Capítulo treinta y ocho: la fiesta de la revelación

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Capítulo treinta y ocho: la fiesta de la revelación

Azhar


No puedo dejar de mirarla.

Es preciosa, una bomba seductora, exótica y atrapante.

Cejas gruesas y arqueadas en un rostro ovalado que armoniza con una nariz recta y labios amplios y carnosos, pómulos altos y barbilla definida, pero lo más destacable son sus ojos: con un centro marrón que se va aclarando hasta caer en tonalidades de un verde que no puedo definir, no lucen normales, pero son fascinantes y también es de las pocas cosas que nos diferencian.

Es alta y puede que algo, apenas perceptible, más delgada de lo que soy y su piel parece más pálida que la mía. Su cabello tiene menos volumen y en el tiene menos reflejos del sol de los que yo poseo.

Hay diferencias, pero de igual manera siento que veo mi reflejo en un espejo.

«—No estás frente a un espejo, hermana. Simplemente tenemos el mismo rostro de una mentira.»

Esas acaban de ser sus palabras exactas.

¿En dónde está Shaina? Ella no era así...

No. Yo solo vi a Shaina cuando me encontraba "borracha" o "drogada", nunca hubo fotos o encuentros normales y ella nunca se veía en los espejos.

En realidad, nunca supe como lucía.

En realidad, Shaina no existe.

Número uno.

Odette.

Esa es su identidad.

Y me ha llamado Sunny, como en los sueños, como la mujer de las apariciones, como las voces...

Siento que he caído en una realidad alternativa. Parte de la verdad está frente a mis ojos, pero me cuesta asimilarlo.

Desde mis diecisiete años he estado sola, sin familia, con un pasado borroso y una felicidad efímera.

Ahora tengo recuerdos claros, propósitos y una mujer con ojos extraños llevando el mismo rostro que el mío y llamándome por un nombre que me persigue.

—¿Te quedaste sin voz? Eso es raro, siempre parecía que tenías mucho que decir —dice Shaina.

No, Odette ¿Número uno?

—Es casi tierna —Le dice a Anders a su lado.

Porque resulta que conoce a Anders.

Oh, bueno, por la manera en la que él la mira, en realidad: él tiene una devoción por ella.

—¿Impactada? —Me pregunta y reconozco que nuestras voces son diferentes, la mía es más rasposa, quizá por los años de gritos desgarradores que experimenté.

—La verdad es que sí, no pensé que realmente existiera un Dios que te bendijera con la belleza de mi rostro —respondo enderezando mi columna y recuperando mi personalidad.

—Mi novio piensa que soy la hermana guapa —Le guiña un ojo a Anders.

Entonces Anders, quien la mira como si fuese una mismísima Diosa, también se la está comiendo bajo el título de novio y...

Espera, espera, espera.

—Me viste más de una vez —Le digo mirándolo con fijeza— y salías con ella. Sabías que estos —Señalo mi rostro y luego el de ella—, eran iguales.

—No son iguales —Suena bastante firme.

—No sé si tiene la vagina de oro o te la chupa como nadie, pero me parece que sí que somos iguales, Anders —Le hago saber.

El Rostro de una MentiraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora