Capítulo veinticuatro: el eslabón débil

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Capítulo veinticuatro: el eslabón débil.

Azhar.

¿Qué tanto daño me hizo ser el experimento de mis padres?

Cuando ellos murieron y obtuve mi libertad, las primeras semanas fueron difíciles, tanto que poco recuerdo de ellas ya que estuve encerrada en una habitación teniendo espasmos con dolores físicos, vómitos y un caos en mi cabeza. No supe nunca que tanta porquería mis padres pusieron en mi sistema ni qué tipo de drogas me suministraron. Solo recuerdo que un día pensé que sería capaz de ir al hospital o tal vez a la policía y hablarles de las cosas que mis padres me hacían, no lo hice antes por miedo a ser encerrada en otro laboratorio para estudios, ya no confiaba en nadie, pero estaba tan mal física y mentalmente que estaba a nada de hacerlo hasta que encontré en el motel que me hospedada – me negaba a volver a la casa donde mis padres fueron encontrados muertos – y un tipo quince años mayor que yo, atractivo de una manera descuidada, durante un par de horas me hizo conversar e ignorar un poco de mis problemas.

Luego me invitó a beber licor en su habitación, cosa que nunca había hecho porque pasaba tiempo en el laboratorio siendo una rata o en casa lidiando con las consecuencias; me gustó mi introducción con la bebida. Y cuando me invitó a fumar marihuana, lo acepté y mis dolores se apagaron, también mi cerebro. Luego vinieron los toques, siento que nunca fui tocada con cariño hasta ese hombre que además despertó la lujuria. Así que esa noche bebí, consumí drogas y tuve sexo por primera vez. Esa noche descubrí una manera en la que los dolores disminuían y el pasado desaparecía.

Follé con ese hombre durante un mes, me enseñó muchas cosas del sexo y sobre mí misma. Me di cuenta que no era ni quería ser la rata asustadiza que mis crueles padres criaron. Me di cuenta de que era extrovertida, cínica, que tenía poder en mi aspecto físico y que aprendía muy rápido. Pase de ser la chica que un tipo mayor se follaba, a la diosa que se lo follaba a él a su antojo y cómo quería. Me di cuenta que nunca más quería ser débil y que el pasado debía quedar atrás.

No me queda muy en claro cómo conseguí ser independiente del Estado cuando mis padres murieron. Ellos fueron encontrados asesinados, el informe decía que yo no me encontraba en casa y francamente no podía recordar porque había sido quien los encontró y supongo que fue lo suficiente traumático para bloquearlo. Tenía diecisiete años, estaba a poco más de cinco meses para cumplir los dieciocho, sin ningún familiar que se hiciera responsable de mí y con un dinero de sus seguros. El Estado no se quiso hacer cargo de mí, me hicieron emanciparme y supongo que pagué por ello porque los muy cabrones se quedaron con todo el dinero y joyas encontradas cómo "pruebas" de la escena del crimen, no es que quisiera nada de mis padres, el seguro de vida que tenían ya era suficiente.

Así que aprendí a estar sola, a no confiar en nadie, en no creer en lo que era moralmente bueno porque ¿En dónde estaba la moral social cuando sufrí desde siempre? ¿En dónde estaba la sociedad cuando mis padres me usaban día tras día para ayudar a la ciencia? Aprendí a ser una zorra fría, calculadora y malvada que solo se ocuparía de lo que le convenía. Descubrí mi poder sexual, mi inteligencia, mi agilidad y el carisma singular que siempre parecía atraer a las personas hacia mí. Pude avanzar dejando el pasado atrás, olvidando con mucho gusto cada trauma de mi vida y no fue difícil, teniendo en cuenta que siempre tuve problemas con mi memoria.

Y odio que ahora los recuerdos estén surgiendo de nuevo, odio que imágenes que no logro entender me embarguen, que aparezcan cosas que me hacen dudar de mí y de lo que pude haber hecho.

No me creo una asesina, pero tal vez una cómplice porque entonces ¿Cómo imaginé de una forma tan vívida la muerte de Alexander? Me es tan difícil ignorar todo lo que pasó por mi cabeza la otra tarde en la casa de Rebeca, el cómo recreé un asesinato de una manera tan exacta.

El Rostro de una MentiraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora