Capítulo Ⅻ

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Los rumores no paraban de circular por las redes, todo internet se estaba volviendo loco a causa de la noticia.

Habían distintas opiniones, algunas fans estaban encantadas, otras, en cambio, hacían todo lo que estuviera en sus manos para descubrir quien era aquella víbora que les estaba robando a su bello rubio.

Las preguntas respecto a "la chica misteriosa" en las entrevistas de Tom no se hicieron esperar. El pobre respondió vez tras vez que eras solo una amiga y que la cena no tuvo ninguna intención de ser romántica, aunque en el fondo deseara que todo aquello fuera mentira.

Se negó profundamente a revelar quién era su acompañante de ese día. No permitiría dar ninguna pista sobre ti, te protegería de aquel mundo en que él se vio envuelto poco a poco sin darse cuenta.

Con el pasar de las semanas te habías convertido en una de sus personas favoritas, saliendo de vez en cuando a explorar las hermosas calles de Londres, temiendo que en cualquier momento se vieran interrumpidos por algún paparazzi.

Aunque hacían todo lo posible por ser discretos, era inevitable que en algún momento los vieran juntos y ese momento sucedió, exactamente hoy.

Ambos estaban caminando tranquilamente mientras comían helado y al ver que tenían tu sabor favorito en uno de los locales de la calle le suplicaste al ojiazul que entraran.

Londres no era exactamente el lugar más cálido del mundo, pero Tom no pudo resistirse a la mirada que le lanzaste.

Metes la cucharita de madera en la bola de helado y el sabor de este revoluciona tus papilas gustativas, era delicioso. Tom también prueba el suyo, sin duda volvería a regresar aquel sitio, el helado estaba buenísimo.

El atardecer bañaba por completo tu rostro, logrando deslumbrarte con su brillo. Posas tu mano libre a la altura de tu frente para lograr ver más allá de tus pies, el actor suelta una risa ante la mueca de disgusto que haces.

Tus ojos comienzan a lagrimear a causa de la fuerte luz y maldices en voz alta mientras pestañeas rápidamente para disipar aquel líquido.

—Linda, ¿estás bien?— Aunque sonara extraño, te habías acostumbrado a que el londinense te llamara de esa forma o con otros apodos igual de cariñosos.

Como lo hacía todo el tiempo, suponías que era algo normal en él, al fin y al cabo, lo habías escuchado llamar a sus fans de aquella forma en las entrevistas o cuando se topaban con una por causalidad, aunque en esos casos tú los escuchabas a escondidas, para evitar más "malentendidos".

En fin, con el pasar de los días los mini ataques cardiacos que te provocaba el actor, cesaron... Bueno, más o menos.

Sentías un revoltijo en tu estómago cada vez que lo escuchabas decirte "linda", "cariño" o "pequeña". ¿Cómo culparte? Cualquier mujer se desvanecería de tan solo tener al británico enfrente suyo.

Sonríes levemente. Intentando, nuevamente, que el líquido parara de brotar de tu vista.

—Si, es solo que mis ojos son demasiado sensibles ante la luz y lagrimean con mucha facilidad—. El inglés asiente, liberándose de aquella preocupación que lo había embargado en menos de un segundo, pensó que estabas llorando.

Sin previo aviso, te toma de un hombro para que pararas tu caminar. Extrañada, alzas tu mirada hacia él.

Ahora, su hermoso rostro estaba también cubierto por completo con la luz solar. El rubio te extiende su helado de cono y tú lo tomas con duda mientras él te brinda una sonrisa dulce.

Mete una de sus manos al bolsillo derecho de su abrigo, y saca unos lentes de sol.

Con sumo cuidado, como si temiera hacerte algún daño, te quita tus lentes de siempre y te coloca los suyos en el puente de tu nariz. Tú y tu cansados ojos agradecen aquel amable gesto.

Solo dame un minuto (Tom Hiddleston y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora