Capítulo Ocho: Hola, Traviesa

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Capítulo Ocho: Hola, Traviesa.

Shaina.


—Quieres llamarlo —Establece Sun Hee tomando una de las fresas de sus panqueques.

Estamos en una de nuestras cafeterías favoritas para desayunar. Teníamos días sin vernos por lo que nos pusimos de acuerdo para desayunar juntas. Pese a no vernos en poco más de una semana, ella sabe que desde hace esa misma cantidad de tiempo el número de teléfono de Anders se encuentra en mi poder.

Quiero llamarlo, mis dedos pican por presionar los dígitos, pero tengo miedo de que sea un chiste ¿Por qué alguien tan extraordinario pondría sus ojos en mí? Tal vez soy un simple experimento.

Otras de las razones para no llamarlo es que estoy muy segura de que si doy un paso, me alejaré mucho más del camino por el que me guía mi madre, sin embargo, es este mismo pensamiento el que también me invita a hacerlo porque en mi mente se balancean las suaves palabras de: ser mala es divertido, romper las reglas se siente bien, nadar contra la corriente me hace sentir libre.

— ¿Shaina? —Sun Hee hace tronar sus dedos frente a mi rostro devolviéndome a la conversación.

— ¿Por qué querría que lo llamé? —pregunto tomando mi taza para dar un sorbo a mi té de manzanilla.

— ¡Omo! ¿Cómo qué por qué? ¡Porque te dio su número! —Alza las manos en exasperación—. Hazle caso a tu unnie, ese oppa quiere que lo llames.

—Pero mírame.

— ¡Te miro! Eres hermosa, Shaina. Pareces una de esas chicas occidentales plegando revistas para que los chicos hagan cosas malas —frunce el ceño—. Espera... ¿De verdad crees que eres fea?

Miro la taza de té no queriendo responder, no cuando no puedo decirle que no sé cómo me veo desde hace mucho cuando dejé de buscar mi reflejo en los espejos, que soy insegura sobre un aspecto que ni recuerdo cómo es. Lo más cercano que he estado de volver a verme ha sido el dibujo que Anders hizo de mí y es claro que ahí exageró mis rasgos.

Sun Hee parece estarse enojando a medida en que me ve sin obtener ningún tipo de respuesta. Me lamo los labios pensando en alguna mentira para decir, últimamente parece que digo muchas.

—Creo que no somos compatibles...

— ¡Aish! Me estás haciendo enojar —Su pequeña nariz se arruga—. Juguemos piedra, papel o tijeras, si gano lo llamas y si tú ganas no lo haces.

—Bien —digo porque en el fondo deseo que sea el destino quien decida, de esa manera no se verá como mi elección—. Dos de tres veces.

—Hecho.

Sun Hee comienza el canto en coreano y estoy familiarizada con ello porque no es la primera vez que hacemos este juego y ya he aprendido a decirlo en coreano con ella. Gano la primera ronda, la segunda se la lleva ella así que en la tercera ambas estamos tensas. Mostramos nuestras manos una vez más:

Ella tiene tijeras, yo tengo papel.

Ella gana.

Debo llamar a Anders.

Sun Hee da grititos de emoción mientras ríe y sacude su cabeza viéndose cómo algún personaje de anime. Doy otro sobro a mi té para esconder mi sonrisa. Estoy siendo obligada a llamarlo ¿Cierto? No fue mi elección, entonces, no estoy haciendo nada malo, estaría cumpliendo un trato.

—No lo llamaré ahora, más tarde.

—Promételo —Estira su mano hacia mí.

Estirando la mía enlazo nuestros meñiques, cerrando tres de mis dedos para presiona nuestros pulgares de esa manera en la que me enseñó a hacer promesas. Me guiña un ojo y aplaude emocionada.

El Rostro de una MentiraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora