Capítulo Cuarenta y Siete: «Crocodrile Woman & Fire Woman dejan huella» (Final)

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Capítulo Cuarenta y Siete: «Crocodrile Woman & Fire Woman dejan huella»

André


Austria, dos semanas después

El silencio podría reinar en el lugar si de hecho los jadeos de los perros no resonaran con tanta fuerza.

Lorenz sacude la cabeza hacia mí sin mirarme y mantengo barbilla alzada mientras el líder de la organización criminal a la que pertenezco acaricia el pelaje de uno de los perros.

Niklas y Lorenz Schwarzenberg junto a sus hermanos son mis primos y pese a que a consciencia fui un bastardo de un hijo bastardo de su abuelo, siempre me han aceptado con respeto. Sí, les sirvo por mis habilidades para crear medicamentos y tecnología, por mi estudio dedicado a las ciencias, pero incluso antes de eso, Lorenz robaba golosinas y me las regalaba o se sentaba conmigo a hablar de cosas no convencionales mientras yo averiguaba cómo curar las heridas que su abuelo o su padre les infligía. Creo que su amabilidad fue lo que me motivó a aprender sobre la ciencia para ayudarlo porque cuando comenzó a entrenar, siempre estaba herido.

Cuando sus hermanos mayores fueron secuestrados siendo apenas unos niños y él fue el único que logró escapar, su padre lo felicitó por su valentía ¿Su abuelo? El viejo Luhane le dio una paliza en la que le dislocó el brazo, le ocasionó una conmoción cerebral y un sentimiento de culpa que sospecho aún conserva silenciosamente para sí mismo.

Estuve en la habitación de Lorenz escuchándolo llorar y culparse por no quedarse con sus hermanos, también recibí mucha de su ira, pero comprendí que el estúpido era mi amigo y podría matar a su abuelo para que dejara de tratar a todos como imbéciles, pero no me dejó envenenarlo porque me dijo que entonces su padre se haría cargo y era un viejo inútil que los llevaría a todos a la muerte.

Aprendí a luchar porque años más tarde Niklas decidió que quería pelear, pero que no le era útil sino sabía defenderme y le reflejaba un reto.

Y cuando llegó el momento y los hermanos tomaron el control de la organización, pareció natural para ellos hacerme parte de ella cuando en secreto llevaba años trabajando para ellos y no para su abuelo que ya había descubierto hacia mucho mi intelecto y le sacaba provecho tras pagarme un nivel costoso de educación.

Tengo lealtad por esta familia y hasta que conocí a Odette, me enamoré como un imbécil de alguien con un gran caos mental y sed de sangre, no me planteé caminar por los bordes del plan.

Ellos no estaban felices, pero con amenazas no sutiles me dejaron claro que mientras no afectara los resultados, podrían tolerarlo.

Pues bien, los resultados ante los ojos de Niklas han sido una mierda incluso para mí porque Odette no ha vuelto a hablarme o para el caso mirarme.

Parezco el villano, pero fui la única mente cuerda capaz de entender que al volver yo sería asesinado y Odette llevada de vuelta junto a Azhar en donde sacarla a ambas nuevamente sería un infierno.

—Saquen a los perros —ordena Niklas a dos de sus soldados.

Bien podría estar sentenciando qué va a matarme si saca a sus preciados perros para que no lo vean ser el cruel asesino que es.

El sonido de las puertas cerrándose recorre una de las salas de estar de la mansión en la que nos encontramos mientras Niklas se sienta en el borde de una mesa y Lorenz permanece de pie, recargado del estante de libros.

No sé exactamente cuál de los dos es peor, cualquiera de los dos podría matarme sin sudar. Lucharía y haría algún daño, pero no me engaño, en el arte de matar, llevan mucha ventaja y ese cerebro de Lorenz está demasiado desarrollado en otros aspectos de la ciencia en donde no me he especializado.

El Rostro de una MentiraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora