Capítulo Ⅵ

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—Ya puedes salir, acabo de abrir la puerta.

Thomas empieza a bajar del auto y tú te quedas estática en tu sitio. Volteas rápidamenta y en efecto, la puerta está abierta. Completamente roja, bajas del vehículo.

El rubio, con su pequeña venganza hecha, sonríe. Por supuesto que sabía lo que había provocado en ti. ¿Cuántas veces más te haría sonrojar este hombre para estar satisfecho? Solo él sabía la respuesta.

Ambos se encaminan hacia el vestíbulo. Miras a Thomas de reojo, te sientes tan avergonzada, ¿cómo pudiste creer que te besaría?

Tú no lo sabías, por supuesto, pero esa idea sí que se le paso fugazmente por la mente del londinense, pero rápidamente la aparto, no iba a hacer algo tan estúpido como seguir un impulso, no sería lo correcto.

Tu cerebro era un caos. Sus labios estuvieron a escasos milímetros de tocarse y si tan solo tú te hubieras inclinado un poco... Sacudes la cabeza. A penas y nos conocemos, él es todo un hombre y yo con suerte he pasado la adolescencia, pensaste.

Él era tan elegante, tan educado, tan inteligente, tan...

—¿_______? ¿Estás escuchándome?— La voz del hombre a tu lado rompe tu maraña de pensamientos. 

Esta vez lo miras directamente, algo apenada, alzas la cabeza. No sabes como comportarte a su alrededor, eres un manojo de nervios cuando estás a su lado.

Él baja su mirada hacia ti.

—Discúlpame, estaba en otro mundo. ¿Qué me decías?— Diriges los ojos hacia tus zapatos, su mirada es demasiado intensa como para que puedas aguantar ver sus lindas esferas celestes cual océano por tanto tiempo.

Thomas, en cambio, no quiere que sigas esquivando su mirada. Mantiene a raya el impulso de acercar su mano a tu mentón para levantar tu rostro. ¿Qué estaba pasando con él?

—Quería disculparme contigo—. Frunces levemente el ceño. ¿A qué se refería con eso? No recordabas que hubiera hecho algo que mereciera pedir una disculpa.

—¿Por qué?— No era un secreto, el inglés era un completo ángel, ¿por qué pediría disculpas?

—No te escribí para nuestra próxima cena, acaso tú... ¿lo olvidaste?— Pregunta con algo de temor. Trataría de ocultarlo, pero se sentiría tan decepcionado que así fuera.

Detienes tu paso abruptamente. 

—¡No! Claro que no, nunca olvidaría algo tan importante—. Respondes con algo de desesperación al notar el pequeño tono de desilusión del rubio, el susodicho da media vuelta sobre sus pies y se acerca a ti.

—¿Importante?— Un pequeño destello de emoción surca su voz. La noche hace que sus facciones se vean más marcadas, la tenue luz de los faroles de la calle bañan parte de su bello rostro.

Te quedas embelesada al verlo, sin saber que tú tienes el mismo efecto en él. Por alguna razón que el ojiazul desconoce, le pareces completamente encantadora en todos los sentidos posibles.

—E-Emm, si, quiero decir...

El actor acorta la distancia que hay entre ustedes, invadiendo tu espacio personal nuevamente, ¿esto es algo normal para él?, ¿es que acaso no nota lo mucho que ese gesto te altera?

Lo único que busca el londinense son tus reacciones, le fascina ver como te sonrojas, el como te pones nerviosa, el como empiezas a tartamudear, le fascina que todo eso sea a causa de él.

—No te preocupes, entiendo lo que quieres decir. Otra vez, le pido disculpas, señorita _______—. Dice el rubio con sinceridad. Se sintió muy cómodo contigo aquella noche y odió no poder siquiera escribirte al menos un mísero mensaje y odió la idea de que tú pensaras que él fue quien se olvidó de ti.

Solo dame un minuto (Tom Hiddleston y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora