capitulo 35

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El día siguiente fue un día muy agitado, Elena ayudaba a Mariana a tener todo listo para la fiesta de esa noche, a pesar de que Inés se encargaría de todos los preparativos Mariana se empeñó en colaborar con los últimos toques de la decoración, además debía ir a la peluquería, encargarse de familiares que venían de otras ciudades y un sinfin de detalles que parecían interminables.

Las bolsas de los regalos para los invitados no estaban listas aún y Elena se ofreció para esa tarea después de que todo lo demás estuviera resuelto, rato después se le unieron su exsuegra y la futura novia que se sentaron junto a ella para ayudarla. Colocaban en cada cesta los artículos escogidos para obsequiar a los invitados, luego de que todas las cestas estuvieron listas debieron contar y comparar con el número de invitados para asegurarse que no quedara nadie por fuera, esto molestó un poco a Elena al pensar que una de esas hermosas cestas llenas de regalos sería para la rubia que Gabriel había invitado, para calmar su enojo decidió hablar de William.

— No les he contado algo...

—¿Qué? —preguntaron al mismo tiempo Inés y Mariana.

—Ayer llegó a Miami un amigo que vino desde Londres. Estará aquí un tiempo y lo invité a la fiesta de esta noche, y a la boda.

—Que bien, Elena, ¿lo conocemos? —comentó Mariana.

—No. No lo conocen, salí con él varias veces, dice que no se aguantó las ganas de verme y se vino a pasar una temporada.

Inés escuchaba con atención y recordó que Elena le había contado a su llegada acerca de una relación infructuosa que tuvo en Londres y dedujo que se trataba de la misma persona.

—¡Entonces debes estar muy contenta! —aseguró Mariana.

—A ustedes no les puedo mentir —confesó dejando caer sus manos ocupadas con los lazos en su regazo— él es un buen hombre, es culto, emprendedor, tierno... Pero no estoy enamorada, él me pidió que le diera una oportunidad para ver sí lo nuestro funciona, pero no creo que valga la pena hacerle perder su tiempo.

—¿Es guapo? —preguntó Mariana con picardía mientras Inés escuchaba.

—Sí, lo es...

—Pero... —insistió su futura madrastra al darse cuenta de la duda en la respuesta de Elena.

—¡Yo sé lo que le pasa! —interrumpió Inés—, déjame a mí.

Mariana miró con curiosidad a Inés esperando su intervención.

—Hija —dijo Inés como si fuera a darle una cátedra a Elena—, yo sé mejor que nadie cuanto sufriste al lado de mi hijo, sé lo que perdiste estando con él, así que con todo el dolor de mi alma tengo que darte este consejo. ¡Sigue con tu vida! Abre tu corazón al amor, debes pasar la página y darte una oportunidad, con ese muchacho inglés o con otro, pero debes pensar en el futuro. ¡Saca ya los malos recuerdos del pasado y aprovecha tu juventud!

—¡Yo sé que debo hacerlo! Pero... No sé cómo explicarlo.

—Yo sí sé —contestó Inés— soy vieja y veo las cosas con más claridad que tú, a leguas se ve que te sigue gustando Gabriel, te atrae el hombre, y no es porque soy su madre, pero ¡es que es todo un varón! Pero más allá de eso, hace falta mucho más que buena figura y cama para ser feliz, eso lo aprendiste tú de la peor manera, hija. Así que deja de pensar en el atractivo de mi hijo y ponte a pensar en tu futuro.

Elena no encontró respuesta a las palabras tan claras y acertadas de Inés, ciertamente ella se veía atraída por el magnetismo varonil de Gabriel, pero en el fondo quería decirle que era mucho más que eso lo que la impedía comenzar una nueva vida con nadie más, también sentía admiración por él como profesional, como ser humano, amaba sus momentos de paz, sus momentos de furia, amaba todo de él. Pero lo mejor era callar, sintió la ternura materna con la que Inés le aconsejaba, se acercó más a ella y le agradeció sus palabras con un fuerte abrazo en el que las dos se demostraron el infinito cariño que sentían la una por la otra mientras la sensible futura novia luchaba con sus lágrimas de emoción.

AMOR ROBADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora