Capítulo Cuarenta y Cuatro: Fiesta de sangre

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ADVERTENCIA: Capítulo con mucha violencia descriptiva y gráfica.


Capítulo Cuarenta y Cuatro: Fiesta de sangre

Azhar

Estar nuevamente consciente de mis acciones violentas y mi sed de venganza es una sensación que me gusta. Tener control de mi cuerpo y mis emociones es algo que no quiero volver a perder.

Veo las paredes cremas y no puedo evitar desear pintarlas de sangre y sesos porque todas estas personas merecen morir, sin embargo, mis objetivos principales los tengo muy claros, los que quiero que vean la muerte en mis ojos.

A una parte de mí esto, de venir a asesinar, le parece divertido porque me siento en alguna película de acción o de mafias, una de esas que le gustaban a Albert...

Y solo pensar en mi amigo hace que la diversión desaparezca.

Soy consciente de que la traición de Albert mató a una pequeña parte de mí porque lo quise y odio la idea de que no me quisiera de regreso, a veces me engaño diciendo que, pese a su agenda sobre mí, aprendió a quererme y que algo fue genuino. Nunca podré tener respuestas de su parte, sin embargo, supongo que sus padres podrían darme alguna si estuviese interesada en preguntarles.

Porque ellos están aquí.

Mientras sostengo un arma en una de mis manos y un cuchillo carnicero en la otra, miro a los padres de Albert, los adinerados señores Bristol.

Caroline Bristol es una importante abogada penal que ha puesto en libertad a muchos inocentes, pero ha sido más grande la cantidad de monstruos que ha liberado. Brinda asesoría y servicios legales a muchos miembros de la familia Fischer y eso la ha posicionado como una frecuente y apreciada invitada a celebraciones.

Por otro lado, tenemos a Albert Bristol padre, mismo nombre que el hijo y dueño de una importante empresa de telecomunicaciones, además de poseer una gran cantidad de dinero derivado de las inversiones hechas en proyectos de los Fischer, como por ejemplo, mis drogas.

Por la cabeza de Albert Bristol padre pasó la brillante idea de expandir su legado a su hijo ¿Qué le metieran la polla por el culo y por la garganta a Albert hijo? Sin problema, pero ¿Qué llevara una vida lejos de la perversión familiar de que torturen a personas con drogas como ratas de laboratorio y además ir a las fiestas asquerosas? Imposible.

Ahora sé que Albert fue involucrado dentro de esa vida a sus diecisiete años, tal vez lo obligaron y en un principio lo odió, pero le agarró el gusto como un buen licor y se hizo tan adicto a ello que él mismo aceptó ser uno de mis verdugos bajo el papel de amigo.

Encontrarme por casualidad en una fiesta: planeado.

Suministrarme parte de las dosis de las drogas: cumplido.

Esperar a que mis sentidos bajaran y llevarme a los lugares en donde luego no era consciente y me usaban como una maldita muñeca asesina o sexual: hecho muy bien.

Tiene sentido que estando de fiesta con él siempre perdiera la consciencia y que incluso cuando se supone que no estaba, me controlaba muy bien por medio de Rebecca, quien de lengua larga siempre hablaba de más y si no era él, siempre eran otros.

Albert no era un asesino directo, no era capaz, pero contribuyó a mis grilletes y es peor porque vio mi angustia ante las lagunas, convivió conmigo, me llevó a eventos, a su casa, a la empresa de su padre, me humanizó y aun así los dejó hacer todo.

Ojalá lo hubiese asesinado, era mío.

Los ojos de Albert Bristol padre conectan con los míos y le sonrío.

El Rostro de una MentiraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora