Advertencia: capítulo con contenido +18 en referencia a descripción de violencia física. De cierta forma encontrarás descripciones sangrientas que podrían llegar a incomodar.
La niña que ya no quiso creer en la ciencia. (+)
Azhar Beckett, 17 años.
¿Qué día es hoy?
¿Cuánto tiempo ha pasado? Es difícil saberlo cuando no he visto la luz del sol ni he visto el cielo, cuando no he sentido la brisa en mi piel por días, tal vez semanas ¿Qué pasa si han sido meses?
He perdido el curso del tiempo porque por primera vez en mi vida, siento que ellos no me dejarán salir. En el pasado había descansos y me hacían pasar tiempo en casa, íbamos a algunos eventos cómo una familia, pero ahora es diferente, he estado en esta dura camilla atada durante mucho tiempo y solo he sido desatada cuando mis piernas no eran capaces de sostenerme porque sabían que no podría escapar al liberarme.
Sé que pasé mi último ciclo menstrual aquí y que sangré cómo un cerdo en matadero de una manera humillante cuando no me dejaron atender un necesidad tan básica. Me han hecho nuevos cortes, pero ahora usan laser que no deja cicatriz, pero que se siente cómo fuego en mi piel. Tengo los ojos secos, han aplicado y extraído tanto de ellos que me pregunto cómo no he perdido la visión.
Lo que nunca se va es el frío y cuando no lo hay es porque tengo demasiado calor. Los momentos se mezclan unos con otros hasta el punto de que ya no sé qué alucino y que es real. Lo peor es cuando me dejan en la oscuridad, que supongo que es cuando es de noche y esa horrible mujer fantasmal con otro nombre aparece para atormentarme, exigiéndome que vaya con ella y ayer quise hacerlo porque me dije que tal vez si la dejaba arrastrarme, ya nunca más estaría aquí.
—¿Todo bien, Azhar?
Ante la irónica pregunta despego la mirada del techo y la llevo hacia los ojos azules que podrían ser deslumbrantes si no los viera antes de muchas pesadillas que son mi realidad.
No hablo, dejé de hacerlo hace unas días ¿O semanas? Ya ni siquiera grito cómo venía haciéndolo desde el principio, no es que me adapté al dolor, es que aprendí a que mis gritos nunca me salvaron.
Lo veo y no sé qué le transmite mi mirada porque se estremece y la aparta. Él es malo, pero no tan cruel cómo su esposa, cómo mi mamá.
—¿Aun no quieres hablar? —Su mano va a mi mejilla y un sonido lastimero escapa de mí—. No creas que no me duele esto, pero tenemos que ayudar a la ciencia, tenemos algo bueno sucediendo y eres un sujeto tan prometedor.
No quiero ser un sujeto, quiero ser normal incluso si no sé lo que es eso.
No quiero morir, no puedo morir. Soy más que esto, tengo que ser más que un sujeto.
Mientras lo miro directamente a los ojos me escucho gritar en mi mente cada vez que me han torturado a mi cuerpo con tantas cosas, quisiera olvidarlo todo, pero no hoy. Hoy quiero que todo eso me alimente, porque hoy seré libre.
"—Nadie puede romperte, no los dejes. Tampoco te culparé o juzgaré si acabas con ellos. Sálvate, no le des a otro el poder de actuar sobre ti."
Niklas tiene razón. Ellos no pueden romperme.
Niklas. Su nombre lleva años en mi cabeza, repitiéndose una y otra vez con el deseo de no olvidar sus palabras, de no olvidarlo a él, el único ser humano que desató mis ataduras y habló conmigo cuando era aún más joven.
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El Rostro de una Mentira
Mystery / ThrillerEn un país multicultural cómo Australia, en un día puedes toparte con más de mil rostros y diversas personalidades, pero es en la ciudad de Sydney donde cuatro personalidades colisionan en una gran mentira y es esta ciudad la que se encuentra siendo...