así? —

— ¡¿Qué quién?! ¡¿Dónde, cuándo?! — Me alteré al escuchar las palabras de Gabriela, quien comenzó a reír.

— Te he pedido escribir unas frases acerca de tu día a día y pusiste varías cosas que estoy leyendo con mis manos: "Dante me soltó y por fin pude dar un paseo yo solo" "Dante comió conmigo mientras platicábamos de nuestras familias" "Estuve haciendo ejercicio con Dante y fue agobiante" Todo se trata de Dante. — Sentí vergüenza y solo noté como mi cara estaba caliente.

— No sé de lo que hablas, Dante es un gran amigo para mí. — Traté de escudarme.

— ¿Lo es? No puedo verte, no puedo ver tus palabras, pero puedo sentir el sentimiento que hay en cada letra. Puedo notar que ese chico Dante es la razón de que tu comenzaras a avanzar, a querer aprender cosas. —

— No solo eso, fue la primera persona que me trató y se esforzaba por hacerme estar cómodo y normal, cuando le dije que quería recuperar un poco mi independencia, él no dudo y comenzó a apoyarme. Me sacó a pasear, a hacer ejercicios, me presentó a Miriam y por él estoy aquí. Como no enamorarme de una persona que se preocupa de esa manera por mí, que me comprende tan bien que sabe que hacer cada día para que no me sienta como un ciego... Aunque sea por unos segundos. — Me quedé sorprendido de lo que acababa de decir, llevé mis manos a mi boca pensando en lo que había dicho, yo... Había dicho que estaba enamorado de Dante.

La luz de mis ojos (Historia LGBT) (~2Temp ~)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora