Capítulo ⅩⅪⅡ

136 12 1
                                    

—Gracias otra vez por cuidar a mi pequeño, Nick.

Le entregas una pequeña sonrisa al castaño, el cual te regresa la expresión forzosamente. Sus verdes ojos se desvían por breves segundos al actorcito que se encontraba sentado en uno de los muebles del salón junto a Max.

El cachorro, que ahora no era tan pequeño, dio brincos de felicidad e innumerables lloriqueos cuando te vio atravesar la puerta de tu departamento. De un solo salto pudo llegar a tus brazos sin la necesidad de que lo tuvieras que tomar entre ellos. Unas pequeñas lágrimas se asomaron por tus ojos cuando notaste lo mucho que aquel ser que esperaba todos los días tu llegada había crecido tanto.

Por parte de Nick, ni siquiera había notado la presencia de Tom cuando te vio entrar a tu hogar y, al igual que el cachorro, se lanzó hacia tí para estrecharte en un afectuoso abrazo. Obviamente, tú correspondiste aquella cariñosa bienvenida sin dudarlo. Habías extrañado con todo tu ser a esos dos, la enorme sonrisa y los pardos ojos brillosos que poseías lo demostraron.

El inglés que se encontraba a tus espaldas se limitó a observar la escena. No pensaba interrumpir su encuentro, pero no podía evitar sentir aquella desagradable sensación en el estómago, producto de los celos que lo estaban carcomiendo.

Cuando el castaño reparó en su presencia, la radiante sonrisa que tenía en el rostro se desvaneció casi por completo. Te apartaste lentamente de Nick para entregarle una apenada mirada a tu... Un momento.

Tu cerebro empezó a procesar aquella información lo más veloz que pudo. Tom y tú no habían hablado sobre ello, ni siquiera le habías dicho expresamente lo que sentías por él y acababan de, bueno, no era necesario mencionarlo, ¿verdad?

Sacudiste tu cabeza, no tenías por qué angustiarte por una simple etiqueta. Además, podían hablar sobre ello esa misma noche.

Ambos se saludaron. Tom, tratando de ocultar la sonrisa de satisfacción que quería asomarse en sus labios al ver el descolocado semblante del ojiverde. Y Nick, tratando de entender el porqué aquel hombre te había acompañado hasta tu departamento. No era necesario analizar en demasía la situación. Era obvio que habías estado con el rubio y que él era el causante de que no estuvieras en tu hogar a tan altas horas de la noche.

Aunque eso había pasado hace unos cuantos minutos y tu contrariado amigo ya había vuelto a su departamento, la tensión seguía vigente en la atmósfera o al menos tú aún podías sentirla mientras cerrabas la puerta con suavidad.

¿Ahora cómo se supone que saque el tema?

No habías visto la hora hasta ese momento, pero apostabas que ya eran más de las doce de la noche. La baja temperatura de tu hogar podía respaldar esa idea.

—Amm... ¿Te apetece comer algo?

Te sentías sumamente extraña y no entendías el porqué. Hace tan solo unos minutos estuviste entre los brazos de aquel sensual rubio sin ninguna queja de tu parte.

Sus ojos viajaron rápidamente hacía tí, recorriendo tu cuerpo de arriba a abajo en una lenta inspección. Pasó su lengua por la comisura de sus labios, para, posteriormente, sonreír con picardía.

Por tu parte, no pasaste por desapercibido todo ello. La divertida expresión de su rostro al ver tu sonrojo te deshizo por completo, ya ni siquiera te acordabas de lo que querías hablarle hace unos cuantos minutos.

—Depende.

—¿De qué?

—De lo que estés dispuesta a ofrecerme.

¿Oyeron eso?

¿No? Bueno, fueron tus ovarios explotando.

Mordiste tu labio inferior con fuerza y maldijiste en tu cabeza. Su exquisita voz se había vuelto mucho más gruesa al soltar aquella frase, provocando un ligero temblor en todo tu cuerpo. Era increíble la forma en que ese hombre podía tenerte de ese modo sin siquiera tocarte.

Solo dame un minuto (Tom Hiddleston y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora