Capítulo Ⅲ

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Escuchas la estruendosa alarma de tu teléfono, abres los ojos y algo desorientada te diriges hasta el bendito aparato. Son las siete de la mañana.

Maldices entre diente por no haber apagado tu dispositivo antes de irte a dormir. Max también se despierta y comienza a estirarse en la cama, le sonríes y te dispones a acariciarlo.

—Buenos días, bonito—. Mueve su colita. Al menos alguien si que se despierta de buen humor por las mañanas.

Te diriges hacia el baño de la habitación, pones tu lista favorita de canciones y te das una ducha rápida, tiempo suficiente para hacer que toda la pereza desaparezca. Hoy es sábado, así que no hay trabajo para ti.

Sales de la ducha, te pasas por todo tu cuerpo una de las tantas toallas que tienes en el pequeño armario del baño y enrollas una más pequeña en tu cabello. Te miras en el espejo que tienes encima del lavabo, no haz cambiado casi nada en estos últimos años, no eres una chica con unas super curvas, como comúnmente se asocia a las mujeres latinas, pero a tu parecer no estas mal, tus piernas son largas, tu busto no es pequeño, pero tampoco es prominente, tu piel es algo morena, tus ojos son oscuros, acompañados de unas cortas pestañas, tienes una frente algo pequeña, una nariz recta y labios gruesos.

Lo último mencionado es tu parte favorita, la mayoría de mujeres en aquel país tienen los labios finos, así que en cierto modo te sentías algo especial por esa parte de tu rostro.

Te tomó algo de tiempo, pero haz logrado quererte a ti misma. A tus cortos diecinueve años eres una mujer relativamente segura de si y estas muy orgullosa de todo tu progreso para llegar en donde estas. Vives en un bello departamento en Londres, estudiaste en una prestigiosa universidad, casualmente la misma que tu amor platónico y ahora tienes un buen trabajo. No puedes pedir nada más en este mundo.

Te esparces crema corporal por toda tu piel y te secas el cabello con descuido mientras "Call Me Maybe" suena a todo volumen. Te peinas y te amarras la cabellera.

Regresas a tu habitación y te colocas tus lentes negros, sin ellos estas perdida en esta vida. No entiendes como pudiste olvidártelos anoche.

Anoche...

Sonríes para tus adentros. Decides que le escribirás a Thomas después de desayunar para preguntarle si por la tarde estará libre. Volteas hace la silla de tu escritorio, ahí se encuentra su chaqueta ya lavada y seca, buscas una bolsa de papel para guardarla.

Te recorre un pequeño escalofrío al tocar la tela, se te vienen todos los recuerdos de ayer, la voz de Thomas era tan intensa, todo en él te hace recordar a Tom Hiddleston, aunque es prácticamente imposible que sean la misma persona, Londres es inmenso ¿qué probabilidades habría?

Sacudes tu cabeza, ese bello actor británico te está haciendo perder la poca cordura que te queda. Metes la chaqueta en la bolsa y la dejas en tu cama, abres el closet que se encuentra empotrado a unas de las azules paredes y sacas un pantalón corto con una camiseta grande y unas medias largas, perfecto para estar en casa un fin de semana por la mañana. Te pones ropa interior y lo ya mencionado encima de esta.

Sales de tu habitación y Max te sigue. Le colocas algo de comida y agua en su plato.

Abres tu nevera y piensas en lo que puedes ingerir este día. Grande es tu decepción cuando ves que el electrodoméstico esta prácticamente vacío. Tendrás que ir compras más tarde. Agarras lo poco que queda de yogurt y una manzana verde que se encuentra al fondo de la nevera, los pones en la barra de tu cocina, vas hacia la alacena y sacas la caja de cereal que se encuentra ahí, por suerte tienes lo suficiente para hoy.

Colocas un plato y una cuchara enfrente tuyo, hechas el cereal primero, para segundos después dejar caer el yogurt. Como tiene que ser, le duela a quien le duela. Te sientas en uno de los tres bancos que hay en la cocina, decides encender la TV para matar el silencio sepulcral que hay en el lugar. Aparece el canal de noticias ante tus ojos.

—...confirmado por el mismísimo director, habrá una segunda película del tan aclamado Thor, sin duda hay miles de fans que están encantados con la noticia, pero díganos señor Taylor ¿quiénes serán las personas que se encargarán de escribir tan maravillosa historia?

—Me alegra que preguntes, serán Christopher Markus, Stephen McFeely, unos guionistas excelentes—. Aparecen fotos de ellos en la pantalla, sonriendo. Sin duda son un gran dúo—, y también estará _____ _____, es la más joven de todos, tiene un gran talento, espero y logre tener una grata experiencia en este proyecto tan nuevo para ella—. Que hombre tan dulce, es la primera vez que tu cara sale en las noticias y la verdad se te hace algo extraño, pero sus palabras te tranquilizan bastante.

—Wow, pero que equipo, les deseo la mejor de las suertes señor Taylor... —Dejas de prestar atención a lo que dicen, te preguntas si tu padre estará viendo las noticias ahora, no tuviste ni tiempo de darle la enhorabuena. Aunque el hombre de cincuenta años esté en el hospital no deja de preocuparse por su querida hija.

Terminas tu desayuno y apagas la TV.

Sacas a pasear a Max, afortunadamente no hay gente rondando por aquellas calles tan temprano, así que no te preocupa que alguien te vea con las pintas que traes. Cuando estas a punto de entrar a tu departamento te encuentras con Nick. Le sonríes. Max corre a saludarlo, empezando a brincar de un lado a otro para que lo cargue y eso es lo que hace tu amigo.

—Buenos días, galletita—. El castaño suelta una carcajada, el apodo proviene de una galleta latinoamericana llamada Nik., algo parecido al nombre del castaño. Él siempre te dice que le encanta cuando hablas español, así que lo usas recurrentemente cuando está a tu lado, aunque la gran parte del tiempo el pobre no tenga ni idea de lo que hablas.

—Buenos días para ti también, brincesa—. Aguantas la risa, es tan gracioso cuando intenta hablar tu idioma.

Princesa, Nick, es princesa—. Lo corriges de forma divertida, tu amigo es todo un personaje. A pesar de que tiene unos cinco años más que tú se llevan bastante bien, es como el hermano mayor que siempre quisiste tener.

Lo que dije, brincesa.

Ambos ríen. Lo observas por completo, está con ropa deportiva, así que supones que irá a correr como últimamente lo está haciendo.

¿Te gustaría acompañarme?— Te dice con una sonrisa burlona, sabe que el ejercicio nunca ha sido lo tuyo, si tan solo supiera que él día de ayer corriste como una desquiciada por un extraño, aunque ahora no tan extraño, de voz seductora.

—Ja, ja, muy gracioso, hoy paso, gracias—. Te cruzas de brazos, no está dentro de tus planes perder medio pulmón por culpa suya.

—Nunca quieres salir a correr conmigo, eres una pésima amiga.— El castaño hace un puchero, ruedas los ojos divertida.

—La última vez que te acompañé por poco y muero, cuando tú das un paso, yo tengo que dar dos—. Nick es unos doce centímetros más alto que tú, no es mucha la diferencia, pero al momento de correr el castaño es otra persona, corre como si su vida dependiera de ello y para ti es imposible seguirle el paso.

—Oh, vamos, esta vez seré más cuidadoso e iré a tu ritmo ¿si?— Te da una mirada suplicante y pone la carita de tu cachorro a su lado, maldices los ojitos verdes de ambos y en especial a la cara de borrego a punto de ser degollado de tu amigo.

—Okey, te acompañaré, pero solo una hora, quiero ir a visitar a mi padre—. Con todo el tema de las entrevistas fallidas no pudiste visitarlo tan recurrentemente, extrañabas los abrazos, aunque algo débiles, de tu padre.

Las cosas eran mucho más fáciles antes de que llegaran a Londres, a veces te culpabas de que tu padre estuviera postrado en esa maldita camilla, tal vez, si no hubiera tenido que trabajar como un loco para pagar tus estudios habrían notado aquella asquerosa enfermedad a tiempo.

—Como usted ordene, mi señora—. Hace un saludo militar, bufas. Nick es un tonto, pero en el buen sentido, es un amor de persona, lo conoces desde que te mudaste a tu actual departamento, estuvo a tu lado cuando tu padre cayó enfermo, cuando sentías que ya no podías más y querías abandonar todo. Es de los pocos hombres que haz dejado entrar a tu vida y no te arrepientes de ello.

—Pasa y siéntate, voy a cambiarme—. Nick asiente como respuesta, cierras la puerta de tu departamento y vas hacia tu habitación. Buscas en tu closet y por suerte encuentro algo de ropa deportiva, un polo de tirantes blanco y un chándal negro, buscas tus zapatillas negras y te las pones. Vas hacia la sala donde se encuentra tu amigo jugando con Max.

—Lista—. Dices mientras te haces una improvisada coleta alta, Nick te mira y se queda en silencio.

El castaño se queda embobado al verte, le fue inevitable no enamorarse de ti, no pudo evitarlo. Trató y trató pero los sentimientos hacia ti solo se hacían cada vez más fuertes, con cada abrazo, con cada sonrisa, con cada palabra cariñosa de tu parte sus sentimientos solo se hacían más fuertes.

Sabía que estaba perdido, sabía que tú tenías suficientes problemas en esa cabeza tuya como para que él agregara uno más. Como sea, no se quejaba, prefería mil veces seguir siento tu amigo a hacer algo estúpido y arruinar todo.

—¿Pasa algo? ¿Mi ropa tiene una mancha?— Estiras tu camiseta para poder verla bien y no notas suciedad alguna.

Nick simplemente ríe, si tan solo superas que con tu mera presencia es suficiente para dejarlo de aquella manera, como un completo estúpido, un estúpido enamorado.

—Estas perfecta, vamos—. Le sonríes, tomas las llaves de tu casa, te despides de Max con un beso y sales junto al castaño.

Todo estuvo bien por los primeros veinte minutos, sorprendentemente le estabas siguiendo el ritmo a tu amigo, un gran logro para ti, pero para tu desgracia poco a poco  te fuiste quedando atrás. Sin darte cuenta el castaño ya estaba a unos buenos metros de distancia.

Cuando Nick lo nota, se detiene y voltea a verte. Estas con tus manos apoyadas en las rodillas, intentando recuperar oxígeno para tus pobres pulmones. Escuchas su risa, levantas la mirada, el maldito te mira con una cara de burla completa. No permitirás que eso se quede así.

Sin que se lo espere, con las energías algo recargadas, corres hacia él y saltas encima suyo, te enganchas a su cuello como si fueras algún tipo de koala. El grita sorprendido. Se tambalea ligeramente, pero recupera el equilibrio en un segundo, rodea con sus brazos tu cintura. Su corazón bombardea completamente desbocado.

¿Es que el mundo lo estaba castigando por alguna atrocidad que había cometido en su vida pasada? Tenerte tan cerca, pero no del modo en el que le gustaría era un completo martirio. Trató de controlarse y no desprender un sonrojo que se viera de aquí a China.

—¡______! Si pesaras más estaríamos tirados en el piso y me habrías roto lo que hago llamar columna vertebral, muchas gracias—. Sueltas una carcajada, como siempre tan exagerado.

Te remueves al sentir como te resbalas ligeramente. El castaño maldice en todos los idiomas que conoce, pero trata de actuar como si nada pasara, como si su corazón fuera de piedra, cuando en realidad esta hecho de gomitas.

—Ya, ya, no chilles nena, estás en una sola pieza.

Nick te mira a los ojos, dispuesto a vengarse, notas un pequeño destello de malicia en ellos.

—¡No, Nick! ¡Ni se te ocu...!— Tarde, él castaño empieza a dar vueltas sobre si mismo y tú te apegas con más fuerza a su cuerpo, es en ese momento en el que tu amigo se arrepiente de su pequeña travesura, la jugada le salió mal.

—¡Si me sueltas te juro que no sales vivo de esta!— Nick solo se ríe de tu clara desesperación, poco a poco disminuye su velocidad, hasta que por fin se detiene y te deja en el suelo, a salvo.

Mareada, te tambaleas un poco, al igual que él.

—¿Cuántos años tienes? ¿Cinco?

—Y medio—. Te responde con una sonrisa inocente. 

—¿Esto es con lo que me pagas después de haberte ayudado con tu cita fallida?—. El ojiverde no tiene ningún tipo de suerte con las mujeres, creo que eso está claro. Al intentar olvidarte decidió tener algunas citas y cada vez que tenía una siempre salía algo mal. La chica era muy intensa, el ambiente era incómodo o justo en medio de la salida comenzaba una lluvia torrencial, cualquier cosa que se imaginen le había ocurrido al castaño.

Pero su última cita sin duda se lleva el premio más grande a la peor de todos los tiempos.

Quedó en un restaurante super elegante a las ocho con una chica, la tipa vino borracha y gritando a los cuatro vientos, por frutos del alcohol en su sistema, pensó que Nick era su ex, el cual al parecer la había engañado. Un completo espectáculo.

Nick te llamó desesperado, pidiéndote que vinieras para que hablaras con la arpía, como él mismo la había llamado, ya que la señorita no entraba en razón y cada vez que tu amigo intentaba explicarle que estaba equivocada, ella se ponía más histérica.

¿El final? La pobre terminó en la comisaría por desorden público y una orden de alejamiento por parte de tu amigo.

¿Moraleja? No tengan citas a ciegas. Nunca.

—Ay, por favor, no me lo recuerdes—. El castaño hizo una mueca de desagrado. Esa fue la última cita que decidió tener, se había rendido, ninguna chica se comparaba ni un poco a ti, eras lista, linda, graciosa, amable, trabajadora, eras perfecta.

Ni en un millón de años sería capaz de encontrar a alguien que te igualara, él lo sabía y cualquier persona que te conociera siquiera un poco también se daría cuenta de ello.

Sueltas una carcajada ante su expresión.

—Oye, te noto más feliz que de costumbre ¿hay algo que debería saber?— Nick acerca su rostro un poco al tuyo mientras entrecierra los ojos. Te conocía a la perfección, no podías mantener nada en secreto para él.

Hubo ocasiones en las que pensabas seriamente que leía tus pensamientos, no era normal que supiera que te pasaba y que necesitabas en los momentos más cruciales de tu vida. ¿Un mal examen? Vamos por un helado, ¿tu padre recayó? Estoy aquí para que te desahogues, ¿no podrás sacar a pasear a Max esta semana porque estarás estudiando? Yo me hago cargo. Nick era un completo amor contigo.

—Ah, nada importante, es solo que estás hablando con una de las guionistas de la próxima película de Marvel, nada más—. Miras tus uñas con fingido desinterés.

—¿¡Qué!? ¡¿Cómo!? ¿Sabes qué? No importa ¡felicidades!— Nick se abalanza a abrazarte con fuerza, esos abrazos tan típicos de él, tus favoritos. Le regresas el gesto con una gran sonrisa.

Es lindo ver como el castaño se emociona por ti y que esta reacción se genuina, no por pura hipocresía. Siempre era así, sincero, era una de las cualidad que más te agradaba de él.

—Ayer fue mi primer día, fue... fantástico, estoy tan feliz—. Tu amigo notó la gran pasión con la que hablas, se sentía tan orgulloso de ti, sabía que lograrías grandes cosas, merecías el mismísimo cielo.

—En serio me alegro mucho por ti ¿Por qué no cenamos esta noche para celebrar?— Propone el castaño igual de exaltado que tú.

Tu sonrisa se hace aún más grande ante sus palabras. El chico de ojos verdes era un completo genio.

—Claro, me encantaría ¿En la pizzería y hora de siempre?— Tenían la costumbre de cenar en una pizzería italiana que se encontraba cerca de su edificio, para ustedes era la mejor de todo el país.

Todos los acontecimientos importantes los festejaban ahí, aquel establecimiento estaba lleno de recuerdos para ambos, era su lugar especial.

Eso le encantaba al castaño, nunca llevó a ninguna de sus amistades ahí, quería que se mantuviera como algo suyo, algo que no podría ser compartido con nadie más, solo tú y él.

 —Ni lo dudes, brincesa.


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Sonríes cuando entras a casa, Max te recibe con lloriqueos. Dejas las bolsas de tus compras en la barra que hay en la cocina, abrazas y llenas de besos a tu cachorro.

Tu padre por poco y brinca de alegría al escuchar que tenías trabajo, hubo un par de lagrimas de por medio. Al parecer las cosas están calmándose poco a poco, el cuerpo de tu padre ya no estaba rechazando el tratamiento, pero aún no podían gritar victoria, el doctor dijo que todo dependería de los próximos meses.

Siempre fue un hombre fuerte, sabías que él lo lograría.

Te metes en la ducha, sientes las gotas de agua caer sobre tu cuerpo, inmediatamente te relajas, te quedas así por unos largo minutos, esto es lo que necesitabas después de la maratón que te hizo correr Nick.

Maratón...

Correr...

¡¡Thomas!!

Se te olvidó por completo escribirle esta mañana. Sales de la ducha, te aplicas rápidamente tu crema corporal con olor a vainilla y entras a tu habitación. Ves la hora en tu teléfono, son las seis de la tarde.

Buenas tardes, Thomas, soy _____ ¿Estás libre?
6:03 p.m.

Ahora solo queda esperar a que responda. Decides cambiarte de una vez, unos jeans azules, una blusa blanca, unos botines y una chaqueta larga, el frío de Londres no es ningún juego mis queridos amigos.

Te ves en el espejo, no te vendría mal un poco de maquillaje, solo algo básico. Te pones tu sombra favorita en el párpado, te pasas rímel por las pestañas, un poco de labial y estas lista.

Te colocas tus lentes negros para poder verte mejor. Sonríes ante tu reflejo en el espejo de cuerpo completo que tienes en la espaciosa habitación.

Te gusta lo que ves.

Escuchas como llega una notificación a tu teléfono, el inconfundible oppening de tu anime favorito suena por unos segundos. Desbloqueas el aparato y te diriges a la bandeja de mensajes. Es Thomas.

Buenas tardes para usted también, señorita _____, respondiendo su pregunta, estaré libre dentro de una hora ¿le parece si nos encontramos en el parque donde nos conocimos?
6:21 p.m.

Está bien, nos vemos ahí :D
6:22 p.m.

:)
6:22 p.m.

Al ver la carita sonriente en su mensaje sonríes, te parece algo adorable.

Te diriges nuevamente a tu baño para secarte el cabello. Aún te queda tiempo, así que decides ver uno o dos episodios de algún anime. Sin darte cuenta los minutos pasan y el reloj de tu sala marcan las siete y diez, será mejor que salgas de una vez, no es de tu agrado hacer esperar a las personas.

¿Y para que mentirnos? Mueres de curiosidad por ver el rostro de Thomas, por culpa de tu mala visión no pudiste apreciarlo bien.

Te cuelgas un bolso negro en el hombro, tienes todo lo necesario en el, un libro, audífonos, dinero, toallas higiénicas, papel desechable, la llaves de casa y gas pimienta.

Antes de salir ves uno de tus frascos de perfume, dudas un poco pero al final te lo aplicas, el dulce aroma de este se impregna en tu piel. Te despides de Max, el cual ya fue paseado por ti hace unos minutos no tendrías que preocuparte por él por lo que restaba de la noche. Revisas que tenga comida y agua.

Sujetas la bolsa donde está la prenda de Thomas y sales de tu departamento.





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Espero que estén disfrutando de su lectura, sé que por el momento no hay nada interesante, pero les aseguro que en los próximos capítulos las cosas se pondrán más "intensas".

En fin, solo queda ser pacientes. Estoy pensando en actualizar dos veces por semana, así el transcurso de la historia no se sentirá tan lenta para ustedes.

Sin más que añadir, su humilde escritora se despide, nos leemos en el próximo capítulo.

Solo dame un minuto (Tom Hiddleston y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora