Hoy nuestra protagonista tendría un día muy atareado. Te encontrabas de camino a una entrevista de trabajo, la cual empezaría dentro de quince minutos. Era muy temprano por la mañana, las ocho para ser exactos. Por tu parte, no parabas de mover tu pierna nerviosamente y ver cada dos por tres que tu maquillaje estuviera perfecto.
Aunque la joven no se tenía una gran confianza, era una gran escritora. Los libros fueron su pasión desde niña.
Tratas de convencerte a ti misma de que la historia que habías mandado a la editorial londinense hace unos días era asombrosa, trabajaste en ella por meses, meses de desvelo, innumerables tazas de café y ojeras debajo de tus ojos pardos. No había otra opción, la editorial tenía que aceptarte.
—Disculpe señorita, ya hemos llegado—. El hombre que conducía el taxi te saca de tus pensamientos. Es en ese momento en el que ves el imponente edificio y toda la valentía que estabas reuniendo desde esta mañana se desvanece en menos de un segundo.
Con manos algo temblorosas buscas dinero en tu bolso, le entregas la cantidad acordada al taxista y le agradeces el viaje. Ya fuera del vehículo te quedas estática en la acera, te encuentras algo dudosa sobre lo que pasará dentro de unos minutos.
El leve viento de esa mañana lograba hacer que el cabello castaño de la casi veinteañera se removiera.
Sientes un pequeño escalofrío recorrer tu cuerpo de arriba a abajo.
—Okey, okey, no entres en pánico, es solo una entrevista, ya haz hecho esto antes, tranquila.— Expresas, tratando de darte aliento a ti misma. Esta es la quinta entrevista del mes, en las dos primeras quisieron cambiar por completo la historia que les habías mandado, eso sin duda te indignó. En las siguientes entrevistas no aceptaste la mísera paga que te ofrecieron, sabías lo que valía tu tiempo y dedicación, hubo más que lágrimas y noches de desvelo para completar aquel libro de trescientas páginas.
¿La excusa de aquellos hombres y mujeres que te entrevistaron? Simple, eras una escritora joven y sin ningún tipo de experiencia, se arriesgaban mucho en publicar uno de tus libros.
Aunque no lo admitieras, todo eso te lastimó. Siempre soñaste con publicar una de tus tantas historias, por eso fue que estudiaste fervientemente estos últimos años.
No podías evitar pensar que todo había sido en vano.
¿A quién querías engañar? Seguro algo saldría mal, como siempre. Muy pronto se terminarían tus ahorros, no tendrías otra opción más que vender tu lindo departamento y mendigar por las calles de Londres el resto de tus días.
La joven sacude su cabeza, tratando de sacar esos horribles pensamientos de ella.
No podías seguir con esa negatividad. ¿Qué diablos te pasaba? No te quemaste el cerebro en la universidad por cuatro años para que una pequeña entrevista te desequilibrara así como así.
Fuiste de las mejores de tu clase, era momento de demostrar tu valía. Alzas la cabeza con nuevas fuerzas y entras al edificio.
Recorres con la mirada el vestíbulo, hasta que clavas tus ojos en una chica que aparenta tener tu misma edad o puede que con algunos años más, se encuentra detrás de un escritorio, está completamente concentrada en la computadora que tiene enfrente suyo. Te acercas a ella y carraspeas suavemente.
—Buenos días, soy _____ _____ y tengo una entrevista con el señor Jones dentro de unos minutos—. Le entregas una pequeña sonrisa a la recepcionista y ella te la devuelve.—Por supuesto, suba al ascensor y vaya al último piso, ahí se encuentra la oficina del señor Jones, en un momento la atenderá.
Agradeces las indicaciones y te diriges hacia tu destino. Presionas con uno de tus finos dedos el último botón, el treinta. Te miras en uno de los espejos y arreglas un poco tu ropa, que consiste en una falda negra levemente ceñida, una blusa celeste, un abrigo largo y unos pequeño tacones del mismo color que la falda, acompañado de un ligero maquillaje, nada exagerado.
El sonido de las puertas al abrirse te obligan a salir de aquel elevador. Al entrar a la oficina del señor Jones te sientes levemente intimidada y fuera de lugar, aquella habitación grita la palabra "caro" en cada bendito rincón. Procedes a sentarte en un sillón de cuero negro que se encuentra a tu derecha.
La joven no para de plantearse una y mil situaciones que pueden pasar, algunas de ellas razonables como otras completamente fuera de lugar. En poco tiempo el hombre al que esperas llega a la oficina.
—Buenos días, señor Jones—. Te levantas rápidamente para estrecharle la mano, él te corresponde el saludo cordialmente.
Es un hombre algo mayor, de unos cincuenta y algo, de cabello algo canoso, pero que seguro en su juventud fue de un hermoso color castaño. —Buenos días, señorita ______—. Te brinda una pequeña sonrisa—. Por favor, venga a mi escritorio.
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Solo dame un minuto (Tom Hiddleston y tú)
Fanfiction-Mientes-. Reunes todas tus fuerzas para que tu voz no tiemble.-¡Estás mintiendo! Los azules ojos que alguna vez habías visto con amor se encontraban llorosos y desesperados. Arrugas el entrecejo al notar un fuerte dolor en tu pecho. A pesar de todo...