CAPITULO 1

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Esa tarde, como muchas otras Gabriel visitaba un concurrido y elegante bar de la ciudad de Miami, se reunía allí varias veces por semana con amigos y colegas luego de salir del edificio donde operaba la empresa principal de su familia, era un espacio elegante, pero con un aire de informalidad que invitaba a su distinguida clientela a relajarse y disfrutar de un buen trago de escocés y una relajante charla

Gabriel disfrutaba yendo a ese lugar a quitarse el estrés del día, eran unos minutos que utilizaba como filtro donde separaba el ejecutivo frío y calculador del hombre jovial y enamorado.  Era el momento perfecto como preludio para sus ardientes noches con la que él llamaba hasta ese momento el amor de su vida, su compañera perfecta, una fogosa mujer que lo tenía enamorado hasta la locura con su pasión por la vida, sus hermosos atributos y su ardor a la hora de hacer el amor. Sentado en la elegante barra del bar conversaba amenamente con su gran amigo de muchos años, Julio. Mientras disfrutaba de su escocés favorito se contaban las anécdotas del día, se daban consejos entre sí de negocios, opinaban de temas en común y hasta reían amenamente de algún chiste que se hacían entre ellos. Se conocían bien, eran muchos años de amistad que habían hecho de aquella relación algo casi fraternal.

En esas estaban cuando el teléfono móvil de Gabriel los interrumpió vibrando dentro de su fina chaqueta

—Espera un segundo Julio -dijo sacando el móvil del bolsillo-. Es María Teresa.

—Ni lo digas. En tu cara se ve que es ella quien te llama... habla tranquilo —comentó con tono despreocupado, mirándolo con guasa.

Gabriel prefirió ignorar esto último y contestó la llamada.

—Hola —respondió lo más serio que pudo considerando la expresión del rostro de su amigo quien lo miraba aun con una sonrisa burlona en los labios.

—Hola amor —saludó María Teresa dulcemente al otro lado del teléfono.

—Hola nena.

—¿En dónde estás mi vida? Quería saber si vienes a casa conmigo hoy.

Gabriel pensó por un segundo su respuesta.

—Tengo un compromiso con mi padre, no podré ir hoy a verte.  Estoy casi seguro de que terminaremos muy tarde —repuso con un deje de fastidio en la voz.

—Oh. Que lastima amor, quería verte —recalcó—. Te extraño.

Gabriel sonrió para sí con picardía sabiendo de sobra el significado escondido debajo de esas aparentemente inocentes palabras.

—Será una noche nada más —agregó tratando de reconfortar a María Teresa.

—Sí nos casáramos no tendrías excusas. Vendrías a casa a cualquier hora.

—Mmm, siempre con la trampa preparada —indicó con un tono más serio.

—No. No se llama trampa —bromeó— se llama matrimonio.

Gabriel volteó los ojos hacia atrás en señal de impaciencia.

—Después hablamos de eso. ¿Está bien?

—Está bien... —respondió— ¡cuando quieras!  Te amo.

—Yo a ti. Te llamo más tarde. ¿Vas a hacer algo esta noche?

—No. Quiero acostarme temprano. Tenía planes... Pero todos te incluían —explicó sensualmente.

—Ya retomaremos esos planes —contestó en una promesa no formulada de recuperar esa noche que se perderían de estar juntos.

Para Gabriel no era fácil estar separado de María Teresa, la amaba profundamente, la deseaba con pasión; pensaba que era la mujer de su vida. Era aquello del matrimonio en lo que ella insistía tanto lo único que no permitía que a su juicio la relación fuera perfecta, nunca comulgó con la idea de casarse, su libertad era primordial para él, aunque sus padres le repetían un y otra vez que a sus treinta y siete años ya era hora de formar su propia familia.

AMOR ROBADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora