Gabriel estaba de pie en la cubierta, observaba pensativo la hermosa puesta del sol en el horizonte, había invitado a Elena a conocer una de sus grandes pasiones; el Freedom... Un yate de lujo de treinta y seis metros de eslora en el que le gustaba viajar por el mar cuando sentía que debía alejarse del mundo. Habían pasado varias semanas desde aquella conversación con su madre en la que aseguró que todo estaba y estaría bien para ellos, durante los días sucesivos así fue. Se había dedicado a ser un hombre cariñoso en la medida que su carácter lo permitía haciendo sentir a Elena, a Iván y a sus padres más confiados en su relación.Abordaron el Freedom por la mañana, regresarían dos días después, el domingo.
Gabriel miró su reloj ansioso por la tardanza de Elena que había ido al camarote a cambiarse para la cena. Ya el sol se había puesto casi por completo cuando ella apareció a su lado encantándole con su imagen. Para la velada de esa noche ella había escogido un vestido blanco, vaporoso y ligero, su cabello suelto ondeaba con la brisa acentuando la frescura de su rostro, al verla le pareció una diosa mitológica, hermosa y sensual, la saludó con una sonrisa ladeada que reveló cuán satisfecho estaba de verla.
Elena por su parte no perdió la oportunidad de deleitarse con la imagen de su prometido, alto, fuerte, tan masculino, sus facciones endurecidas por el bronceado después de estar todo el día al sol le hacían sentir de nuevo esa fantasía de que su futuro marido era un pirata salido de una novela romántica, solo que, a diferencia de los personajes de libros de piratas de otras épocas, este pirata vestía de seda negra.
—¿Me extrañaste?
—Ya entiendo tú insistencia en quedarte sola... ¡Ibas a tardar un año en arreglarte! —bromeó Gabriel—. Te perdiste la puesta de sol —sentenció acariciando el cabello de Elena.
—¡Oh sí! quería verla contigo.
—Tranquila, linda. ¡Mañana mando a hacer otra igual! —prometió sonriendo con dulzura.
—¡Ay, amor...! Esto es tan hermoso. No lo podía creer cuando me dijiste que vendríamos.
—Lo que yo no puedo creer es que, siendo tu padre dueño de astilleros, no tenga un barco.
—Lo tenía, un hermoso velero —dijo rodeando a Gabriel con sus brazos—. Le encantaba navegar, se iba con mi madre a recorrer las costas cada vez que podían, otras veces, sobre todo en verano me llevaban con ellos, era maravilloso verlos juntos, eran como un equipo, siempre estaban juntos. Todo terminó cuando mi madre enfermó, nunca más navegaron y mi padre prometió no hacerlo hasta que ella superara la enfermedad. Cuando ella murió, lo vendió.
Gabriel escuchaba el triste recuerdo que Elena le compartía mientras ella se aferraba a él en un abrazo protector con el que buscaba atenuar la tristeza que afloraba en sus ojos hasta llegar a ocultarlos su en su cuello como si allí hubiera un refugio seguro para todos esos recuerdos que le traían tristeza y dolor. Con una ternura desconocida hasta entonces para él, estrechó su abrazo aceptando que era su deber, cuidarla y hacer lo que estuviera en sus manos para aliviar el dolor que sentía mientras hablaba, besó suavemente su cabello aspirando profundamente su perfume.
—Por lo que entiendo, fueron muy felices...
—Sí, lo fueron. Así quiero que seamos nosotros, como recuerdo que eran mis padres, como lo son los tuyos —dijo dedicándole una brillante mirada con ojos líquidos llenos de promesa e ilusiones acompañados de una dulce sonrisa.
Gabriel solo pudo responder con un beso, preguntándose por infinidad de veces si de verdad podría hacerla feliz sin amor, —cuanto deseo amarte, pequeña—, se decía mientras la estrechaba de nuevo fuertemente. En ese momento un miembro de la tripulación apareció discretamente para avisar que la cena estaba lista. Entraron al espacio que pertenecía al comedor, allí una mesa para ocho comensales fue engalanada solo para ellos dos, Gabriel retiró la silla para que Elena se sentara, luego tomó una botella de Don Perignon que descansaba sumergida en hielo comprobando el año de la cosecha y aprobándola de inmediato.
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AMOR ROBADO
RomanceGABRIEL YA NO CREE EN EL AMOR, ENCONTRAR A LA MUJER DE SUS SUEÑOS NO FUE TAREA FACIL, PERO CUANDO LA ENCONTRO Y LO ENGAÑO EN LOS BRAZOS DE OTRO HOMBRE SU CORAZON HECHO PEDAZOS JURO NUNCA MAS VOLVER A AMAR, PERO EL DESEO ERA OTRA COSA, A PESAR DE DES...