capitulo 12

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Esa tarde Gabriel no fue a los astilleros, estaba ocupado en las oficinas principales de la empresa familiar, los tiempos se perfilaban difíciles, los expertos en economía veían venir una fuerte crisis económica y aconsejaban estar preparados para que no les cogiera por sorpresa. Después de toda la tarde de estadísticas números y proyecciones económicas decidió ir al bar de siempre, sentía necesidad de un buen escocés que lo ayudara a aliviar tensiones.

Allí se encontró a Julio, asiduo visitante de aquel lugar siempre dispuesto a una buena charla, aunque ese día su tema de conversación no sería el mejor para Gabriel.

—¿Sabes a quien vi?

—No lo sabré si no me lo dices —aseguró Gabriel irónicamente.

—A María Teresa.

La sola mención del nombre lo puso tenso, hacía días que no pensaba en ella y hubiera preferido que la situación se mantuviera así. Hizo caso omiso a su amigo esperando que se diera cuenta de que no quería saber nada del tema, pero no fue suficiente para desviar la conversación ni siquiera para él mismo preguntando sin pensar.

—¿Dónde la viste? —preguntó sin darse cuenta de que él mismo se traicionaba.

—En un restaurante, el fin de semana, se veía bien. Estaba con un tipo, cogido de la mano... —agregó Julio observando atentamente la reacción de su amigo.

Gabriel sintió que la rabia lo carcomía por dentro, —zorra—, pensó para sí mientras su rostro se volvía de piedra sin expresión alguna.

—Que bien —logró responder parcamente.

—sí, amigo, ella superó todo lo que sucedió entre ustedes, ya es hora de que tú también lo hagas.

Gabriel miró con reproche a Julio mientras controlaba la creciente rabia que luchaba por salir a flote.

—¿Qué dices? hace tiempo que lo superé, amigo, lo sabes. Eso ya no me afecta para nada.

—No. ¿Entonces porque sigues solo?

—Julio, te consta que he salido con mil mujeres desde que saqué a María Teresa de mi vida.

Gabriel trataba de controlar a toda costa su creciente indignación por lo que su amigo, su casi hermano Julio le estaba diciendo. Que ella lo había olvidado, pero que él no había podido, haciéndolo sentir débil ante ella, eso no podía soportarlo.

—Amigo, todas esas mujeres han sido cosa de un fin de semana... Perdóname, Gabriel, pero pienso que debes buscarte una mujer con que puedas rehacer tu vida, una pareja estable.

—Ya hablas como mi padre, Julio, y eso solo se lo permito a él —afirmó duramente.

—Lo sé hermano, te conozco bien, pero yo quiero verte feliz y es evidente que no lo eres.

Estas últimas palabras de Julio lograron suavizar el humor de Gabriel, sabía que su amigo en realidad se preocupaba por él y quería verlo de nuevo feliz, entre ellos no había secretos, su mejor amigo había testigo de todo lo que había sucedido en su relación con María Teresa desde sus comienzos, incluso lo cubrió ante ella en infinidad de oportunidades en las que él le fue infiel.

—Julio, sabes que no quiero a nadie guindando de mi brazo todo el tiempo, sabes que no quiero casarme y que amo mi libertad más que a nada en este mundo, buscarme una "novia" como tal sería una locura. ¿Cómo le explicaría a una mujer que quisiera tener una vida libre, sin ataduras, sin que me pidan explicaciones y menos aún compromiso? María Teresa sabía comprender eso, y ya al final estuvo presionándome todo el tiempo por hacerme cambiar de opinión con el asunto del matrimonio. Casi me hace caer.

AMOR ROBADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora