capitulo 33

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Faltaban solo dos días para el regreso de Elena a Miami, ya estaba todo empaquetado, muchas cosas habían sido enviadas con anticipación y lo que quedaba eran sobre todo bienes personales y alguna que otra cosa que dejaría por si acaso algún día volviera por cualquier circunstancia.

Las horas se volvieron años sin nada más que hacer que pensar en su regreso, en Gabriel, en la boda de su padre... Más aun después de la manera frenética en que corría de aquí para allá para tener todo a punto y que no olvidara nada, de pie en medio de la sala del apartamento, rodeada por maletas y cajas revisaba de nuevo mentalmente cada cosa que debía hacer y que para su tranquilidad ya había hecho con tanta precisión y anticipación que le sobraba tiempo para repasar una y otra vez la misma lista,  no quería dejar nada inconcluso ni quería tener tiempo libre para pensar en lo que le esperaba a la vuelta de unos días. Tocaron a su puerta sacándola de su repaso mental, antes de abrir se fijó por el ojo mágico de la puerta sintiendo agradecimiento por la distracción, abrió rápidamente.

—¡Hola, William!

—Hola, Elena, ¿estás ocupada?

—¡No pasa! —dijo sonriendo.

—Disculpa que vine sin avisar, quería verte.

—¡No hay problema, siéntate y disculpa el desorden!

—Ya empacaste todo...

—Sí. Pasado mañana a esta hora debo estar volando de regreso a Miami.

Ambos se sentaron en el sofá, William aprovechó para sentarse muy cerca de ella, Elena conocía sus intenciones, pero lo dejó hacer.

—Elena, ¿hay algo que pueda hacer o decir para que te quedes?

—William —dijo pacientemente—, sabes que no. Mi estancia aquí siempre fue temporal, es momento de que yo tome las riendas de los negocios de mi padre, él cuenta conmigo y yo me he preparado toda mi vida para esto.

—¿Y si te digo que te quiero, que quiero una relación seria contigo? —preguntó cogiéndola de la mano—, ¿te irías igual?

Elena lo miraba fijamente sin saber cómo responder, William no le era del todo indiferente, era bien parecido, rubio, más alto que ella, delgado pero fuerte, tenía un rostro masculino y agradable y lo mejor de todo era que con el tiempo reconoció un leve sentimiento de atracción hacia él, podrían pasar horas hablando de cualquier cosa, la hacía reír y la escuchaba cuando ella necesitaba ser escuchada. Solo que no le hacía sentir mariposas, ni fuegos artificiales en sus entrañas como los había sentido desde el principio con su exesposo, por mucho que se esforzara y le permitiera algunos besos y caricias no logró sentir ni un poco de la pasión abrasadora y envolvente que sintió años atrás con Gabriel.

—Sabes que vengo de un fracaso matrimonial, William —se justificó—. Y voy a enfrentarme con él de nuevo a mi llegada a Miami. Entiende que no puedo darte ninguna esperanza, no sería justo para ti.

—Ya me lo has dicho otras veces, linda —aseguró el inglés sin dejar de sonreír con dulzura ni soltarle las manos—, pero no voy a dejar de insistir, aunque sea en la distancia seguiré insistiendo

—Ok... ¡Estás en tu derecho!

Elena reía como si le hubieran contado un chiste, sin saber que las intenciones de William eran esas que estaba declarando.

—Pero no te hagas ilusiones, ¿está bien?

—Está bien, Elena, ¡no me haré ilusiones! —indicó siguiendo la broma—, por hoy no hablaremos más del tema, quiero invitarte a cenar.

—Perfecto, eso sí lo acepto con gusto, ¡con todo esto de la mudanza no he tenido tiempo para comer y tengo muchísima hambre!

Ambos salieron del edificio a pie, fueron a un bar que quedaba a pocas calles de allí donde William sabía que la comida era la preferida de Elena. Cenaron y hablaron durante horas de cualquier cosa, todo en un intento por pasar más tiempo con ella antes de su partida y Elena lo agradeció sabiendo que en soledad su único pensamiento sería Gabriel Mendoza. Como siempre ambos se sintieron muy a gusto en compañía del otro, la conversación era fluida entre ellos y sin tapujos, Elena se sintió relajada y tranquila hasta que William la acompañó de regreso a su edificio con una actitud un poco más romántica y melosa que la que mantuvo en el bar. Cogió de nuevo a Elena de las manos, así caminaron los últimos metros hasta la puerta del edificio, al llegar se detuvo muy cerca de ella creando una atmósfera romántica que solo él sentía, Elena quiso dejarse llevar para saber si podía lograr sentir algo más fuerte de lo que le hacía sentir el solo recuerdo de Gabriel.

AMOR ROBADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora