Capítulo siete: Dos opciones.
Azhar.
—Ayuda...Ayúdame —digo tambaleándome.
El cielo es oscuro ¿No amanece? ¿Qué día es? La mejilla me arde y siento la garganta rasposa. Me siento débil, siento el cuerpo debilitado, cómo si no quisiera responder a mis órdenes, razón por la que caigo al suelo sobre el césped...Puedo sentirlo debajo los dedos.
Mi respiración se siente cómo jadeos, pero en medio de ellas puedo escuchar chapoteos que me hacen pensar que estoy cerca del agua.
Toso sintiendo que me ahogo e intento arrastrarme, pero se siente cómo un peso sobre mí y entonces, alguien está diciendo mi nombre.
«Azhar no avances»
«Azhar olvida que estás aquí»
Toso e intento levantarme, pero no puedo. Aprieto el césped debajo mis dedos mientras mis dientes castañean. Miro a mi alrededor, estoy sola y estoy en...
«Cierra los ojos, no vea. Si ves, estás muerta»
Cierro los ojos y olvido, no los abro de nuevo.
Abriendo los ojos tan rápido que me mareo, toso y llevo una mano a mi garganta ¿Estas pesadillas podrían enloquecerme? ¿Por qué al despertar parecen apenas un borrón? Siento que no se me permite dormir, mis sueños pacíficos sin imágenes o agotamiento cerebral por imaginar se han convertido en pesadillas que me despiertan en un estado de alerta que podría generarme taquicardia.
El teléfono deja de sonar, esa debe de ser la razón por la que desperté. Miro alrededor y estoy en el sofá de la sala del apartamento y aunque ya ni siquiera intento recordar cómo llego al apartamento o a ciertos lugares, esta vez soy capaz de recordar que llegué anoche luego de reunirme y ver una película con África, que de hecho, pasé mayor parte de mi madrugada editando una historia erótica próxima a salir y que me quedé dormida luego de confirmar que Shaina dormiría en casa de su madre y que Priscila ni siquiera se esforzara en leer mi mensaje, de verdad ella no me soporta.
Bostezando me estiro y escucho el teléfono sonar de nuevo, alcanzándolo de la mesita de noche, gracias al cielo no bajo del sofá porque hubiese pisado mi portátil que descansa en el suelo, leo el identificador y se trata de Albert por lo cual no dudo en responder. Creo que de mis amigos riquillos, él es mi favorito.
Rebecca es tóxica y agotadora. África es fría y siento que de una manera pasivo-agresiva estamos en una guerra fría en donde siempre queremos ser la que más resalta. En cambio Albert es franco, me alienta a locuras y me cuenta las suyas.
—Mi zorra favorita —digo al responder y lo escucho reír.
—Cómo yo ninguna —asegura—. Pensé que estarías en una de tus juergas en dónde desapareces.
—Lamento decepcionarte, pero fui una chica buena. Salí con África anoche y luego pasé la madrugada editando una novela.
—Uh, se aproxima novela súper caliente en amazon. ¿Veré alguna de mis experiencias reflejadas ahí?
— ¿Tú que crees?
—Perfecto, porque esa es la razón por la que te cuento —Ambos reímos—. En fin, te llamo para que me ames.
Esa es una de las tantas premisas que me hacen saber siempre que Albert tiene alguna información o "evento" que podría interesarme. Lo dije antes, mi riquillo favorito.
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El Rostro de una Mentira
Mistério / SuspenseEn un país multicultural cómo Australia, en un día puedes toparte con más de mil rostros y diversas personalidades, pero es en la ciudad de Sydney donde cuatro personalidades colisionan en una gran mentira y es esta ciudad la que se encuentra siendo...