Capítulo ⅫⅠ

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Jugueteas con tus manos algo nerviosa. Los fotógrafos y reporteros llegarían en unos minutos.

El señor Taylor te había informado hace unos días que habría una ronda de entrevistas para el reparto, incluyéndote, obviamente.

Por poco y diste un grito digno de una fan a punto de sufrir un ataque cardiaco. El bendito elenco de "Thor: Un mundo oscuro" iba a estar sentado junto a ti, en el mismo lugar, en la misma mesa, respirando el mismo aire que tú.

Cada vez que veías a un actor entrar a la sala sentías como tu corazón amenazaba con salir de tu pecho, tuviste que limpiar varias veces tus manos sudorosas sobre tu vestido para poder saludarlos. 

Amablemente te habían advertido el tipo de preguntas que seguramente harían los entrevistadores y del cuidado que debías tener al responder. Agradeciste sus consejos con una sonrisa.

Todos eran tan amables. Ahora podías afirmar que los actores no solo eran encantadores en la gran pantalla, sino, también, fuera de ella.

McFeely, estaba a tu derecha, hablando con su compañero de al lado, mientras que el asiento de tu lado izquierdo aún estaba vacío.

Das un pequeño vistazo a la placa dorada que hay en la mesa, al lado de la tuya, algo curiosa por ver que maravillosa persona se sentaría a tu lado.

Tom Hiddleston.

Das un suave suspiro de alivio, al menos tendrías a otra cara conocida cerca.

Aunque, siendo sinceros, lo que más te calmaba es que pudieras pedirle ayuda con la mirada al rubio sin parecer una completa tonta. Ya habías platicado con él respecto a este día.

Tom se hacía una idea de lo nerviosa y asustada que estarías, así que la noche anterior, en una de sus llamadas nocturnas, te prometió que haría todo lo posible para ayudarte si te veía en algún aprieto.

Aún podías oír su exquisita voz a través de tu teléfono.

"Tranquila, pequeña. Si me necesitas, ahí estaré para servirte".

De tan solo recordar la forma en la que dijo aquellas palabras, como si estuviera compartiendo un pequeño secreto contigo.

Fue tan jodidamente sexy.

Escuchas unos pasos detrás tuyo, no necesitas voltear para saber quién es, reconocerías aquella deliciosa fragancia donde sea.

—Buenos días, hermosa—. Unos tibios labios se posan sobre tu mejilla izquierda, provocándote un pequeño escalofrío, pero eso no evita que le entregues una reluciente sonrisa al londinense.

Sus ojos te recorren de pies a cabeza.

Te veías perfecta con aquel vestido de color borgoña, contorneaba tu esbelta figura a la perfección, tus zapatos negros de tacón estilizaban tus largas piernas. El maquillaje que llevabas era simple, pero eso era de las cosas que que más le gustaba de ti.

Su mirada desciende, sin poder evitarlo, a tu escote. El cual no era exagerado, pero para Tom eso era lo de menos, no era muy común verte con uno, sus ojos lo sabían bien.

Aprietas los labios para no reír.

Ya habías probado de primera mano que Tom Hiddleston no era un hombre, exactamente, "santo".

—Solo días, bueno estás tú—. Susurraste en su oído.

La risa nerviosa del ojiazul no se hace esperar, lo cual provoca una pequeña sonrisa de malicia en tu rostro.

Él y tú habían entrado en bastante confianza estos días, gracias a los mensajes y llamadas que compartían de vez en cuando y por supuesto, los numerosos paseos, haciendo que poco a poco te sintieras más cómoda a su lado, hasta el punto de poder hacerle "bromas" de ese tipo al actor.

Solo dame un minuto (Tom Hiddleston y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora