capitulo 18

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—Tú. Tú y Elena. Es que todo ha sido tan rápido. No quiero ser entrometida, pero tampoco quiero ver que alguno de los dos salga lastimado.

—Te entiendo. Pero creo que no tienes de qué preocuparte. Es más, me extraña que me digas esas cosas, tú eras de los que más insistían para que me casara —sonrió.

—Claro, Gabriel, pero que te casaras Durante las primeras semanas del noviazgo Elena se dedicó a justificar a su prometido por sus ya cotidianos desplantes, días en que se sintió apartada y excluida de su vida; siempre había motivos de peso para no verla a diario... Salió de la ciudad varias veces y se encerraba horas en el estudio de su casa con su padre, para cuando las reuniones terminaban ya era demasiado tarde para verse.

Gabriel se ocupaba de apoyar la auditoria anual de VASCO la empresa principal de la familia y con eso excusaba todas sus ausencias, su exceso de trabajo y la frialdad con la que manejaba su relación. Fue tarea exclusiva de ella durante esos días llamarlo a diario, estar pendiente de buscarlo en algún momento para almorzar juntos o salir algún fin de semana cosa que siempre hacían en compañía de amigos que no los dejaban solos casi nunca y cuando lo hacían Gabriel volvía a tener esa actitud seria y poco comunicativa. Él no se daba cuenta lo evidente de sus sentimientos, solo gracias a la ceguera en la que se sumió Elena no pudo darse cuenta de que el único motivo por el que Gabriel se rodeaba de esos amigos era para que le llegará la noticia de su compromiso matrimonial a María Teresa.      ­

Aunque todo era un plan muy bien estudiado y se había convencido él mismo de que retribuiría a Elena con respeto la carencia de amor, sentía que algo lo incomodaba, no podía identificar bien lo que era, si era culpa o más bien lástima, aun así, esos sentimientos eran eclipsados por la satisfacción de castigar a la mujer que le había hecho tanto daño a su ego. En su inadvertida confusión había procurado no tener intimidad con Elena, pensaba que así no se sentiría tan culpable, lo único malo de eso era que cada vez la deseaba más,  recordaba su cuerpo, la disposición de ella al entregarse, su piel; pero allí encontró otro obstáculo, le pidió que tomara precauciones contra un posible embarazo ofreciéndose para llevarla él mismo a un especialista de planificación familiar y encontrar juntos el método que más le convenía,  claro que más que acompañarla quería asegurarse de que lo hiciera, cosa que no fue necesaria ya que Elena decidió ir con su amiga Claudia dejándolo a él fuera del asunto. Pero esa noche sería distinto... La deseaba y la tendría, seguro de que ella lo deseaba de igual manera, una noche cualquiera la sorprendió con una invitación más que prometedora llena de palabras dulces y suaves dichas al otro lado del teléfono.

El club nocturno estaba a reventar, era un sitio de lujoso y de moda lleno de gente que bailaba, bebía y se reía a gusto. Gabriel se sentía relajado esa noche; disfrutaba de la compañía de Elena y de amigos que esa vez se encontró en el lugar, ella había puesto todo su empeño en lucir seductora y hermosa, quería llamar la atención de su prometido a toda costa... y lo logró, él se juró en silencio hacerla suya esa noche.

—Entonces —contaba Gabriel animado mientras el grupo sentado alrededor de la mesa prestaba atención—. ¡Íbamos cerca de veinte motocicletas, todos conocíamos la ruta muy bien menos McCartney que era su primera vez con nosotros, aunque se lo explicamos mil veces, ¡nadie pensó que se iba a perder de esa manera!

—¡Pero luego los encontré! —dijo el aludido. Un hombre muy rubio varios años menor que él riendo ampliamente al recordar la anécdota.

—Sí claro... —acotó Gabriel irónicamente—. ¡Querrás decir que te encontramos cuando ya casi salías del estado!

Todos los presentes rieron con ganas.

—Debe ser que tú nunca te has perdido... —protestó Julio siempre presente en las noches de juerga con su amigo.

AMOR ROBADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora