capitulo 31

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Elena despertó con la luz del sol en el rostro, al abrir los ojos fue como sí el tiempo no hubiera pasado, la mañana estaba despejada y prometía un día brillante. Estaba en su cuarto de soltera en casa de su padre, todo estaba intacto, todo menos ella. Ahora se sentía distinta, hace poco más de un año se sentía joven, alegre, con el espíritu lleno de inquietudes, deseaba aprender y crecer como persona y como profesional. Pero ese día en particular todo había cambiado en ella.

Habían pasado dos semanas desde que le habían dado el alta en el hospital, tres desde el accidente, su cuerpo sanaba muy rápido de los golpes, pero su alma y su corazón seguían sufriendo, en su mente se repetían una y otra vez las palabras de Gabriel, todo aquello que le contó... En su corazón sentía aun ese amor enloquecedor por él mezclado con el dolor que él le había causado, escuchaba una y otra vez su voz diciéndole que la amaba; su cuerpo lo extrañaba cada día más, anhelaba sus fuertes brazos alrededor de su cuerpo, su voz aterciopelada en las mañanas... —No debo pensar en él. Ya todo terminó, Elena. Debes metértelo en la cabeza—, pensaba una y otra vez convenciéndose a sí misma. Se levantó por fin de la cama, en el baño se miró detenidamente el rostro en el espejo, —parezco un fantasma—, pensó.

—Hoy voy a arreglarme un poco —decretó firmemente frente a su propia imagen—. A ver sí me sube el ánimo.

Así lo hizo, tras un largo baño en que lavó y acondicionó su cabello, depiló sus piernas y axilas, para luego untarse el cuerpo con crema humectante acariciando suavemente las áreas donde aún tenía moretones persistentes del accidente, se puso un vestido cómodo y fresco para estar en casa. Al final el resultado fue mejor de lo que ella esperaba, tenía un semblante que no reconocía en ella, transmitía más seguridad y fortaleza de lo que había tenido nunca en su vida, quizá ya estaba lista para comenzar una nueva vida.

Encontró a su padre en su estudio en compañía de Mariana profundamente sumergidos en asuntos de trabajo, en ese momento en que entró interrumpiendo lo que ellos hablaban parecían de nuevo jefe y secretaria, comprendió que en cuestiones de trabajo serian siempre eso aun a pesar de estar en casa viviendo como pareja. Esto le causo gracia, pero si ellos se sentían bien así entonces lo respetaría muy a pesar del impulso que sintió de criticar jocosamente la situación. Tocó suavemente la puerta para hacer notar su presencia.

—Pasa, hija...

Elena entró al estudio tratando de parecer contenta, sonreía a pesar de que no tenía ganas de hacerlo y eso era evidente, pero Mariana comprendió su esfuerzo alentándola a mejorar su humor.

—¡Elena, te ves muy bien hoy!

—Gracias.

—Solo debes recuperar el peso que perdiste y estarás como si nada.

—Mariana tiene razón, hija —interrumpió Iván después de mirar con detenimiento a su hija.

Elena puso cara de niña regañada, fingiendo un puchero.

—Lo sé. Pero es que no tengo casi apetito. Creo que es hormonal, el doctor dice que es normal, por lo que pasó.

—Debes esforzarse un poco, linda, ¡ven siéntate, tu papá para variar quiere trabajar un poco! —dijo la novia de Iván.

La mirada de Elena se volvió triste y apagada, Mariana la cogió de las manos en gesto de apoyo sin decirle ni una palabra más. Iván sin saber cómo consolar a su hija desvío el tema con lo primero que se le ocurrió.

—Necesito que leas una información que te voy a dar, son los últimos reportes de la empresa de Londres, así no llegarás tan perdida —añadió gesticulando con las manos.

AMOR ROBADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora