capitulo 30

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 Elena apenas sentía su cuerpo, a lo lejos escuchaba ruidos que no lograba identificar, había gente gritando cerca de ella, todo era muy confuso. Trató de hablar, pero fue inútil, de su boca no salían las palabras por más se esforzara, era como si su cuerpo estuviera desconectado de su cerebro, quería pedir que cuidaran de su bebé, era lo único que le importaba de todo lo que había sucedido, pensó en que había sido un error salir de esa manera en el coche, pero ya era tarde. Recordó las luces que venían sobre ella, pero poco más, con dificultad llevó una mano a su vientre y mentalmente le pidió perdón a su hijo, la cabeza comenzó a pesarle toneladas, un fuerte mareo se apoderó de ella, trató de abrir los ojos, pero todo estaba borroso a su alrededor, los cerró de nuevo sumiéndose en un oscuro espiral de inconsciencia que apagó todos sus sentidos.

Un momento más tarde volvió la conciencia, con dificultad logró abrió los ojos, seguía encerrada dentro del auto, alguien le hablaba, pero no podía comprender que era lo que le decían, a su alrededor todo era caos, ruidos que le parecían insoportables. De nuevo la oscuridad.

Gente de la calle se aglomeró a su alrededor para ver el accidente, bomberos hacían maniobras para abrir el maltrecho auto que mantenía presa a Elena en su interior. Cuando por fin lo lograron gracias a grandes pinzas que cortaban los pedazos de metal como si fueran pequeños trozos de hojalata fue entregada a los para médicos que esperaban para llevarla al hospital más cercano.

Una vez subida a la ambulancia los profesionales en emergencias hacían todo a su alcance para estabilizarla, tomaron una vía intravenosa en su brazo derecho para hidratarla, colocaron una máscara de oxígeno, pusieron alrededor de su cuello un collarín que estabilizaría su cabeza, verificaban sus signos vitales y un sinfin de medidas propias del caso, a la vez que otro paramédico revisaba la cartera que encontraron a su lado.

—Encontré su identificación. Elena Mendoza, veintiséis años.

—¿Algo más? —preguntó su compañero mientras revisaba el reflejo de las pupilas.

—Sí. Hay una prueba de embarazo, el resultado es positivo.

Despertaba lentamente, se sentía aturdida, no podía identificar que partes de su cuerpo dolían más que otras, buscó a su alrededor con la mirada en un intento por descubrir dónde estaba, solo sacó en conclusión que estaba en una habitación desconocida débilmente iluminada, sentía agujas en su brazo que la conectaban a bolsas llenas de sueros y goteros que dosificaban quien sabe qué cosas a su cuerpo, trató de moverse pero sintió un intenso dolor en la espalda que le impidió hacer lo que quería, de sus labios se escapó un gemido. Sin saber de dónde salió una mano que acarició su frente con una dulzura que no sentía desde que su madre había muerto.

—Mamá... —dijo delirando en un susurro apenas audible.

—Soy Inés, linda.

Las lágrimas corrieron de nuevo por su rostro, en su confusión había sentido las manos de su madre en las de su suegra.

—Inés...

Elena tenía un solo pensamiento en su cabeza nada le importaba más que saber si su bebé había sobrevivido.

—Tranquila, cariño, ya pasó todo. Vas a estar bien.

Elena buscaba las palabras para preguntar por lo que realmente le importaba, pero solo alcanzo a llorar en silencio.

—No llores... Estás viva y vas a sanar por completo.

En ese momento entro Iván a la habitación junto con Mariana que al ver a su hija despierta no pudo evitar romper en llanto. Se acercó a ella besándola delicadamente en la frente con cuidado de no hacerle daño.

AMOR ROBADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora