Capítulo Veinte: ¿Demasiado?

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Capítulo Veinte: ¿Demasiado?

Shaina.


Odette, soñé con una mujer llamándome Odette.

En mis sueños sus brazos estaban cubiertos de moretones, su piel era clara y cabello castaño. Ella gritaba mientras la observaba, me imploraba que la ayudara y cuando vi finalmente su rostro, no había reconocimiento porque estaba desfigurada, era grotesco.

Me vi de pequeña, vestida igual que en mis alucinaciones, agachada en el suelo en completo silencio mientras la mujer gritaba y su cuerpo se descomponía, pude verme sonreír y luego me escuché decir:

—Te dije que no, eres mala. Muere.

Mientras a mi lado alguien lloraba y lloraba diciendo que no quería ver. La pequeña Shaina si vio, lo hizo hasta el final, hasta que la mujer dejó de gritar y uno de sus ojos quedó colgando. Estaba muerta y esa pequeña versión de mí, sintió paz.

No hace falta decir lo afectada que me dejó el sueño o tal vez tenga que llamarla pesadilla, se sintió tan real que mis manos temblaban y sentía nauseas por el recuerdo, pero supongo que solo pude dedicarle dos horas de mi vida a la pesadilla cuando tuve que enfocarme en algo mucho más preocupante: había perdido días de mi vida porque de nuevo mi madre lo hizo, ella me drogó, me durmió, me quitó días de mi vida sin mi consentimiento.

Debo hacer algo, no puedo permitir que mamá siga haciéndome esto.

Dos días y medios, ese es el tiempo que me ha robado esta vez, es tiempo de mi vida que mi mamá me ha quitado, es el tiempo en el que he estado inconsciente y aunque ella asegura que fue provocado por un ataque de pánico, sé la verdad, sé lo que hizo, lo que me hace.

Recuerdo haber tenido una crisis mientras veía a Azhar ser llevada por emergencia tras convulsionar; el pánico me embargaba acompañado de la angustia, puedo recordar mis manos y cuerpo temblando mientras Priscila me ordenaba quedarme porque no sería responsable de dos desastres – esas fueron exactamente sus palabras – y luego supongo que ella llamó a mi mamá para que supiera lo que sucedía y viniera a chequearme porque estoy suponiendo que mi estado mental en ese momento era caótico. Cuando mamá llegó me encontró en silencio y sentada en el sofá abrazándome las piernas.

Lloré por miedo a cómo estaría Azhar, lloré dejando ir la adrenalina ante la impotencia de no haber sabido qué hacer cuando la vi convulsionar y me refugié en los brazos de mamá, pensé que era un momento de apoyo y cuando me dijo que fuese a casa, lo hice. Le conté todo a tía Francis antes de que ella se fuera, tomé un té y luego...Luego solo desperté y lo supe: mamá lo había vuelto a hacer.

El resentimiento y la amargura que me ha hecho sentir este hecho no sé cómo explicarlo. De una manera vulnerable confié en ella para que me cuidara, para que me consolara y en lugar de ello solo me controló a su antojo, pisoteó de nuevo la confianza que aún le doy.

No hablé al respecto, solo llamé a tía Francis para saber de Azhar cuando ésta no me respondió y me alivió saber que mi ella estaba bien. Actúe indiferente con mamá, no respondí sus preguntas y de alguna manera cuando conseguí darle una larga mirada de reproche, ella no fue capaz de sostenerme la mirada, lo que hizo que nos tomara por sorpresa a ambas cuado murmuré un "cobarde", tal vez eso contribuyó a que no me detuviera cuando sin decir ninguna otra palabra me fui de la casa.

Cuando llegué a mi apartamento escuché una voz masculina desde la habitación de Priscila y supuse que una vez más su hermano estaba ahí, ni siquiera me molesté en anunciar mi llegada. Tomé una ducha muy larga mientras mis pensamientos se chocaban y en mi paladar saboreé el regusto de la ira ante lo que mamá no dejaba de hacerme. Temblé de impotencia y quise gritar de frustración. No puedo permitir que ella me siga haciendo esto.

El Rostro de una MentiraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora