capitulo 38

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Gabriel iba camino a su apartamento, eran cerca de las diez de la noche. Había acompañado a Elena hasta su edificio muy a pesar de ella que insistía en quedarse en el hospital, —en caso de que ocurra algo—, argumentaba insistentemente mientras Gabriel y las enfermeras le explicaban que lo mejor era que se fuera a su casa a descansar. La escoltó hasta que la vio entrar con su coche en el estacionamiento, una breve llamada confirmó que había subido.

—Hola...

—¿Todo bien?

—Sí, Gabriel, gracias.

—Descansa, pequeña. Y no te preocupes, ya sabes que si llegaran a necesitarte en el hospital te llamaran de inmediato.

—Lo sé... —dijo agradecida.

—Hasta mañana.

—Hasta mañana.

Tan pronto colgó la llamada, Gabriel comenzó a sentir que extrañaba a Elena, pensaba en ella y sentía la falta que le hacía a pesar de que se habían separado hacía pocos minutos, de pronto recordó que Priscila debía estar en su apartamento esperándolo.

—Buenas noches —saludó Gabriel al entrar en su hogar y comprobar que efectivamente tenía la visita que sospechaba.

—Hola, te estaba esperando. -dijo Priscila con suavidad.

El trato entre ellos era más frío que de costumbre, aunque trataron de disimular, los dos sabían lo que se dirían el uno al otro, aún sin saber lo que había ocurrido.

—¿Cómo está el señor Iván?

—Estable, todavía hay que esperar.

—Ojalá que se recupere pronto. Hoy estuve en el hospital —Priscila conservaba un tono de voz suave, pero frío, sentada en el sofá que hacía años había escogido Elena, Gabriel comenzó a verla y a sentirla como una especie de intrusa.

—No te vi —respondió Gabriel restándole importancia.

—Lo sé.

Sin nada más que decir, se hizo un silencio incómodo entre los dos, Gabriel comprendió de inmediato lo que ella había visto, la intimidad con Elena que, aunque no era delatoramente romántica, si evidenciaba un acercamiento importante entre los dos. Fue hasta el bar para servirse un escoces.

—¿Quieres uno?

—No. Gracias.

—Entonces —continuó—. Fuiste al hospital y no te vi.

—Así es. Apenas llegué me encontré con tus padres y con la esposa del señor Iván. Ellos me dijeron en donde podría encontrarte. Fui a buscarte, Gabriel, pero lo que vi me hizo sentir que inequívocamente sobraba en la escena. Preferí irme sin que me vieras.

—Priscila, yo nunca te engañé.

—Lo sé. Yo tomé el riesgo, pero ya es hora de que comprenda que tú le perteneces a Elena, la amas y ella te ama a ti.

—Así es —afirmó tomado de un trago todo el contenido del vaso—. Comprende que nunca quise hacerte daño, pensé que era hora de rehacer mi vida y que tú eras la mujer indicada para eso; perdóname, pero la amo más que a nada en este mundo.

Priscila no pudo contenerse más, se levantó para acercarse a él y abrazarse a su cuello, Gabriel al sentirse abrazado con tanto sentimiento respondió estrechándola con la misma emoción que ella.

—De verdad llegué a creer que estaríamos juntos por mucho tiempo —confesó Priscila dejando caer tímidas lagrimas que daban termino a la relación.

AMOR ROBADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora