capitulo 22

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Tras varios minutos más de falsas promesas, Gabriel confundido y angustiado por lo sucedido entró de nuevo en la casa, cerca de la puerta principal lo esperaba Julio bastante más nervioso de lo que estaba minutos antes cuando lo fue buscar en el jardín.

—¿Qué pasó Gabriel...? ¿Ya se fue?

—¡Necesito calmarme! —Fue lo que alcanzó a decirle a su amigo mientras caminaba rápidamente hasta el estudio de su padre ignorando a un par de personas con las que se cruzó en el camino—. ¡Me va a volver loco! —gritó cuando por fin pudo entrar.

Mientras, a Elena le parecía extraña la tardanza de Gabriel, no sabía ni a donde había ido ni a para qué y comenzaba a ponerse nerviosa. Hasta ese momento había estado distraída hablando con un grupo de invitados comentando la fiesta y recibiendo sus felicitaciones pero al cabo de unos minutos no resistió la curiosidad y fue en su búsqueda, entró en la casa pero a cada paso alguien la detenía para lo mismo, todos querían alabarla por lo hermosa que se veía en su vestido de novia o por lo bella que había quedado la recepción o hacer cualquier comentario típico de la ocasión; la ansiedad comenzaba a apoderarse de ella llevándola a inventar excusas para desembarazarse de cada una de esas personas que parecían repetir lo mismo sin cansancio. Buscó a su esposo infructuosamente en las áreas sociales de la casa, por último, se le ocurrió ir al estudio, —solo allí puede estar—, pensó.

Caminó en silencio rumbo a aquella habitación, la música, las voces, el ruido de la fiesta ocultaban sus pasos al acercarse, se fijó con curiosidad antes de llegar que la puerta estaba entreabierta, señal que le aseguró que Gabriel estaba allí.

Desde adentro se escuchaba claramente la voz de Gabriel que parecía muy molesto, sin saber sí hacia lo correcto se detuvo a escuchar atentamente, quería saber qué había puesto tan furioso a su marido la noche de su boda.

—Pero, Gabriel —se escuchaba desde afuera la voz que Elena reconoció como la de Julio—, ¡ya debes superarlo!

—¡No puedo! —gritó— He tratado de mil maneras.

—¡Hermano, te casaste!

—¡Sí, y esa fue la genial manera que encontré para olvidar a María Teresa! Maldita sea, ¿crees que se me puede olvidar que me casé con Elena?

El corazón de Elena pareció detenerse, quiso entrar en el estudio, pero su cuerpo no reaccionó, se había quedado paralizada.

—¿Cómo puedes decir eso?

—¡Porque es verdad! Julio, tú me conoces, hermano, nunca quise casarme con María Teresa que fue el amor de mi vida y ahora no sé cómo, estoy casado con otra mujer.

—Una mujer maravillosa, Gabriel... ¡Elena es perfecta!

—Claro... perfecta. Perfecta nuera, perfecta hija y con seguridad perfecta esposa y eso me hace a mí el peor y más despreciable de los hombres... ¿comprendes mi situación?

—¿Pero es que tú todavía amas a esa mujer?

—No. Su traición mató el amor... Pero el deseo y la pasión es otra cosa, aún siguen vivos, la deseo hermano, la deseo como nunca.

—¿Todavía te acuestas con ella? —Se oyó preguntar en tono incrédulo la voz del Julio.

—sí... desde hace meses —confesó cansado Gabriel sin sospechar que lo escuchaban— pero anoche le dije que no nos veríamos más.

—Pásate la noche con ella —afirmó sorprendido—.  ¿Te volviste loco?

—Sí, estoy loco. Lo sé —respondió oyéndose desesperado.

AMOR ROBADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora