Abres tus ojos con pereza y lo primero que notas es que no estás en tu departamento. Te levantas de sopetón y examinas cada rincón del nuevo espacio en el que te encuentras.
Una ráfaga de recuerdos viene a tí y sientes un pequeño nudo en la garganta al rememorar lo que pasó hace unas horas.
Unos suaves golpes en la puerta te hacen sobresaltar un poco.
—Buenos días ____________.
Chris entra en la habitación con una cálida sonrisa, pero rápidamente esta se borra al ver tu rostro, el cual estaba bañando en lágrimas.
—Y-Yo... Lo siento, e-es que...—Hipeas sin ningún tipo de control.
Tratas de limpiar tus lágrimas con el dorso de tus manos, pero te es imposible. Pensabas que ya no tenías más llanto que expulsar, pero tal parece que estabas equivocada.
Agachas tu cabeza y cubres tu rostro como puedes.
Chris ya había hecho mucho por tí. No solo te había ofrecido una breve estadía en la habitación del hotel en el que se hospedaba, sino que también te había dejado dormir en su propia cama, apostabas a que el pobre había pasado toda la noche en el sillón de la sala.
Sientes unos cálidos brazos enrollarte, a la vez de una leve caricia en tu espalda.
—No tienes porqué disculparte.
El rubio podía comprender perfectamente tu dolor. Al igual que tú, la persona que había estado en su corazón le había fallado hace mucho. Sabía que, con el pasar del tiempo, lo superarías, pero, por el momento, lo único que podía hacer era consolarte y darte palabras de aliento, el resto dependía de tí.
No supiste muy bien cuantos minutos pasaste llorando en su hombro y preferiste no saberlo. Te encontraste lo suficientemente avergonzada con él como para no verle el rostro cuando terminaste con tu llanto.
—¿Tienes hambre?
Asientes suavemente, aún con la mirada baja.
Una triste sonrisa se forma en sus labios. Se adelanta a la cocina para que tengas un poco de intimidad.
Te diriges al baño que está dentro de la habitación y te miras en el espejo que tienes ante tí. Haces una mueca y la vergüenza se acentúa en tu ser con más fuerza que antes. Tus ojos estaban inyectados en sangre, tu nariz se encontraba completamente roja y tu cabello estaba hecho un desastre. Las lágrimas volvieron a asomarse, pero esta vez fue por lástima.
Sentías lástima de tí misma. Jamás te habías visto tan patética.
Abres la llave del grifo y formas un cuenco con las manos. El agua fría adormece tu piel, pero eso no te impide seguir con tu intento de quitarte los rastros del maquillaje de la noche anterior.
Secas tu rostro y te miras al espejo por última vez.
Tuerces tus labios para formar una falsa sonrisa. No lo consigues. Dejas caer tus hombros tras un largo suspiro. Peinas tu cabello lo mejor posible con tus dedos y enjuagas tu boca ante la ausencia de tu cepillo.
Sales de la habitación y te diriges a la cocina. El lugar era enorme, tal vez el doble de tu departamento.
El aroma de huevos revueltos y tostadas calientes llega a tu nariz. Era increíble como tu cuerpo no se ponía al corriente con tus sentimientos, tu estómago rugiente te demostraba aquello.
Algo cohibida, te acercaste a la encimera de la cocina y te sentaste en un banco alto. Chris ya había puesto la comida enfrente tuyo. El rubio te mira con una pequeña sonrisa mientras termina su jugo de naranja.
ESTÁS LEYENDO
Solo dame un minuto (Tom Hiddleston y tú)
Fanfiction-Mientes-. Reunes todas tus fuerzas para que tu voz no tiemble.-¡Estás mintiendo! Los azules ojos que alguna vez habías visto con amor se encontraban llorosos y desesperados. Arrugas el entrecejo al notar un fuerte dolor en tu pecho. A pesar de todo...