Capítulo Treinta y Cuatro: Odette(+)

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Capítulo treinta y cuatro: Odette. (+)

Shaina.


Me giro para quedar de lado, mirando mi reflejo en el espejo y aunque tengo la impresión que estoy un par de kilos por debajo del promedio de mi estatura, el pantalón holgado de Sun Hee no me queda holgado, se me ajusta en los muslos y el trasero, tampoco cuelga de mis caderas como veía que hacía en ella, a duras penas pude subir la cremallera y el botón no pude cerrarlo. La camisa me queda justo por encima del ombligo debido a mis pechos y me miro los pezones a falta de sujetador.

Podría pedir ropa por internet, pero ¿Y si me rastrean al usar la tarjeta de Francis? Usé todo el efectivo que había en su cartera y que no era tanto cómo creí.

Aun acostumbrándome con mi aspecto físico desplazo la mirada por mi rostro. No tengo ojeras y mi piel se ve suave lo que tal vez se deba a todos esos productos de cuidado antes de dormir que Sun Hee insiste en que me aplique; mi cabello ondulado y largo se encuentra atrapado en una trenza de lado que Sun Hee me hizo. Creo que piensa que soy una muñeca ahora que le permito "asesorarme."

—¡Lo encontré! —Aplaude Sun Hee viniendo detrás de mí con una cinta métrica—. Enderézate.

Lo hago viéndola detrás de mí, es solo unos pocos centímetros más baja que yo y aunque mi piel aún está varios tonos más pálida, la suya sigue siendo muchísimo más clara. Es tan bonita como una muñeca de porcelana, ella no tiene las complejidades de las que ahora me doy cuenta que soy parte.

—Pisa la punta —Me pide y lo hago mientras se pone de puntillas para estirar la cinta por sobre mi cabeza— ¡Qué alta! Uno setenta y seis. Podrías ser la modelo de pasarela perfecta... Humm, bueno, no lo creo. Tienes pechos y trasero.

Consigo sonreír mientras ella ríe.

Llevo tres días con Sun Hee y he sonreído debido a su ternura y ocurrencia más de lo que lo hacía antes. Hay algo liberador en mis emociones y en darme cuenta de quién soy, aunque las cosas no sean tan claras.

Duermo mucho y cada vez que lo hago sueño con alguna escena sangrienta en la que me veo empujar o lastimar a otros, en donde escucho las voces de personas que no puedo ver. A lo largo del día a mi mente vienen más imágenes de experimentos sobre mí en mi niñez y durante la adolescencia. En la mayoría de ellos estoy sola y nunca grito o me quejo, siempre absorbo el dolor en silencio y cedo a sus peticiones.

Sin embargo, otras veces Atlas está en el mismo lugar estéril y en más de un par se encuentra Azhar.

La veo llorar, suplicar que paren y también la vi con poca ropa, siendo llevada dopada fuera de un lugar estéril.

Lo curioso es que ella nunca me miraba porque siempre tenía los ojos vendados o una máscara de hierro le cubría la cabeza mientras gritaba de dolor o desesperación. Siempre luchaba, siempre pedía ayuda.

Ella es parte de lo que sea esto.

Y no es la única.

Estoy redescubriendo mi mortalidad, intentando captar quién soy y en quién me han convertido.

Sin medicamentos ya no hay la sensación enfermiza que siempre me acompañó al ser Shaina: el miedo, la inseguridad, el autodesprecio, el castigo y la sensación de creerme lo más bajo del mundo. Pero aun conservo mis ganas de leer, el querer a Sun Hee, el interés por la cultura del kpop y k-dramas, el querer con tantas fuerzas ir con Anders, es cómo si hubiese soltado todo lo que me reprimía, pero lo que me apasionaba sobre ser Shaina es parte de Odette.

El Rostro de una MentiraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora