Elena seguía en la habitación, Gabriel la había dejado sola para que se vistiera cómodamente, él la esperaba en el piso de abajo con la mirada perdida hacia el mar evaluando lo que acababa de ocurrir entre ellos negándose a aceptar que todo lo sucedido lo dejó lleno de una agradable sensación de ternura además del placer, había sido su primer hombre en la vida de ella, se entregó a él con tanta confianza que lo dejó abrumado, y para sus fines prácticos había logrado con ella los lazos que él necesitaba, pero la culpa también tenía su espacio devorándole como un paracito el alma, —la compensaré por el amor que no puedo darle— se repetía a sí mismo una y otra vez, así pensando la idea del matrimonio ya no parecía tan aterradora como antes, sería un gran sacrificio para él desde luego pero ya no tan pesado como parecía antaño. —Le enseñaré de la manera me gusta, la haré a mi estilo—. se consolaba mientras la esperaba. Después de lo que parecieron unos segundos Elena había bajado y se dirigía directamente a sus brazos para acurrucarse junto a él.—¿Todo bien, pequeña? —preguntó suavemente Gabriel mientras depositaba un tierno beso en la cabeza de Elena.
—Sí, todo está bien, ¡excepto porque no quiero irme! —dijo sonriendo al levantar los ojos hasta los de Gabriel.
—Yo tampoco quisiera irme, pero tengo que devolverte a tu padre.
—Lo sé —respondió arrugando la frente—. Pero no sé cómo voy a ocultar esto que ha pasado hoy. No puedo simplemente tratarte con distancia delante todos.
—No lo hagas.
—¿Cómo? —preguntó intrigada.
—No lo ocultes, ¿por que habrías de hacerlo? —inquirió fríamente mientras apartaba un mechón de cabello que caía sobre el rostro de ella.
—Porque sabían que entre nosotros hay, o hubo algo más que amistad y estoy segura de que eso no es lo que quieres —agregó con tristeza—. Si te trato como ahora creerán que somos novios o algo así.
—¿Y qué es lo que eres entonces? Ya sé. Te hace falta una propuesta. Vamos a ver... —le dijo tomándola de las manos para hacer algo que a él mismo le parecía un poco ridículo—. ¿Quieres ser mi novia, Elena? Sin ocultárselo a nadie.
La joven no podía creer que lo que le estaba pasando fuera real, Gabriel se le declaraba y ella iba a aceptar sin dudarlo.
—¡Sí, claro que quiero ser tu novia Gabriel! —logró contestar casi chillando con una amplia sonrisa en los labios para lanzarse de nuevo a los brazos de su nuevo novio y estrecharlo con toda la fuerza que pudo—. Te amo —soltó sin pensar, lo que fue como un detonante que invadió el alma de Gabriel sintiendo como el parasito de la culpa le daba un buen mordisco a su ya maltrecha conciencia, agradecido de que ella no pudiera ver su rostro en ese instante en el que con seguridad era fácil ver la imposibilidad de responder con el mismo sentimiento.
El trayecto de vuelta a la ciudad estuvo envuelto en sonrisas tiernas, caricias y algún que otro comentario acerca de como creían ambos que las familias se tomarían la noticia. Cuando llegaron al edificio donde vivía Elena se despidieron con un apasionado beso y la promesa de Gabriel de hablar con Iván lo antes posible, pidiéndole a Elena que no le adelantara nada, quería ser él quién le informara del noviazgo, quizá porque estaba seguro de que así lo querría el mismo Iván o quizá para retrasar, aunque fuera algunos días lo que sería para él, el paso definitivo para renunciar a su libertad.
Esos escasos días pasaron muy rápidamente a pesar de que Gabriel trató de no pensar en lo que estaba a punto de hacer. Ya no podía dar marcha atrás, así que en las primeras horas de la tarde del domingo fue a hacer la prometida visita a Iván Rivera...
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AMOR ROBADO
RomanceGABRIEL YA NO CREE EN EL AMOR, ENCONTRAR A LA MUJER DE SUS SUEÑOS NO FUE TAREA FACIL, PERO CUANDO LA ENCONTRO Y LO ENGAÑO EN LOS BRAZOS DE OTRO HOMBRE SU CORAZON HECHO PEDAZOS JURO NUNCA MAS VOLVER A AMAR, PERO EL DESEO ERA OTRA COSA, A PESAR DE DES...