Capítulo dieciocho: Dependencia.
Azhar.
Un teléfono no deja de sonar, eso es lo que me despierta. Estuve sin poder dormir hasta más allá del amanecer, perdida en el internet, intentando entender lo que sucedió, pero la conclusión no fue alentadora: Nada tiene sentido.
Mi madre está muerta y esa mujer apareciéndose ni siquiera la conozco ¿Quién carajos es la Sunny a la que llama? Es todo una locura, pero tras serenarme, tomar café y darme una ducha, volví en mis cabales ¿Voy a perder la cordura por esto? No, esa no soy yo. Tal vez tantas fiestas me han fundido el cerebro junto al licor, la marihuana o éxtasis. Quizá solo estoy viendo a gente muerta porque soy una médium o algo así de raro.
O tal vez solo tengo un tumor en mi cerebro matándome de a poco y si esa es una sospecha real debería ir a un médico, pero sorprendentemente primero quiero ver a un espiritista ¿Dónde consigo a uno? ¿Salen en anuncios de internet?
El teléfono suena una vez más y contesto sin ver el identificador de llamada.
— ¿Si?
—Hola, Azhar.
¿Leonid? Alejo el teléfono de mi oreja para leer bien el nombre de la llamada entrante y de paso veo a hora dándome cuenta que es pasada la una de la tarde. Así que Leonid, el hombre del que no he sabido desde hace un tiempo, en quién pensé muchas veces y quien todavía me tienta, me está llamando un domingo.
— ¡Vaya! Es bastante inesperado saber de ti ¿Debo sentirme honrada? Pensé que estaba en la tierra de los olvidados.
—Difícilmente se olvida a una mujer cómo tú.
—Sí, definitivamente tomaré esto cómo un halago —digo y su risa es baja.
Vuelvo a abrir mi portátil para retomar mi búsqueda y leer las anotaciones en Word que hice durante las horas que me mantuve despierta, todo lo que percibo a través del teléfono es la respiración de Leonid y eso me gusta, me hace sentir anclada a algo mientras indago en mi locura.
—Terminé de leer tu libro...Y empecé otro, supongo que tu pluma es bastante adictiva.
— ¿Mi pluma? ¿O toda la suciedad que escribo? —Me rio— Dame tus opiniones, estoy abierta a la crítica.
Abro ambos libros que compré aquella vez en la librería, pero es difícil concentrarse cuando hablas por teléfono con semejante hombre y quieres concentrarte en cada cosa que te dice. Mira nada más lo vergonzosa que me pone esta atracción y deseo hacia Leonid Walsh.
—Es un libro hecho para entretener y cumple su cometido. Narras muy bien, la química y tensión que manejas entre los protagonistas es lo que me alucinó un poco —Hace una breve pausa—. Fue caliente de leer, demasiado. Eres buena, muy buena.
—Me alegra escucharlo —Sonrío—. Espero me sigas leyendo.
—Es muy posible que lo haga.
Se hacen unos pocos segundos de silencio en los que me encuentro sonriendo.
—Entonces, rechazaste ser mi amigo, pero ¿Qué significa esta llamada?
—Dijiste que querías verme alguna vez surfear ¿Quieres venir?
— ¿A verte surfear? ¿Una tarde en la playa? Me apunto —No dudo ni siquiera unos segundos.
—Eso fue rápido, Azhar.
—Es domingo y no tengo planes.
Riendo por lo bajo me pregunta si debe pasar por mí o lo alcanzo a lo que respondo que nos encontremos en el lugar porque algo me dice que, de hecho, ya se encuentra en la playa y que esta llamada pudo ser algo más cercano a un impulso que algo planeado. Cuando la llamada finaliza, me tomo diez minutos para guardar la información que recaudé (poca), marcar la página de los libros en la que estaba, guardar en favoritos las páginas y escribir un rápido mensaje a África.
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El Rostro de una Mentira
Gizem / GerilimEn un país multicultural cómo Australia, en un día puedes toparte con más de mil rostros y diversas personalidades, pero es en la ciudad de Sydney donde cuatro personalidades colisionan en una gran mentira y es esta ciudad la que se encuentra siendo...