CAPÍTULO 41

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Miro por la ventana mientras siento que poco a poco voy recuperando el sentido en mi cuerpo. Abren la puerta pero no me fijo quien es, solo mantengo la mirada en el árbol que se logra ver.

No me dejan ir a casa y ya ha pasado una semana en la que estoy en este bendito hospital.

La enfermera mide mí presión, azúcar y ritmo cardíaco.

Los días transcurren y siempre es lo mismo. Por las mañanas viene una terapeuta pero no avanzamos. Yo prefiero callar antes de hablar y explicar cómo me siento porque ni yo sé.

Tiago pasaba todo el día a mi lado y en algunas ocasiones Astrid. Verla para mí es un dolor porque todas sus facciones me hacen recordar a su hermano quién en las dos semanas que estuve en el hospital se digno a venir a verme o disculparse. Le prometí a Astrid separar relaciones pero no puedo evitar el escozor que invade mi pecho cada que ella aparece.

Las chicas vinieron a hacerme compañía y de vez en cuando me sacaban una sonrisa.

No me sorprendió cuando Javier apareció con un ramo de rosas amarillas. Mis favoritas. Me abrazó fuertemente pero le pedí distancia. Me sentía incómoda cada vez que el me tocaba o alguien lo hacía. Prefería mantener la distancia.

Todos pasaban el día a mi lado y solamente en la madrugada estaba sola, me dedicaba a mirarme en el espejo y ver cómo la herida en mi rostro sanaba mientras las internas solamente de convertían en grietas.

Las pastillas fueron aumentando y pronto descubrí que la terapeuta comenzó a darme algunas para no tener una recaída o un cuadro depresivo. Las tomaba con un gran pesar porque creí que todo eso había quedado en el pasado pero no, así seguía, todos esas sesiones seguían y me era imposible no acordarme de mi yo adolescente.

Siempre que tomaba una pastilla la imagen fugaz de mamá viéndome me invadía, y también la sensación que sentí la primera vez.

Está vez no me costó mucho asimilar que había sido violada. Quise preguntarle a la psicóloga que vino un día el porque había entendido más fácil pero solamente deje que ella me explique lo que iba a suceder.

Me iba a alejar del mundo. O algo así me había dicho.

Cada vez que se abría la puerta mi tonto corazón creía que era Leonardo quien se presentaba en mi habitación pero no. Solamente era una enfermera o algunos de mis conocido. Una sonrisa triste se formó el mis labios el día que vi a Malek con una caja de chocolates.

—Recuerdo haber escuchado que te encanta el chocolate— me dieron ganas de llorar cuando dejo la caja sobre mi estómago.

Esa noche creo que mi azúcar subió muchísimo porque me acabe la caja esa misma noche mientras lloraba.

—Quiero ir a las Islas Canarias para mí luna de miel— Jimena me contaba todo lo que pensaba respecto a la boda y una sensación de tristeza me invadía.

Yo también quería tener ese momento especial.

—Austin me ha invitado a viajar— Sharith me había comentado y me emocioné por ella.

Su novio era Mexicano. Y había venido a Argentina con su familia hace casi diez años. Según ella aún se le notaba el acento mexicano y eso a ella le encantaba. Más cuando insultaba.

—Ayer me compré un kilo de helado y volví a mirar la película “A Dos Metros De Ti”— me contaba Valeria mientras nos pintábamos las uñas. Ese día ella me había convencido por moverme un poco y no solamente permanecer acostada— No puedo creer que siga llorando con ellos dos.

El día de navidad me dejaron ir, cuando llegué a casa Tiago me había recibido con una sonrisa. Esa noche pasamos navidad con la abuela Patty. Habíamos roto nuestro ciclo de pasar la navidad solos. Año nuevo pasamos los dos solos y después de la medianoche el salió. No quería hacerlo pero cuando Astrid vino a buscarlo le obligué a ir porque no quería que se pierda fiestas increíbles solamente por mi.

Lo quería, y quería que disfrute.

El primero de enero llegó y también un mensaje.

«¿Cuándo nos podremos ver?»

Piacere (+18) © [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora