capitulo 11

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Todos tuvieron vacaciones por una corta temporada, habían pasado varios días desde la fiesta de fin de año, Elena había decidido no salir de la ciudad a pesar de la insistencia de Claudia de acompañarla unos días a un spa que quedaba a pocas horas de Miami. Tenía la intención de pasar las cortas vacaciones lo más tranquila posible, leer algún libro o ir al cine como máximo. Quería compartir tiempo con su padre, se veían poco últimamente. Hasta ese momento había cumplido con sus planes al cien por cien.

Elena despertó particularmente tarde, tras remolonear unos minutos en su cama pensando como todos los días en Gabriel, en cómo la abrazó en la fiesta, en esa mirada que no supo descifrar en esos ojos verdes que la tenían hechizada... Se levantó y fue directo a la cocina en busca de algo para desayunar, el Pent House en el que vivía con su padre era su hogar, más allá de lo grande y lujoso, para ella era su casa, su único sitio seguro en todo el mundo y como tal se movía dentro de él, dándole vida a aquel palaciego recinto, en la cocina tomaba un sencillo desayuno de cereales con leche vestida con una bata de toalla floreado y una cola de caballo sujetando su cabello sin peinar.

—¡Buen día, bella durmiente! —exclamó Iván al entrar a la cocina y encontrar allí a su hija, para luego acercarse y besarla en el cabello.

—¡Buenos días, papá! —contestó recibiendo con cariño el beso de su padre.

—Espero que no tengas planes para hoy.

—Realmente ninguno. ¿Por qué? —preguntó mientras metía una cucharada de cereal en su boca.

—Porque fuimos invitados a almorzar en casa de Inés y Alberto

A Elena se le iluminó el rostro, no sabía nada de Gabriel desde la fiesta y ya extrañaba verlo.

***

Gabriel entraba a la casa por la puerta de la cocina, vestía vaqueros y una camiseta blanca, ambos sucios de grasa igual que sus manos y antebrazos, fue directo al fregadero a lavarse bajo las miradas reprobatorias de su madre y de María la encargada de la casa que hacían planes para el almuerzo.

—¡Gabriel! —reclamó Inés al ver a su hijo que llenaba el fregadero de la espuma negra que salía de sus manos.

—Déjelo, señora Inés... Es inútil, siempre hace lo mismo, viene sucio de hacer no sé qué en el garaje y se viene a lavar aquí. Igual que cuando era adolescente.

—Pero en el garaje se puede lavar... —aseguró Inés indignada por la sonrisa burlona de Gabriel.

—Mamá, no exageres... ¡Ves ya no hay nada de grasa en tu hermoso fregadero! —agregó señalando el fondo del fregadero con ambas manos.

—Me imagino que no vas a salir...

—Imaginas mal... —repuso mientras se secaba las manos con un paño de cocina—, tengo toda la mañana ajustando una motocicleta y quiero salir a probarla.

—¡Qué lástima! —dijo Inés mientras ojeaba su cuaderno de recetas junto con María.

—¿Lástima por qué?

—Tenemos invitados a almorzar —afirmó Inés sin levantar los ojos del cuaderno que tenía en frente.

—¿Quién? —preguntó Gabriel poniendo atención a la respuesta de su madre aún con el trapo en la mano.

—Iván Rivera... y su hija. Pero no te preocupes, te disculparé con ellos.

Inés supo que había dado en el blanco por la falta de respuesta de su hijo, él simplemente se dio la vuelta y se retiró de la cocina sin hacer ningún tipo de comentario, si su intención hubiera sido la de marcharse lo hubiera hecho saber en ese mismo momento, pero si lo conocía bien apostaría lo que fuera a que dentro de un rato aparecería con una buena razón para dejar su paseo para otro momento.

AMOR ROBADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora