capitulo 27

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Elena se había reincorporado por completo a sus actividades laborales, trabajar de nuevo le hacía mucho bien, se sentía feliz y plena, su matrimonio era estable, tenía un hogar hermoso y el tiempo prometía mejorar las cosas trayendo olvido a su corazón. Su sonrisa hacía que todos a su alrededor se dieran cuenta de eso, su belleza maduraba y pasó de ser una joven guapa a ser una mujer segura bella y sensual en los pocos meses que llevaba su matrimonio.

Ese día en particular había una reunión en que estaría presente la junta directiva y los socios del consorcio de la familia Mendoza, Gabriel estaría allí representando a su padre, eso le daría a Elena la mañana y quizá parte de la tarde libre o mejor dicho sin la presencia de Gabriel a su alrededor, pensó que podría adelantar mucho trabajo sin la presencia de su esposo en el edificio, sin dudarlo se rodeó de papeles, libros de cuentas, agendas, en fin quiso poner en orden un sinfín de asuntos que había dejado pendientes en días anteriores, todo marchaba bien para ella, varias horas después de comenzar su tarea algo la hizo sentirse incomoda, de pronto todo comenzó a darle vueltas a su alrededor, su frente se puso fría y una fina capa de sudor humedeció su cuello, el mareo duró unos pocos segundos pero una sensación de incomodidad se apodero de ella por más tiempo.

—Lorena... —llamó por el intercomunicador.

—Sí, señora Elena.

—Ven a mi oficina, por favor.

—Enseguida.

Lorena tardó pocos segundos en llegar ya que su puesto de trabajo estaba a pocos metros de la oficina de Elena.

—Dígame —dijo apenas pasó la puerta.

—Hazme un favor, tráeme un poco de agua con azúcar, creo que se me bajó la tensión...

—Claro —afirmó la secretaria apresurando el paso alarmada por la palidez del rostro de su jefa.

Elena se quedó mirando a la puerta, que Lorena había dejado entreabierta tras de sí pensando en la causa de ese extraño malestar, en segundos lo atribuyó al estrés del trabajo, la mudanza, y todos los altibajos emocionales que había vivido los últimos meses, todo aquello era más que suficiente para enfermar a cualquiera, aunque ella siempre había sido muy sana.

Se abrió la puerta por completo para dejar pasar a la secretaria que traía un vaso con el agua azucarada.

—Tenga, tómela a sorbitos.

—Gracias, Lore, no sé qué me pasó, de pronto me sentí mal y no sé ni porqué.

—Ya va a ver que eso la ayuda —indicó la secretaria mientras se cercioraba que Elena tomada el vaso de agua como ella le había aconsejado—. ¿Mejor?

—Sí, gracias.

Lorena miraba fijamente a su patrona con una interrogante en la mirada que no sabía si debía exponer, pero que gracias así personalidad extrovertida no lo dudó más que unos segundos.

—¿No será que tiene alguna sorpresa?

Elena observó el rostro lleno de picardía que tenía frente a ella y comprendió lo que quería decir.

—¡No, claro que no! —negó decididamente sonriendo a lo inesperado de la situación más que a la atrevida pregunta de Lorena.

—Ah bueno es que estando casada podría pasar... —comentó todavía en tono de juego.

—Claro, pero aún no está en nuestros planes —explicó más para ella misma.

—Todo en su momento. Avísame si necesitas algo más.

AMOR ROBADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora