Capítulo Cuarenta y Dos: Los amantes trágicos

19K 2.3K 660
                                    


Capítulo Cuarenta y Dos: Los amantes trágicos

Azhar


Es muy bueno en esto, me hace sentir bien.

Me llena.

Me llena de una manera apasionada que sacia mi deseo y me da placer.

Esta no es mi posición favorita, pero ayuda que con cada embestida me sacuda el cuerpo mientras su boca baja para capturar uno de mis pezones. Una de mis piernas está enganchada sobre su cintura y la otra se mantiene muy abierta en tanto una de mis manos presiona su nunca contra mi pecho y la otra hace círculos sobre mi clítoris para apresurar el clímax al darme cuenta de que él está cerca de correrse.

Porque hemos follado tanto que ya me conozco las manías de su cuerpo. Lo he estudiado bien porque me gusta. Me gusta más de lo que debería.

¿Acaso lo quiero?

Su cuerpo se tensa e intenta levantar la cabeza porque sé que quiere mirarme a los ojos al correrse, pero no estoy lista para ese tipo de conexión y no creo estarlo nunca, por eso prefiero cuando me folla de espalda o en cuatro.

Gimiendo mantengo mi agarre sobre su cabeza, arqueándome al sentir sus espasmos dentro de mí, me pellizco el clítoris y acabo, estremeciéndome con oleadas de placer que me dejan con una sonrisa y extendida en la cama con su cuerpo sobre mí.

Sació mi deseo y sacia otras partes de mí que no logró comprender, pero aun así sigo hambrienta de más, un vacío constante que me invita a tomar todo a mi paso ¿Cuándo algo será suficiente?

—Eres pesado —Me río, pero en realidad es una excusa para poner espacio.

Su risa suave me hace sentir cálida mientras rueda hasta quedas acostado a mi lado y mi mirada pertenece en el techo blanco.

Esta habitación es lujosa y decorada con muy buen gusto, pero no me gusta porque no la siento mía, pero ¿Cuándo algo ha sido mío?

Llevo un mes aquí, en un apartamento de lujo en Mosman a nombre de la familia Walsh, pero que pertenece a Leonid.

Cuando había llamado llorando, de manera fingida, a Leonid, con una crisis porque repentinamente mis tres amigos estaban muertos y sentía que podría ser la siguiente, él había ido por mí. Hizo preguntas que supe cómo responder muy bien y como una buena mentirosa, no fue difícil me creyera, además, él quiere cuidarme.

Había llegado a un extraño acuerdo con Odette en donde concluimos que lo mejor era que usara a Leonid para ocultarme, reorganizarme y fortalecerme para volver al ruedo.

Había tenido tiempo para gritar, maldecir y destrozar un almacén al entender la manera en la que Albert me usó. Había llorado de la ira, sentía tanto enojo que las lágrimas se deslizaban mientras lo destrozaba todo ¿Cómo pudo hacerlo? Y odié que Odette me haya arrebatado la oportunidad de arrancarle los ojos y cada órgano por su traición. Luego había conciliado que la inocente de África había sido maldita en un grupo de amigos en los que no debió confiar mientras que Rebecca me dio igual.

Había tenido tres días para desquiciarme antes de finalmente ponerme nuevamente en el radar de Leonid.

Leonid, un hombre sin grietas que se ha ido rompiendo con cada follada y cada segundo que pasa conmigo. Es un buen hombre que atravesaba un mal momento en su relación y lamentablemente se topó conmigo en aquella playa.

¿Lamentablemente? Como si eso no hubiese sido planeado.

En este momento sus dedos se deslizan por mi abdomen en caricias suaves, dibujando patrones y cuando lo miro, lo encuentro de costado con la cabeza recargada de su mano. Esos ojos chocolates me dan toda su atención, tiene los labios carnosos hinchados por mis besos.

El Rostro de una MentiraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora