capitulo 29

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Gabriel se encontraba solo en la habitación, se había dado una ducha después de una breve visita al gimnasio del hotel, vestía cómodamente con un jean y una camiseta de algodón, su jornada de trabajo había finalizado temprano, ese día terminó de cerrar con éxito el acuerdo que fue a negociar sintiéndose satisfecho y orgulloso de haber conseguido un excelente resultado para su empresa. Tenía pensado salir a buscar algo que llevarle de regalo a Elena, sintió que era lo debía hacer, lo que hacía su padre cada vez que salía de viaje sin su madre, era el ejemplo que había visto desde pequeño y quiso ponerlo en práctica él mismo, a diferencia de su padre que cada cosa que compraba para Inés tenía un significado importante, Gabriel solo pensó que era lo correcto. Todavía eran las primeras horas de la tarde y prefirió ver un poco la televisión antes de ir en búsqueda de aquel presente perfecto para una esposa que esperaba en casa.

Tocaron la puerta distrayendo su atención de las noticias, Gabriel hizo caso omiso de la llamada recordando que no había pedido nada al servicio de habitación, —se irán al ver que se equivocan de puerta—, pensó poniendo de nuevo toda su atención a la pantalla plana que tenía frente a él. Para su sorpresa tocaron de nuevo, miró a la puerta con fastidio pensado en ir a ver quién era el inoportuno visitante, miró por el ojo mágico sintiendo un extraño escalofrío por todo su cuerpo.

Abrió la puerta lentamente.

—¿Qué haces aquí, María Teresa?

—Hola, Gabriel —saludó su exnovia sonriendo discretamente sin saber que esperar.

—¿A qué viniste?

—A verte. Me quede esperando tu llamada. ¿Me dejas pasar?

María Teresa sintió la duda y la desconfianza en Gabriel, él quiso decir que no, pero algo dentro de él se lo impidió apartándose para dejarla pasar hechizado por sus hormonas que traicionaban a su mente de manera casi macabra.

—¿Cómo me encontraste?

—Siempre te quedas aquí, en el Langham place, ¿te olvidas de que vine contigo muchas veces? El gerente me reconoció y me dijo en que habitación estabas, no me acompañó él mismo porque estaba ocupado.

María Teresa se movía con desenvoltura en aquel espacio que de pronto se volvió pequeño para Gabriel causándole un notable incremento en su frecuencia cardíaca activando al animal insaciable que llevaba dentro.

—Ven, siéntate junto a mí. Hablemos un poco —invitó Marite con fingida inocencia.

—Debes irte. Estoy por salir.

Gabriel trataba por todos los medios de alejar la tentación, había llegado el momento que tanto había temido, trató de pensar en Elena y en la vida que llevaban juntos, pensó que debía ser fuerte por ella y por él mismo. Todos estos pensamientos comenzaron a mezclarse en su mente con recuerdos excitantes de la mujer que tenía frente a él, su cuerpo, su descaro, la pasión llegada al extremo de cordura...  Tenía que hacerlo, debía pasar la prueba y mantenerse firme.

—Solo unos minutos. Te extraño tanto...

—Tú no quieres hablar. Te conozco —advirtió Gabriel desde el punto donde estaba a unos metros de ella tratando de mantener la distancia.

—No, Gabriel, la verdad es que no. Y tú tampoco quieres, de lo contrario no me hubieras dejado pasar.

María Teresa se levantó de la poltrona donde se había sentado, caminó lentamente hacia Gabriel retándolo a cada paso con la mirada, quería saber si él era capaz de rechazarla, con cada paso que ella daba Gabriel perdía una nueva oportunidad de hacerlo cediéndole una victoria a ella.

AMOR ROBADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora