Capítulo ⅩⅤⅠ

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—Shh, tranquila, respira... Aquí estoy— Te susurra con suavidad, mientras acaricia tu espalda lentamente.

Tu mano tiembla al momento en que esta se posa sobre su pecho y se aferra con fuerza a su camisa.

Su calor, sus caricias y sus palabras son como el analgésico perfecto, haciendo que poco a poco te tranquilices.

¿Tom era una clase de superhéroe o algo así? ¿Cómo era posible que apareciera cada vez que necesitabas ayuda?

—Ven, vámonos—. Tomas una de sus manos con desesperación, tenías el presentimiento de que si dejabas de sentir su calor volverías al punto de partida.

La verdad es que, aunque no lo necesitaras, el londinense no iba a soltarte, era algo que no volvería a hacer nunca más.

Con paso firme, el hombre de rubios cabellos se abre camino entre el gentío, puede que la afilada mirada que ahora tenía en el rostro ayudara un poco a su cometido.

Varios gritos y exclamaciones de sorpresa se escuchan a sus espaldas, pero al británico le tiene sin cuidado lo que piense la gente sobre ustedes.

Lo único que rondaba en su cabeza era la joven que tenía envuelta entre sus brazos, algo le decía que esta no era la primera vez que te pasaba algo así.

Al momento en que llegaron al auto, como siempre, él abrió la puerta para ti y tú te montaste en el vehículo con rapidez.

No sabías donde te estaba llevando y esa era la última de tus preocupaciones.

Si, ya no tenías problemas para respirar, pero el temblor en tu cuerpo seguía vigente.

Algo que notó el ojiazul.

A los pocos minutos, estaciona su auto a un par de calles más adelante y apaga el motor de este.

—_________, mírame.

Su firme, pero al mismo tiempo suave voz entra en tu canal auditivo.

Levantas la mirada lentamente y conectas tus ojos nerviosos con los suyos.

—L-Lo siento mucho, yo...

Las cálidas manos Tom se acercan a tu rostro y sus pulgares comienzan a limpiar las lágrimas que no habías notado siquiera que habían salido de tus ojos.

Muerdes tu labio inferior, evitando que este tiemble.

Te sentías como una completa tonta. ¿En serio estabas llorando delante suyo? No podías ser más patética.

Haces todo lo posible por retener las lágrimas, pero el miedo que sentiste hace apenas unos momentos regresa a tu cabeza, queriendo atormentarte.

En contra de tu voluntad, el bendito líquido salado sigue saliendo de tus cansados ojos.

—Hey, está bien... No tienes que disculparte, déjalo salir.

La dulce sonrisa que te entrega termina por quebrarte.

A los pocos segundos, tus mejillas están completamente empapadas, sin mencionar la rojez de tu nariz a causa del llanto.

El ojiazul te extiende un pañuelo y lo tomas con timidez.

Odiabas mostrarte débil ante las personas, no te gustaba que la gente supiera cuando te lastimaban, pero con Tom las cosas se tornaban diferentes.

Por primera vez, agradeciste no estar sola en ese lapso de debilidad, aunque eso significara que él te viera en tu peor momento.

Limpias tus lágrimas y lanzas un suspiro.

—Lo siento.

—¿Te han dicho que te disculpas demasiado?— Una suave sonrisa se asoma en sus finos labios.

Solo dame un minuto (Tom Hiddleston y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora