Capítulo ⅩⅩⅤⅡ

98 12 2
                                    

Estabas en la sala de espera del aeropuerto de Londres con una bebida caliente entre tus manos, no tenías ni idea de lo que era, pero sabía delicioso.

No estabas nerviosa, ansiosa o preocupada, puede que tu serenidad se debiera al lindo hombre rubio que tenías al lado. Su cálida mano estaba sobre la tuya y su dedo pulgar se encarga de acariciar tu piel en círculos continuos.

La suavidad de la yema de sus dedos te derretía.

Estabas completamente segura de que si Tom no se hubiera empeñado en acompañarte, no estarías de aquel modo tan pacífico.

Le darías las gracias como se debía más tarde.

Cambias tu mirada de la salida en la cual todos los pasajeros del avión tendrían que pasar, a los calmados ojos azules de tu acompañante en aquel primer encuentro. Apreciabas que él estuviera a tu lado.

Su delicioso aroma estaba impregnado en tí, habías pasado estos últimos días en su departamento junto a Max. Nunca te habías quedado a dormir más de una noche en la casa de alguien, pero lejos de ponerte nerviosa el hecho de que compartieran el mismo techo por unos días, estabas sumamente feliz.

El mismo día que le contaste la situación en la que te encontrabas con tu "familia", te pidió que te quedaras con él hasta el día en que ellos llegaran. Había notado lo mucho que la idea te inquietaba, es por ello que quería pasar el mayor tiempo posible contigo para tratar de animarte y que pudieras afrontar todo lo que se te vendría encima con la misma fuerza que siempre tenías.

Aquellos días estuvieron llenos de alegría y amor. No eran una pareja como tal, pero extrañamente se trataban como una. Durmieron en la misma cama, se turnaban para hacer las comidas del día o a veces las hacían juntos y por las noches Tom te acompañaba a pasear a Max.

Se negó a que fueras sola pasadas las nueve y no le importó tus reproches. Él sabía perfectamente que cualquier paparazzi podía verlos y captarlos con el lente de su cámara, pero la preocupación que tenía por tu seguridad era más grande que cualquier otra cosa.

Además, ya no le importaba mucho que los vieran juntos. Había pasado el tiempo y siendo sincero consigo mismo, cada día estaba más decidido a convertirte oficialmente en su novia. Desde que Evans te ofreció a salir algún día con él, algo en la cabeza del londinense se activó.

Imaginó que aquella salida ya había sucedido, pero hasta la fecha no se atrevía a preguntar qué pasó y tú tampoco tocaste el tema con él.

Tiempo después, se dió cuenta de algo, era muy obvio, pero no sé había puesto a pensar en ello como correspondía.

Eras ____________. Perfecta, tanto por dentro como por fuera. Cualquier ser que tuviera un poco de cerebro caería ante tí y seguro que muchos de ellos serían mejores partidos que él.

La idea le revolvía el estómago.

Aunque sonara egoísta y algo posesivo, te quería para él y solo para él. No pensaba permitir que alguien te arrebatara de su lado, no ahora que se había dado cuenta de lo importante que eras en su vida.

Te necesitaba a la misma magnitud que el oxígeno que ingresaba por sus fosas nasales y llegaba a sus pulmones. No quería despertar un día más en el que no estuvieras a su lado. Anhelaba tu amor como un completo loco.

Porque eso es en lo que se había convertido gracias a tí. Un loco.

Loco por tus besos, por tus caricias y por tu linda sonrisa que era capaz de iluminar su día entero. Desde el primer instante marcaste un antes y un después en el enamorado rubio. Fue inevitable para él, el sentimiento que albergaba su corazón por tí era cada vez más y más grande.

Solo dame un minuto (Tom Hiddleston y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora